sábado. 20.04.2024

Por J. Lavín Alonso

Afirmó Einstein que es más fácil romper un átomo que un prejuicio. La recientemente fallecida periodista y escritora, Oriana Fallaci, ya nos advirtió en sus últimos escritos, surgidos tras el atentado del 11-S, del peligro creciente que cierto fanatismo islamista significaría para la civilización judeo-cristiana de Occidente. Incluso vaticinó que, de seguir así las cosas, Europa se convertiría en Eurabia. ¿Premonición? ¿Alarmismo infundado? Chi lo sá. Al menos, de momento.

Con su característica visión polarizada del mundo, con un espíritu formado en la resistencia contra el fascismo italiano; con agallas y honestidad de sobra, no exentas de un cierto toque de histrionismo y provocación, incluso de maniqueísmo, nos lo advirtió claramente en sus escritos La rabia y el orgullo, La fuerza de la razón o El Apocalipsis, amén de la postrera entrevista que se hizo a si misma. No se, hasta ahora, de la existencia de ninguna contra argumentación eficaz y solvente, de una refutación que invalide sus postulados en forma taxativa. Y lo que es peor aun: los hechos han venido hasta ahora dándole la razón en algunos aspectos. Otra cosa es que se quiera tener esto en cuenta o no.

Recordemos, sin ir mas lejos, la batahola de protestas que levantaron las caricaturas del Profeta en un periódico danés o las algaradas en los barrios periféricos de Paris, da hace unos meses, ambas alimentadas por un extremismo fanático e intolerante. Hace poco, un conspicuo ayatolá, Husein Fadlallah, afirmaba en unas declaraciones a los medios, y sin el menor rubor, que la homosexualidad en una perversión, justificando la aplicación de la pena de muerte a quienes tuviesen tal desviación. Ninguna voz de protesta se ha alzado por esta parte del mundo para salir al paso de tamaña demostración de aberrante intolerancia. Tal vez tenga ese silencio algo que ver con la corrección política... o quizá es que aun hay diferencias.

Cierto es que hay pensamientos, palabras o manifestaciones que pudieran resultar, en un momento dado, inoportunas o poco afortunadas, pero eso es algo que siempre resulta bastante subjetivo. Todo está en función de la interpretación que se quiera hacer de ellos y de hasta que punto se esté dispuesto a buscarle tres pies al gato - cual parecer ser el caso. Pero de eso a abdicar del derecho a la libertad de expresión, como uno de los logros más importantes de la Democracia, media un abismo. Tal prerrogativa no es materia negociable para quienes amamos la libertad y el imperio de la Ley.

Uno de los procedimientos favoritos y más sectarios de la intolerancia es es el de tergiversar las palabras y los textos de quien o quienes se desea denostar. Para ello, lo más eficaz es sacar del contexto alguna frase o parte del mismo. Tal parece haber sido el caso de la reciente conferencia académica de Benedicto XVI en la Universidad de Ratisbona, en el transcurso de la cual se refirió a un dialogo que el emperador bizantino Manuel II Paleólogo mantuvo en Ankara, a finales del siglo XIV, con un erudito persa acerca del Cristianismo y del Islam, así como sobre la verdad de ambos. Al parecer, una parte de tal cita ha sido motivo de gran iracundia por parte de muchos musulmanes, no todos. Según The New York Times, diario que parece ser que adoptó una postura algo critica con el Papa, lo cual tampoco es de extrañar, publicó en su edición del 17.09 que Su Santidad sostiene que sus reflexiones acerca del Islam fueron tomadas de un texto que no refleja en modo alguno su opinión personal y que lamenta sinceramente el malestar de los seguidores del Profeta.

De todo lo expuesto y ciñéndonos exclusivamente al ámbito de las creencias religiosas y su praxis, surgen, casi imperiosamente, algunas preguntas ¿Son la ira y la intolerancia el mejor modo de solventar las posibles controversias en ese campo? ¿Es aceptable que dichas actitudes traten de invalidar la libertad de expresión, sin que medien otros imperativos categóricos?

Fue la violencia intolerante, y no otra, la causa de las muertes de Jesús de Nazaret, de Mahatma Gandhi o de Luther King. Y así ¿hasta cuando...?

Intolerancia
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