jueves. 25.04.2024

Por Andrés Chaves

1.- Si ustedes fueran personas curiosas y repasaran mis artículos y mis críticas a la fuerzas de seguridad y a la justicia en los últimos años, concluirían conmigo que en España ha tiempo que se ha pulverizado el Estado de Derecho. Y, concretamente, uno de sus pilares constitucionales esenciales, cual es la presunción de inocencia. La Ley de Enjuiciamiento Criminal, ignorada de manera sistemática por el Ministerio del Interior socialista, establece que las detenciones han de ser hechas de forma que no se menoscabe la dignidad de las personas que arresta la policía. El caso del joven acusado falsamente de haber maltratado a una niña de tres años, Aitana , hija de su novia, cuando lo que realmente hizo fue intentar salvarle la vida, ha reabierto la espita de los derechos fundamentales transgredidos. Cuántas veces he dicho aquí mismo que los tribunales y las fuerzas de seguridad han vulnerado la ley en Canarias, exhibiendo detenciones, mofándose de los imputados (todos han sido posteriormente puestos en libertad, con o sin cargos), lanzando a la calle los secretos del sumario, alargando los sumarios de manera inverosímil y montando intolerables juicios paralelos a personas honorables, que no han sido condenadas por tribunal alguno. Y que, probablemente, nunca lo serán.

2.- Lo ocurrido con este joven, víctima de un error médico en la valoración de la niña fallecida, y reivindicado por la ciencia forense, no tiene nombre. Nunca se va a recuperar de esta intolerable reprobación social, ni del error médico terrible, ni de los paseos a que lo sometieron los agentes delante de los fotógrafos de prensa. Un linchamiento moral del que son culpables no sólo esos agentes y esos médicos de actuación errática, sino el propio sistema. No vivimos en un Estado de Derecho. Parece como si en España nadie se fuera a librar de una detención al amanecer. Y esta sensación de inseguridad perturba al ciudadano. No lo duden. Porque la ley no va a amparar a este joven herido por la calumnia. Ni los medios de comunicación -otros grandísimos culpables, que han pedido perdón- harán lo imposible por devolverle la fama. En realidad, la fama sólo es de Dios.

3.- Vivimos peligrosamente. Y parece mentira que así ocurra en una nación que va a presidir pronto la Unión, aunque sea de una manera simbólica. Nos jactamos de una Constitución modélica y moderna, pero la transgredimos continuamente. Es una pena que este país se tome tan alegremente su obligación ineludible de respetar la fama y el honor de sus ciudadanos. Pero mis palabras caerán en el vacío. Mañana habrá nuevas detenciones, con luz y fotógrafos.

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Inocente o culpable
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