jueves. 25.04.2024

Por Cándido Marquesán Millán

Hace unos días ha aparecido en los medios de la comunicación esta lamentable noticia: La crisis económica global ha disparado el desempleo juvenil a niveles históricos en todo el mundo. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) -con motivo del lanzamiento del Año Internacional de la Juventud - la tasa de paro mundial de este colectivo fue del 13% en 2009. En España es mucho peor, ya que el nivel triplica la media mundial, al elevarse al 40%, la mayor tasa de la Unión Europea, cuya media es del 21,4% en el conjunto de los 27. En España entre los jóvenes además del problema del paro, también se da el trabajo en precario. Es el colectivo que más está sufriendo en propias carnes las secuelas de esta crisis económica, que parece interminable.

Esta situación me preocupa especialmente como educador, como padre y como ciudadano. También debería preocupar al conjunto de nuestra sociedad y sobre todo a la clase política. Me produce una gran inquietud el que para un porcentaje importante de los adultos con trabajos seguros de por vida y bien remunerados este problema no existe. Todavía más. Para ellos la solución se circunscribe “Es que los jóvenes no quieren trabajar, sólo quieren estar de juerga no quieren dar un palo agua, viviendo a costa de sus padres”. Y ya no profundizan más, cuando la cuestión es mucho más compleja. No son muy pertinentes las generalizaciones en fenómenos sociológicos, como el emitir un juicio definitivo sobre cómo es la juventud española actual. Y si se hacen supondrán una visión parcial de la realidad. A pesar de ello, los sociólogos consideran en general que esta juventud española actual es la más formada, la más despolitizada, la más europea, la más dependiente de los padres, la más rebelde y contestataria, y la que dispone de más libertades y alternativas al ocio de toda la historia. Está escasamente integrada en el mundo laboral, con grandes dosis de vulnerabilidad a nivel afectivo y psicológico, y totalmente encadenada a las marcas y las nuevas tecnologías.

En un reciente estudio de la UGT en Cataluña, extrapolable a otras comunidades, se nos advierte que 154.000 catalanes, el 23,1% del total, de entre los 16 y 24 años ni estudian ni trabajan; y que de estos, 55.300 no hacen nada ni para formarse ni para buscar trabajo, estos últimos formarían parte de la generación llamada Ni-Ni. Frente a colectivos como el de los NI-NI, existen otros, la gran mayoría, que su aspiración es trabajar y seguir formándose y si no lo hacen es porque la sociedad se lo impide. Muchos de estos como nunca ha ocurrido en España, tienen una titulación excelente de formación profesional o universitaria, que en escasas ocasiones pueden acceder a un puesto de trabajo y cuando lo hacen es de un nivel muy inferior a su nivel de cualificación, en condiciones de precariedad, estacionalidad y baja remuneración. Según el informe Eurydice, de la Unión Europea, sólo el 40% de los universitarios españoles tiene un trabajo acorde con sus estudios En nuestra realidad cotidiana observamos que muchas personas están ocupando trabajos por debajo de su nivel de formación. Licenciados en Historia del Arte o en Lengua Castellana de comerciales, conductores de autobuses, o peones reponedores en unos Grandes Almacenes. Licenciadas en Derecho, con algún master, y hablando inglés, de cajeras, cuidadoras de niños,

camareras, “abrepuertas”o “traecafés.” Economistas con brillantes expedientes académicos, que trabajan de conserjes, contables o administrativos. Además con unos sueldos que no llegan en bastantes ocasiones a los 1.000 euros. Y lo grave que todos ellos se pueden considerar unos privilegiados, ya que hay otros con estudios universitarios brillantes también, que siguen formándose día tras día y no pueden encontrar un puesto de trabajo, sea el que sea. Hoy existen numerosos arquitectos, economistas, ingenieros, abogados, licenciados en Historia… que no pueden ejercer aquel trabajo para el que se han formado con mucho esfuerzo personal, con una gran inversión del Estado y de su propia familia.

Están enviando día tras día currículos a las escasas ofertas de trabajo que aparecen en los medios de comunicación. Cuando son requeridos para una entrevista, la primera exigencia es de la experiencia, mas al carecer de ella al no haber trabajado nunca, no son contratados. Realmente es una situación surrealista. Algunos de ellos están ya al borde de la desesperación y ya están a punto de desistir. ¡Que cantidad de capital humano se está desaprovechando por parte de la sociedad española! Si esos conspicuos economistas nos bombardean con la idea de ser productivos y competitivos, ¿cómo podemos tener a toda esta juventud tan formada con los brazos cruzados? Esta realidad me resulta difícil de entender, mas viene propiciada por este sistema económico neoliberal que los taumaturgos de la economía nos decían, dicen y seguirán diciendo que es el mejor posible y además sin alternativa posible. Mas no se puede seguir así. Algún cambio radical, en buena lógica surgido de la presión social, tendrá que producirse liderado por la clase política, empresarial y sindical.

De momento, nada se vislumbra en horizonte. Y además por las decisiones que se están tomando todo nos indica en que la situación será más grave en el futuro. Veámoslo. Según expertos la reforma laboral del Gobierno además de ser inservible para crear empleo, sigue condenando a los jóvenes a la temporalidad y la precariedad al aumentar las competencias de las empresas de carácter temporal, que propician los contratos por días o por horas. La reforma de las pensiones, al prolongar la jubilación hasta los 67 años supondrá menos vacantes para los jóvenes, con el agravante de si aquellos que hemos trabajado durante 40 años no tenemos seguro el cobro de nuestra pensión, ¿qué será de toda esta juventud que supera los 30 años sin tener un puesto de trabajo? Este panorama tan desolador para los jóvenes nos muestra una realidad incuestionable que nunca como hasta ahora, en siglos, se había hecho tan patente el riesgo de que la calidad de vida de los hijos sea inferior a la de los padres.

Apocalíptico se manifiesta Alain Touraine en el prólogo del libro de José Félix Tezanos Juventud y exclusión social, "Nuestra sociedad no tiene mucha confianza en el porvenir puesto que excluye a aquellos que representan el futuro" (...) "Se piensa que los jóvenes van a vivir peor que sus padres (...) "Los jóvenes tienen que trabajar de manera tan competitiva, que se acaban rompiendo (...) No están sólo desorientados, es que, en realidad, no hay pistas, no hay camino, no hay derecha, izquierda, adelante, detrás".

Los adultos debemos ser conscientes de nuestra obligación de dejar a nuestros hijos unas condiciones de bienestar, cuando menos iguales a las nuestras. Es lo mínimo. Si no lo hacemos es de esperar de la juventud actual una reacción. Siempre ha ocurrido así a lo largo de la historia. Y cuando ocurra, que ocurrirá no nos tendría que producir sorpresa.

La juventud actual, en la encrucijada
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