viernes. 29.03.2024

Ya contamos en la edición anterior la historia de un germano de la Germania que un buen día cogió, en un gesto de generosidad sin precedentes, y donó a una institución pública de mucho renombre unos solares con solera grandes como grande es el mar. En la institución pública le aseguraron que su destino revertería en el bien del pueblo, creyendo sobre todo que lo más probable era que se hicieran instalaciones deportivas y parques infantiles. De la noche a la mañana se enteró el pobre teutón de que el uso de los solares pasó a ser urbano, cambiando completamente el destino originario de la generosa donación. Cambió a urbano, claro, luego de haber sido permutado con los solares de unos parientes del oligarca de turno. Bien, lo que podemos seguir contando en esta segunda parte es que los documentos ya se han depositado en el lugar correspondiente, y determinado oligarca se las va a ver y se las va a desear para explicar algunas cosas al pueblo que dice defender. Y es que la honestidad, como el movimiento, se demuestra andando. Y el oligarca en cuestión últimamente no anda demasiado, está sentado en su cómodo sillón esperando a ver que pasa. Y lo que pasa es que esos documentos del pobre germano verán la luz muy pronto.

LA SEGUNDA PARTE DEL GERMANO
Comentarios