jueves. 28.03.2024

Por Víctor Corcoba Herrero

Ha acertado el Ministerio de Cultura español, creando el Premio Nacional de Periodismo Cultural. De entrada, el objetivo es bueno. Se trata de reconocer la labor de profesionales del periodismo y de instituciones que, bien con sus obras, o bien a través de su participación activa en diversos ámbitos de la creación artística o literaria, fomentan las actividades culturales contribuyendo con ello al enriquecimiento del patrimonio cultural de España. Dicho así y realizado así, es magnífico. La cultura es una necesidad vital, urgente y necesaria en nuestras sociedades actuales, sobre todo para transformarla. Ahora bien, podemos pasar al otro polo, y lo que en principio es bueno, puede llegar a ser nefasto, sobre todo si el galardón sirve para pagar prebendas y servidumbres, o propagar charlatanería embadurnada de sectarismo y de pensamientos afines al poder. Aparte de ser injusto, porque se está utilizando dinero público, es una verdadera mortaja al significado de la palabra. Cuidado con esta adquirida cultura putrefacta que tanto prolifera, inmoral cien por cien, que lo único que cultiva es el maridaje con el sol que más calienta.

Es cierto, por otra parte, que la cultura hay que subvencionarla, protegerla, avivarla, máxime cuando el futuro del ser humano depende de ella. Pero la cultura de la libertad, la cultura de la humanización en definitiva, la que nos hace sentirnos reconfortados. Sabemos que existen muchas formas de cultura, pero algunas que llevan este ancestral apellido, son más una agresión a los derechos de la persona, que una liberación. Todas aquellas iniciativas éticas, gestadas con ánimo abierto y amplitud de miras, llevadas a cabo en la dirección de una cultura universal y universalista, son portadoras de un beneficio general. Y, evidentemente, premiar a estos agentes de cultura sin etiquetas, a esas fuerzas vivas de ocio cultural, es un oportuno acto de gratitud. El agradecimiento -decía Quevedo- es la parte principal de un hombre de bien. Y una sociedad agradecida es una sociedad de bien, por la que vale la pena apostar y enaltecer. Quizás hoy más que nunca se precise una cultura de referentes, dispuesta a superarse continuamente a sí misma. La sociedad, sin duda, necesita personas que manifiesten con sus acciones la existencia de unos valores fundamentales y dignificantes. Al fin y al cabo, sólo el ser humano cultivado es libre.

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La cultura para transformar la sociedad
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