viernes. 19.04.2024

Víctor Corcoba Herrero

Desde que los mejores médicos del mundo han sido los doctores Dieta, Reposo y Alegría, por cierto especialistas en la dieta Mediterránea, la capacidad de entusiasmo rechaza a los más intrépidos virus. Ya, en su tiempo, Cervantes conjugó la literatura con la salud de todo el cuerpo y advirtió que se fragua en la oficina del estómago. Es máxima que los profesionales de la medicina trabajen para conservarnos la salud, pero ya me dirán cómo pueden hacerlo si nuestros prácticas alimenticias se dislocan. Pues, ahora también, la Ministra Elena Espinosa está dispuesta a complementar la educación para la ciudadanía, bajo el estilo del comer saludable. No se ha cortado un pelo a la hora de poner el mantel y la mesa repleta de legumbres, cereales, frutas, verduras, pescado, carnes de aves..., y solicitar a la UNESCO que inscriba en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad estos manjares que levantan el ánimo a cualquiera.

La cuestión no es cebarse, aunque la vida sea amarga y nos abra el apetito en demasíe, sino tomar alimento justo y aliento sereno. Elena Espinosa se lo ha tomado en serio y ha manifestado el compromiso de fomentar el estudio, la investigación y la difusión del acervo milenario que representa la dieta Mediterránea, reconociendo que, como demuestran todos los estudios científicos hasta la fecha, este inmenso patrimonio inmaterial que representa este estilo de darle a la boca, forjado en la confluencia de continentes y culturas, comporta beneficios importantes para la salud humana y en consecuencia contribuye a mejorar la calidad de vida de las personas.

Además, hay más beneficios en la gratísima dieta Mediterránea, al parecer estimula la producción y consumo locales, fomenta una agricultura respetuosa con el medio ambiente y promueve los intercambios e iniciativas regionales, contribuyendo al diálogo cultural, a la transferencia de conocimientos y tecnología y a la revitalización económica y social de todas las comunidades del Mare Nostrum. Quizás falte una cosa más, aprovechando que los Ministerios han de ser solidarios unos para con otros, debiera formarse un tripartito de apoyo a Elena Espinosa (de Agricultura, pesca y alimentación) entre la Ministra de Cultura, la de Vivienda y la de Educación y Ciencia. Me explico. La de Cultura para cultivar conversaciones interesantes y no caer en el aburrimiento. Es fundamental buscar a alguien con quien comer y beber antes de buscar algo que comer y beber. Los tiempos no son fáciles para este ligue. La de Vivienda, que incluya en el nuevo plan estatal 2005-2008, donde se pretende favorecer (aunque sea de boquilla) el acceso de los ciudadanos a la vivienda, la doctrina de compartir puchero a través del patio de vecinos. La otra dama ministerial, de Educación, incluya como ejercicio práctico del adoctrinamiento del bloque 2, la vida en comunidad, los valores cívicos de invitar a un excluido a tomar mesa.

Sólo me empacha una cosa de la dieta Mediterránea, que aún viva el perro del hortelano, aquel que no come las berzas ni las deja comer a su amo. O el glotón que todo le es poco para llevárselo a los labios. Yo creo que todavía no es demasiado tarde para construir una utopía que nos permita sentarnos todos a la mesa de nuestro mar, a beber aires de nuestra tierra, condimentados con la sal del afecto.

La dieta mediterránea
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