jueves. 28.03.2024

1.- En la Academia Canaria (de la Lengua, claro) no son todos los que están, pero tampoco están todos los que son. No me explico por qué no han ingresado en ella dos de nuestros más reputados filólogos; me refiero a Cristóbal Corrales y Dolores Corbella . Su Diccionario Ejemplificado de Canarismos es, con el Tesoro Lexicográfico del Español de Canarias (también de ellos dos y de María Ángeles Álvarez ), la obra de consulta sobre palabras usadas en las islas más importante de cuantas se han editado. Ninguno de estos dos catedráticos, que yo sepa, ha sido invitado a entrar en la Academia, en la que hay gente que no sabe hacer la "o" con un canuto y no ha escrito jamás una cuarteta y otra gente cuyos merecimientos son indudables. Debería la institución fijarse en quienes trabajan con las palabras con tanta dedicación y cariño como estos dos filólogos, cuya obra individual y conjunta es extraordinaria. A lo mejor les hago un flaco favor citándolos porque desde hace tiempo se ha instalado en el Archipiélago el pecado nacional de la envidia, cuando yo creía que la nobleza del isleño había anidado también en los corazones de quienes tienen que limpiar, fijar y dar esplendor a lo que se dice aquí. Yo salgo refusilado -así me lo enseñó mi madre- de estas competiciones, en las que te entregan una copa llena de mierda si sales perdedor, lo que ocurre casi siempre. Déjenme como estoy.

2.- Esto del idioma se está relajando demasiado. El domingo leí, en el dominical de "El País", el artículo habitual de Javier Marías . Escribí aquí que Marías había escrito espúreo, y no espurio, en un artículo anterior, y me quejaba por ello; y parece que el hombre leyó mi protesta en la Internet, porque contesta diciendo que se niega a rectificar y que Galdós y otros escribían espúreo y que a él -académico- le daba igual lo que dijera el DRAE. Coño, si a un académico le da igual lo que diga su propio diccionario, lo mejor es que no lo editen más y que cada uno vaya por su lado. Por eso los buenos diccionarios regionales son muy útiles, porque te dan licencia para escribir refusilado, como gritaba mi madre cuando salíamos en tropel a divertirnos, en vez de refocilado como seguramente querría y debía decir ella; se lo preguntaré para confirmarlo.

3.- Cuando yo era un aprendiz de periodista y trabajaba en "La Tarde", Alfonso García-Ramos me entregaba sus originales del "Pico de Águilas", escritos a máquina en tiras de papel prensa, para que los llevara a talleres. Al leerlos comencé a amar mi idioma. Ese amor ha continuado, raro en mí que en esa materia de amar soy un saltimbanqui. Y aquí sigo, tan campante.

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La lengua
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