sábado. 20.04.2024

Por Víctor Corcoba Herrero

No es literatura, aunque la historia podría denominarse: buscando poesía desesperadamente... La lozanía se lleva el papel de los buscavidas, que buena falta nos hace. Lo predijo el poeta que recolectó el tiempo para sí, cuando dijo: juventud, divino tesoro. Todo esto viene al hilo de un encuentro de jóvenes. Realmente deseo que tomen la palabra y busquen el exacto verbo para que remuerda los interiores de los adúlteros adultos. Pongo la esperanza, pues, en los cientos de miles de chavales, una riada de mocerío, dispuestos a encender la lámpara de las ideas y a no dejar que se apague la mecha del pensamiento. El batallador cónclave, apiñado en la República de Corea, está ingeniosamente dispuesto a pedir pactos entre gobiernos, por necesidad urgente del planetario, y así lograr realidades en la próxima cumbre sobre cambio climático, que tendrá lugar en Copenhague en el mes de diciembre.

La verdad que hay mucha vida oculta tras las acciones y opciones humanas, consentidas y asentidas por gentes de mando en plaza, que todavía siguen acosando y ahogando el medio ambiente. El susodicho encuentro, que no solo hay que estimar sino también engrandecer para denigrar a la legión de contaminadores que reproducen contaminantes como cucarachas, se celebra en la ciudad surcoreana de Daejeon estos días de agosto, bajo el auspicio del Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA). Sólo ellos tienen la lucidez sin ataduras, el genio vivo y la genialidad desmembrada de intereses.

Los ciudadanos, invadidos por tantas políticas corruptas, precisan de esta sangre joven dispuesta a regenerar la vida y a socializar globalmente la red ecológica, sin más demora. No es tiempo de reconocer lo que es una realidad palpable. Si no somos capaces de afrontar estos nuevos desafíos con un renovado sentido de la justicia e igualdad social, en una apuesta decidida por las energías limpias, se corre el riesgo de ensanchar una degradación ambiental de terribles consecuencias. El ser humano no puede ser un peligro para su propio hábitat. La acción es estúpida. Hay, por consiguiente, una necesidad perentoria de alumbrar nuevos modos y maneras de vida, de educar en la obligación de respetar el medio ambiente. Todas las fuerzas políticas, económicas, sociales, la misma persona como individuo de una colectividad, han de verse y vivirse como gestores de su medio ambiente en el que no tienen cabida los explotadores. Quizás tengamos que articular las lenguas bajo un lenguaje común, el de vivir y dejar vivir; modular las ciencias humanas con las ciencias naturales, concertar filosofías con la interpretación filológica del universo.

No tenemos otra mansión que el planeta, al que hemos de cuidar y cultivar con el abecedario de la libertad responsable, teniendo siempre como criterio orientador el bien de todos, no el bien de algunos como viene sucediendo. Como alguna vez dijo Kofi Annan: “una sociedad que aísla a sus jóvenes, corta sus amarras: está condenada a desangrarse”. Ellos, sin duda, son el empuje vital para que la sociedad cambie. En consecuencia, prestemos atención a su voz que, en su palabra, arde la auténtica solidaridad que tanto escasea en el mundo.

Juventud, divino tesoro
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