jueves. 25.04.2024

Escribe el señor Manuel N. González en su carta que se siente con derecho a “rizar el rizo” y transmitirnos, después de tres semanas en Silesia, sus experiencias sobre el antisemitismo polaco. No seré yo quien lo quite. Sin embargo, después de quince años en este país, creo saber algo más de lo que él nos cuenta y puedo afirmar que lo que entrevemos de su relato se parece tanto a Polonia como una silla a una silla eléctrica.

Hay en su carta errores de bulto, imprecisiones y omisiones importantes, pero sobre todo deja la sensación de que el viajero iba al Este de Europa con sus prejuicios y cualquier cosa que veía le ha servido para confirmarlos. La lista de fallos es larga, y por eso ya de antemano les pido disculpas por extenderme.

Primero le molesta que en el antiguo barrio judío de Wroclaw haya restaurantes kosher y esté "bien visto" tomar un café o charlar en las terrazas allí existentes, para al final de su carta decirnos que también le sienta mal que Auschwitz esté abierto a visitantes de fuera. Convendría que nos explique en qué consiste el crimen en ambos casos. Desde luego, es falso que los polacos traten Auschwitz como un lugar donde pasar el cepillo: además de los judíos que fueron allí ejecutados, también pasaron por allí decenas de miles de polacos (sin olvidar que, entre los judíos, muchos de ellos eran nacionalidad polaca y se sentían también patriotas polacos). La reaccíon polaca, inmediata, al famoso robo del "Arbeit macht frei" lo deja claro.

Luego nos explica que primero los alemanes echaron a los judíos de sus casas y los enviaron a campos de exterminio y que más tarde los polacos "no protestaron" por la liquidación de los judíos en Wroclaw. Difícilmente podrían protestar en una ciudad alemana, que pasó a ser polaca sólo después de la II Guerra Mundial.

A continuación, le parecen pocos los "sólo 5.000 Justos entre las Naciones" de Polonia, un país de tantos millones de personas. Exige heroicidad de toda una nación. Pero lo peor es que obvia la existencia de ésta. No sabe o no recuerda que salvar a un judío en la Polonia ocupada era infinitamente más difícil que hacerlo en Francia o en la misma Alemania, y que el castigo era la pena máxima, ejecutada sumariamente. De hecho, para salvar a un sólo judío era necesaria una cadena de gente de buena voluntad, y que bastaba un miserable (que también los hubo), para echar por tierra la labor de decenas o cientos de personas. Más aún, muchos de los polacos que ayudaron a judíos a escapar de una muerte segura, no hablaron de ello después de la guerra: los nuevos ocupantes, los comunistas, miraban con recelo a esas personas, pues bien sabían que en gran parte de los casos, pertenecían a sociedades de carácter patriótico o religioso, en cuyo caso podían estar seguros de acabar, como mínimo, en la cárcel.

No debemos olvidarnos tampoco de que el las autoridades clandestinas polacas prohibían cualquier tipo de colaboración con el invasor en esta materia. La pena en este caso también era la de muerte y, efectivamente, no faltaron ejecuciones.

En otro punto nos deleita con otra barbaridad ahistórica: he aquí que el antisemitismo alemán era "marginal", y en Polonia era el peligro real, era y es un elemento transmitido de generación en generación con la leche materna. Curioso, será por eso que Polonia ha sido quizá el único país europeo del que nunca se expulsó a los judíos. Los pogromos no tenían lugar aquí. ¿Antisemitismo? Sí, lo hubo. Pero no era cuestión racial. Más bien puede describirse como el trato entre vecinos que se conocen bien. A veces se llevan mejor y otras peor. Y era también cuestión de competencia económica. Pero pasar de ahí al exterminio, y a eso nos va llevando el señor González, es una manipulación en toda regla.

Una famosa anécdota que ilustra bien las diferencias la protagonizó el jefe de la Falange polaca, Boleslaw Piasecki, encarcelado por la Gestapo: animado a colaborar con los nazis respondió "estos son nuestros judíos - dejadlos en paz".

Curioso, siempre aparecen los mismos dos ejemplos o tres de crímenes de polacos contra los judíos: Jedwabne, Kielce (tras la guerra), y Ejszyszki (éste no lo cita). Vaya por delante que la muerte de un sólo hombre es ya una tragedia, pero el sr. González se saca de la chistera la cifra de 1.600 asesinados en Jedwabne, y que asume que esta masacre fue espontánea. No advierte que los alemanes allí presentes, una Einsatzgruppen de las SS -y no de la "Wehrmach" (sic!)- no estaban por allí en misión de paz, sino que su labor era precisamente provocar a los polacos para que hicieran "el trabajo sucio". Desgraciadamente, en Jedwabne lo consiguieron, pero ¿puede darme más ejemplos? Cinco años de ocupación nazi y una masacre en un país tan "antisemita" no es precisamente un logro de Guinness - y repito que la muerte de uno sólo ya es horrenda.

De todas formas, ya que hablamos de Jedwabne, convendría hacer un pequeño ejercicio de geografía. Este pueblo se encuentra en la zona ocupada por los soviéticos en 1939 en base al tratado Ribbentrop-Molotov. Pues bien, merece la pena recordar que una pequeña parte de los judíos que habitaban esas tierras, junto a polacos, ucranianos, bielorrusos, lituanos, etc. se unieron con gusto al nuevo patrón. Podríamos preguntarnos, parodiando a don Manuel ¿dónde estaban los rabinos cuando medio millón de polacos fueron deportados, enviados a campos de concentración o asesinados con un tiro en la nuca? Pero sabemos bien que la cuestión no debe presentarse así y que sólo un pequeño número de judíos (pero existente) se prestó a colaborar con el nuevo régimen. En cuanto al pogromo de Kielce, tras la guerra, tratar a estas alturas de presentarlo como otro movimiento espontáneo, sin mencionar para nada la participación de los servicios de represión comunistas, me parece poco honesto.

Podría seguir, pero creo que estas letras son suficientes para mostrar que, desde luego, Polonia es mucho más que "un centro turístico antisemita", por más que al señor González le disgusten los souvenires que representan la imagen del "típico judío" que puedan encontrarse en algún sitio. Bueno, los judíos eran parte de la imagen de este país antes de la guerra. Si en los souvenires aparecen también polacos ataviados y representados según los tópicos ¿deben también enfadarse y renegar del pasado? Al fin y al cabo, según comentó Chesterton durante su visita a Varsovia, "judíos como los de aquí ya no los hay en ningún sitio".

Higinio J. Paterna Sánchez

Varsovia

¿Judeofobia en Polonia? Respuesta a la carta de Manuel N. González
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