martes. 23.04.2024

Por Cándido Marquesán Millán

Acaba de celebrarse en Hokkaido, Japón, la cumbre de los países del G-8, Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Italia, Japón y Rusia. Han participado también, además de Barroso, el conocido Grupo de los Cinco, los llamados países emergentes, (Brasil, México, Sudáfrica, India y China), más Australia, Corea del Sur e Indonesia; y países africanos importantes como, Nigeria, Suráfrica, Ghana, Tanzania, Etiopía, Senegal y Argelia.

La primera reunión de este tipo se celebró en Rambouillet (Francia) en 1975, por iniciativa del entonces presidente francés Valéry Giscard d'Estaing. Seis países (Alemania, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia y Japón) participaron en ella, antes de que Canadá se uniera al grupo en 1976 (G7).En 1998 Rusia participó por primera vez en la cumbre y el grupo pasó a ser el G8.

El objetivo de esta reunión era el de debatir e intentar buscar soluciones sobre los problemas más acuciantes, que aquejan al mundo global de hoy.

La situación económica, de tanta gravedad como la de los años 70 del siglo pasado, propiciada por la crisis hipotecaria e inmobiliaria de los Estados Unidos del verano pasado, y que ha desembocado en la subida de las materias primas y del petróleo. El precio de este en un año ha aumentado más del 100%, mientras que alimentos básicos como el trigo, el maíz y el arroz han subido 55, 70 y 160%, respectivamente, causando revueltas populares y agudizando la pobreza en decenas de países.

El problema medioambiental cada vez más grave, tal como estamos constatando continuamente por los numerosos desastres naturales, con inmensas pérdidas humanas y materiales, como consecuencia del cambio climático.

La utopía de alcanzar los llamados "objetivos del milenio": la drástica reducción de la pobreza y el hambre, la disminución de la tasa de mortalidad infantil y la de las muertes causadas por el sida, la malaria y otras enfermedades; y la educación primaria para todos. Como consecuencia del alza de los precios del petróleo y los alimentos estos objetivos no sólo no se van a alcanzar, sino que se agravan al dispararse los índices de pobreza en al menos una treintena de países africanos. En ese desgraciado continente cada día mueren 6.000 personas de VIH-Sida, 7.000 de malaria y entre 2.000 y 3.000 de tuberculosis. La situación es insostenible.

Los líderes de los siete países más industrializados y Rusia acordaron en Japón impulsar una reducción a la mitad de las emisiones de CO2 para 2050, anuncio que fue acogido con entusiasmo, sobre todo porque representa un cambio de actitud en la Administración de Estados Unidos, que abandona así su resistencia a que se fije un objetivo a largo plazo para la protección del clima. Sin embargo, a sólo seis meses de agotar su mandato, este cambio de rumbo de Washington deberá hacerse firme en la Cumbre del Clima de Copenhague en 2009, para comprobar si se traduce en metas concretas para su país y objetivos más ambiciosos a escala global. Lo acordado también esconde una trampa: el recorte no se hace sobre lo emitido en 1990, sino sobre los niveles actuales. José Antonio Hernández de Toro, portavoz de Intermón Oxfam para cambio climático, dijo que "a esta velocidad, hacia 2050 la tierra se habrá achicharrado y nadie recordará quienes fueron los líderes del G8.

La agenda de esta cumbre del G8 contemplaba, además, el abordaje de la crisis alimentaria mundial como uno de los factores perjudiciales para la salud global. Sin embargo, los mandatarios han sido incapaces de consensuar un plan de acción contundente y simplemente llamaron a los países con suficientes stocks de alimentos a liberar algunas de sus reservas para ayudar a otros en dificultades para enfrentar los altos precios, e indicaron que es “imperativo” levantar las restricciones a las exportaciones alimenticias. Por cierto, que los jefes de Estado y de Gobierno del G-8 no se privaron de nada en la cena que, junto a sus cónyuges, celebraron en la noche del lunes en el hotel Windsor de la isla de Hokkaido. Sus anfitriones japoneses, aún menos, y por eso reclutaron a 25 chefs para ofrecer manjares dignos de los paladares más exquisitos, precisamente en la cumbre que debía dar una respuesta a la crisis de los alimentos que aqueja a los países más pobres del planeta.

En cuanto al petróleo los líderes del G8 llamaron a los países productores de crudo a aumentar sus capacidades de producción y refinación, así como a expandir las inversiones en la exploración para ayudar a enfriar los precios récord del crudo.

También han tenido tiempo para abordar el estado de los sistemas sanitarios del mundo. Sus conclusiones han tomado forma de documento, en el que plasman los pasos que han de tomarse para garantizar la consecución de los Objetivos del Milenio, marcados por la Organización Mundial de la Salud para 2010. No obstante, han considerado que la efectividad de las acciones sólo puede garantizarse si se amplía la perspectiva más allá de 2015, y si se incrementan los esfuerzos en prevención e investigación para identificar las raíces del problema. Es igualmente necesario, según se ha concluido, fortalecer la capacidad de los países desarrollados para dirigir la investigación biomédica hacia la promoción y desarrollo de nuevos métodos de diagnóstico, vacunas y fármacos, así como indicadores y métodos de evaluación.

Si la reunión de 2000 centró sus esfuerzos en las enfermedades infecciosas, en esta ocasión la tuberculosis, la malaria y el tratamiento del sida han sido considerados los mayores retos de los miembros del G8, preocupados por el desigual acceso a los tratamientos antiretrovirales, principalmente en los países del Tercer Mundo.

También hablaron de otros temas. Sobre Zimbabue los líderes del G8 expresaron su “seria preocupación” por la reelección del presidente Robert Mugabe el mes pasado, marcada por la violencia. Advirtieron sobre más acciones, incluidas medidas financieras contra quienes estuvieron detrás de la violencia, y recomendaron a la ONU designar un enviado especial para el país. Urgieron a Irán a poner fin a sus actividades de enriquecimiento de uranio, de acuerdo a las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, y llamaron a Teherán a responder positivamente a la mediación internacional.

Tengo la impresión de que ha sido una reunión cara la galería, como si hubiera que cubrir un expediente. Buenas palabras pero pocas medidas concretas Por una parte los dirigentes del G8, todavía no están suficientemente sensibilizados por este conjunto de problemas, que los ven como una realidad muy lejana. Por otra parte, los líderes aquí llegados; unos, son muy impopulares en sus países y en sus propios partidos; otros, están a punto de acabar su mandato; por lo que no quieren ni pueden asumir compromisos. El caso de los Estados Unidos es paradigmático.

Igualmente se debería cambiar la composición y estructura de funcionamiento de este organismo. Ni son todos los que están, ni están todos los que son. Resulta inexplicable que si se va a hablar sobre los precios del petróleo, la ausencia de Arabia Saudita. El G-8 necesita una reforma importante para adecuarse a un mundo diferente al de 1975.

La cumbre del G-8: mucho ruido y pocas nueces
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