miércoles. 24.04.2024

Por INA

Son nuestra mejor compañía en cualquier viaje y principalmente en el de la vida, hoy es un desconocido pero mañana puede ser un amigo. Un día pasa alguien, alguien que nunca hemos visto antes o si pero no le prestamos la suficiente atención, que nos habla como si nos conociera de siempre viendo en nosotros lo que quizá todos sabemos, incluso nuestros amigos y familiares, pero nadie ha sabido o querido decir, en ese momento por necesidad cambiamos, solo si hemos querido escuchar, volvemos a reconstruir nuestro proyecto, quizá no volvamos a vernos, o si pero no nos reconozcamos porque lo que vimos la primera vez no fue nuestra apariencia física sino nuestra realidad interna, tras un corazón dispuesto solo se ve el interior tal cual es ¿qué queda de nosotros una vez hemos eliminado todos nuestros contactos con el exterior, esos sentidos con los que disfrutamos, es verdad, oliendo, viendo, saboreando, palpando, pero que también nos engañan, en cierta manera, desvirtuándonos la realidad, haciéndonos creer que estamos en un lugar concreto cuando más tarde nos hacen ver que no es así?.

Somos como árboles expandiendo sus ramas en busca de la luz, como nosotros crecemos tras la razón, al igual que éstos, y a pesar de su aparente inmovilidad, también necesitamos de una base consistente, fuerte, bien enraizada, raíces necesitadas de un sustrato como nosotros nos vemos necesitados de una sociedad y de sus leyes o normas como pilares de sustento para empezar a caminar, ahora bien, la dirección que tomemos si va a depender en gran medida de nosotros mismos pero aún así tendremos en cuenta que siempre debemos considerarnos como una unidad más sin la cuál la sociedad se vería incompleta.

Ocurre que los árboles que hoy plantamos y que mañana, y no habrá pasado mucho tiempo, nos dan su fruto y su sombra, en muchas ocasiones siquiera sin pedir nada a cambio, son ya viejos como nosotros, para cuando queramos darnos cuenta ya quizá es tarde; tenemos tres años y ya somos mayores para llevar pañales, tenemos nueve y ya somos mayores para jugar según con qué, tenemos dieciséis y somos demasiado mayores para ahora comportarnos como un niño de doce o catorce, y así hasta que llegamos a una edad en la que se nos está permitido todo otra vez, ya no se es mayor para esto o lo otro, sencillamente hemos llegado al final del camino y como vencedores que somos lo merecemos todo sin restricciones, volvemos a jugar, reír, hablar independientemente siguiendo nuestro criterio no uno impuesto por razones miles que nos encontramos durante nuestra madurez, razones que si no fuera por nuestras ilusiones puestas en la vida se apoderarían de nosotros haciéndonos perder lo más preciado que podamos tener, las ganas de vivir, la ilusión por vivir.

Ilusiones
Comentarios