martes. 23.04.2024

Por Lorenzo Lemaur. Nacido en Agüimes y conejero de adopción

Les dejé la pasada semana con el título del libro que ha cambiado mi vida. Un libro sencillo, de solo 138 páginas, que me prestó Hilario López, amigo venido de Madrid a Canarias en 1987, y de donde no se piensa marchar, así que será mejor que ni intentemos echarlo. El libro lo titula su autor, el doctor brasileño Lair Ribeiro, “Él éxito no llega por casualidad”, y subtitula anunciando que “incluye las 18 leyes universales del éxito”. Prometí darles más detalles de él y a ello me pongo.

Mirándolo ahora, para podar hablar de él con más conocimiento de causa (si bien una amiga filóloga me dice que esa expresión no es correcta, en puridad de la lengua española), veo que en la página 26 del libro, y siguiendo las indicaciones de su autor, escribí las 10 cualidades que en aquel momento poseía o me hubiera gustado poseer. A saber: Feliz, Amante, Práctico, Tenaz, Responsable, Tolerante, Ambicioso, Psicólogo, Capaz, Inteligente. Y sigue las instrucciones del autor: “Piense en estas cualidades durante 21 días. De este modo, quedarán implantadas en su estructura personal y pasarán a ser parte integrante de usted”. Así lo hice y así ha ocurrido. Al menos, yo así lo creo y con ello se cumple la primera de las cualidades pretendidas: Soy feliz. Concluye la página 26 con una cita de Henry Ford (estadounidense fundador de los coches Ford y la fabricación de coches en cadena) (que confieso no saber quién es): “Tanto si piensa que puede como si piensa que no puede, de cualquier modo está en lo cierto”. Siendo así, que yo lo creo, mejor será pensar que si puedes. Es, claramente, más rentable.

Puesto a ser feliz, dejé de pedir sin hacer yo nada y me puse a hacer: programación neurolingüística sé, ahora con algo más de fundamento, que lo llaman. Si bien ahora sé que La Vida Es, me costó llegar a asumirlo y asimilarlo de está forma tan gráfica y con una frase tan corta y sencilla.

Fue un proceso, como todas las cosas, supongo, pues no creo en los cambios, creo más en la evolución. Después de leer el citado libro, repasarlo, hacer muchas anotaciones, recurrir a él cada vez que tenía que resolver algo, llegó el momento en que me vi involucrado en algo trascendental, verdaderamente trascendental. No entro en detalles pues atañe a la intimidad de terceros, pero el proceso me llevó a sintetizar en la frase La Vida Es la nueva filosofía de vida que, concientemente, programado neurolingüísticamente, está mejorando mi vida y, lo que es igual de importante, trato de mejorar la de los demás, si bien no soy yo quien puede saber si de verdad en algo contribuyo a ello.

Cuando me dispongo a concluir este artículo, tomo conciencia de que se me ha venido a menos la concentración e inspiración. Hace unas semanas el flujo de inspiración me llevó a aventurar que de esta seria (La Vida Es) escribiría una relativamente larga serie, pero ahora, en este momento, decido concluirla con esta segunda reflexión. Ello no es motivo para que no les amenace con retomar el tema y el análisis del referido libro en otro momento.

Sea como fuere, no quiero acabar sin atreverme a aconsejarles que se propongan ser felices. No se abandonen a lo que suponen que la vida les vaya a deparar. Eso es mentira porque La Vida Es y tú que ahora me lees construyes la tuya con lo que hagas o dejas de hacer.

P.D.: En esta ocasión no tengo inspiración ni para que se me ocurra o me sea necesaria una posdata.

“La Vida Es” (y II)
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