viernes. 29.03.2024

Hasta este miércoles por la tarde/noche, momento en el que escribo estas líneas, con respecto a la crisis que no existe -qué va- en el pacto o reparto de gobierno entre PIL y PSOE, lo único que se sabe es que no se sabe nada. Lo cual ya es saber algo, como nos enseñó Sócrates (el filósofo griego, no el recordado jugador de la selección brasileña de fútbol, aunque ambos guardan un gran parecido físico; las barbas es lo que tienen: igualan lo desigual). El que menos sabes de la crisis, claro, es el PSOE. Bueno, el PSOE incluso la niega todavía hoy, a estas alturas del esperpento. Y me dicen que su secretario general, que haberlo haylo aunque lo disimule, va contando que se ha enterado de la falsa crisis por la prensa, como en los mejores tiempos de don Felipe González Márquez. Mala cosa pensar que le gente se traga lo primero que se le cuente.

Aunque no hay crisis sino un “desencuentro”, según los adictos a esa mentira maquillada que es el eufemismo, los socios y sin embargo enemigos no se ponen de acuerdo ni a la hora de elegir día y hora para la cita en la que habrán de tratar sobre un problema inventado por la prensa, que es muy mala, como es triste fama, pero que al menos tiene y mantiene informado a don Manuel Fajardo Palarea, que no sé si tendrá también información sobre el obvio desgaste político y electoral que supone para su partido el escuchar durante semanas y en todos los medios de comunicación, no de boca de la oposición -que estaría en su papel natural- sino de su propio socio en el pacto, la acusación de inutilidad y gandulería manifiesta. Queda el PSOE en esa fotografía como una formación a la que le trae sin cuidado la presunta, posible, presumible o probable “parálisis institucional” (o sea, el funcionamiento real de esta pobre islita rica sin gobierno conocido), mientras el PIL sale más que bien parado porque es el que hace como que al menos no va a permitir que se mantenga en el tiempo y de forma y manera indefinida el infarto institucional.

En un pacto entre dos (entre tres o más sería distinto), una de las dos partes reconoce, publicita y critica amargamente a los cuatro vientos mediáticos que la otra parte no ha hecho nada en el escaso medio año que dura el conchabo o paripé. La parte pachorruda hace como que no escucha las críticas de su socio, no quiere darse por enterada porque en tal caso reconocería explícita o implícitamente que existe esa crisis de gobierno de la que no quiere ni oír hablar, en la creencia de que escondiendo la cabeza dentro del hoyo o debajo del ala desaparecen los problemas. Es como en lo del matrimonio de toda la vida del diablo: el último en enterarse siempre es el que lleva la cornamenta o al que le han puesto los tarros, como dicen en parte de Hispanoamérica. El matrimonio PIL-PSOE no funciona ni furula (“pero joden un montón”, me decía la otra noche una periodista peninsular); uno de los cónyuges (PIL) lo cuenta por todo el pueblo. El otro calla. Pero la cama sabe la verdad, y es obvio que si el ayuntamiento carnal funcionara ninguna de las dos partes se quejaría. Lógica elemental, al alcance incluso de un concejal o consejero raso. Hace años que el matrimonio está en crisis, para mosqueo de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, que por algo tiene prohibido casarse a los suyos, mientras se pirra por casar a los demás, pese a ser sabedora de que el matrimonio es aquello que empieza con un mariachi en tu ventana y termina con un abogado en tu puerta.

Supongamos que estos dos se arreglan mañana mismo. En tal caso, ¿a otra cosa, mariposa, y aquí no ha pasado nada? ¿Y el tiempo transcurrido y perdido en estos seis meses de inactividad reconocida y denunciada por una de las partes contratantes? Sí, la crisis más peligrosa es la que se ignora. La que, cuando todo el mundo la palpa, uno que no quiere reconocer la evidencia porque quedaría en ídem, intenta taparla, disimularla, negarla o ningunearla. Y las bases del PSOE, simpatizantes, militantes, militontos, cargos electos, asesores, enchufados y por ahí que llevan meses sin vivir en ellos, los pobres. Y el secretario general, si lo hubiera o hubiese, desaparecido en combate. Como si la guerra no fuera con él, mientras tiene y mantiene desorientados y con el miedo en el cuerpo a sus correligionarios en la salud -siempre- y en la enfermedad un poco menos. Esa gente está de los nervios. Desalados a tope. Y el jefe mirando para otro lado...

Algunos malpensados de lengua suelta ya van diciendo por las esquinas que ahora entienden perfectamente a los que tomaron la impopular decisión de subirse sus respectivos sueldos como primera medida porque igual iban a cobrarlos durante muy pocos meses. Razones.

Para no existir, esta crisis ya empieza a durar demasiado... ([email protected]).

La crisis que no existe (II)
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