viernes. 29.03.2024

Por Cándido Marquesán Millán

Con la crisis de la deuda irlandesa entraba dentro de lo previsible que los mercados, o sea, personas concretas, auténticos tiburones especuladores la iban a emprender de pleno con Portugal y España. Y así ha ocurrido. Hace días que diferentes medios de comunicación nacionales e internacionales y alguna fuerza política nacional impregnada de profundo patriotismo, están sembrando la desconfianza sobre la credibilidad de la economía española. Hasta hace poco me resistía a creer que fuera cierto, mas finalmente no he tenido otra opción: la mayoría de los medios de comunicación españoles, así como la cúpula dirigente del PP se regocijan profundamente cuanto peores sean las perspectivas sobre la economía española. Titulares como los que siguen lo demuestran “El contagio puede llegar a España”, “Las agencias rebajan la calificación de la deuda española”, “Caída estrepitosa de las cotizaciones del IBEX, la mayor en lo que va de año y todavía no ha tocado fondo”… Los dirigentes populares en la misma línea “ZP nos lleva a la ruina”, “La economía española va hacia el suicidio”, “La situación de España es muy semejante a la de Grecia”. Lo que se deduce de tales comentarios es “Venga que ya falta poco, que ya está a punto de caer, un empujón y ya ha caído”. Por ello, en este contexto Esteban Pons sigue ayudando “El Gobierno de ZP ha engañado a sus socios comunitarios como hizo en su día el Ejecutivo conservador griego”, lo que es de una irresponsabilidad vergonzosa. Todavía no se han enterado los dirigentes populares que cuanto más cara sea la deuda pública española, más costosa será su devolución para todos los españoles. Y sobre todo, destaca entre los mensajeros patrióticos un expresidente, que ha aprovechado y lo sigue haciendo, cualquier circunstancia y si es en el extranjero mejor todavía, para expresar “ZP nos lleva a la ruina más absoluta”. Obviamente todos estos juicios pueden emitirse, no faltaría más, en un sistema democrático; como también hay que reconocer lo errores que ha cometido el Gobierno de ZP en la gestión de esta crisis económica extraordinariamente complicada en su origen y en su desarrollo, aunque también puede servir de atenuante, ¿qué gobierno no los ha cometido? ¿qué economista la había previsto o se ha atrevido a dar alguna solución viable? Parece lógico que una visión tan catastrófica día tras día, llegue a calar en los inversores extranjeros y produzcan un daño de consecuencias imprevisibles en nuestra economía. Tanto intento de crear el pánico, al final ha ocurrido lo que tenía que ocurrir. Es lo que estaban esperando los buitres carroñeros para capturar una presa y no soltarla hasta que quede algún muñón por devorar. Que los últimos datos de reducción del déficit vayan en la buena dirección les trae sin cuidado. En cuanto a las secuelas son previsibles. Al Estado colocar la deuda pública le resulta cada vez más difícil y por ello es más cara, al tener que pagar más intereses y más primas de riesgo. Por ello, el Estado tendrá que asumir más gasto y si quiere reducir el déficit público tal como nos mandan los mercados, tendrá que aumentar los ingresos vía impuestos, o reducir los gastos mediante la reducción de las inversiones, el gasto corriente o las prestaciones sociales. Además, en un momento que no tira la iniciativa privada, por las dificultades de financiación o por la incertidumbre cara el futuro, si se reduce la inversión pública es muy complicado que se produzca crecimiento; si además disminuye la oferta de empleo público y se rebaja el sueldo a los empleados públicos o se congela la pensión a los jubilados, es complicado generar consumo, otro factor clave para propiciar el crecimiento, y si no hay crecimiento no se puede crear empleo y el paro no sólo no disminuye, es que lo más lógico es que se incremente. En esta situación los mercados no tienen confianza en la economía española y al Estado le resulta cada vez más complicado colocar la deuda pública, con las consecuencias derivadas ya comentadas. Es un ciclo infernal del que no se puede salir. De verdad, el panorama es sombrío y descorazonador. Cada vez a peor. Y entra dentro de lo previsible que España sufra en el futuro unos años muy duros.

Y esto que está ocurriendo tiene una explicación. Las decisiones de los gobiernos las imponen los mercados, ya no sirven de nada las ideologías, los programas políticos, las elecciones, por lo que una profunda crisis de la democracia se ha instaurado. Nos están imponiendo la idea de que no hay alternativa. Es el pensamiento único. Por ello, el ciudadano tiene cada vez menos confianza hacia la actividad política. No obstante, no podemos admitir a que no haya otras opciones. Lo primero es renegar de la indiferencia, la pasividad y el adormecimiento, que nos quieren imponer los poderes políticos y económicos. Lo primero es reconocer que este mundo va mal. Y lo segundo, buscar otras opciones para construir un mundo mejor. Debe recuperarse la acción política, para que los Estados controlen los mercados, y no estar subordinados y arrodillados a estos; poner la economía al servicio del hombre y no a la inversa. La actividad económica no debe regirse exclusivamente por la ganancia, el beneficio y la cuenta de resultados, sino que también por unos principios éticos. Si es así se cortará de raíz esta vorágine especulativa, auténtica esencia del sistema neoliberal, que puede hundir en la miseria a cualquier país. Es imprescindible también el protagonismo de las instituciones de la Unión Europea, si quieren mantener la Unión Monetaria. Mas, como no existe un gobierno económico común, no ha sido posible coordinar las voluntades e intereses de los 16 países que la forman. Sorprende que con todo el poder político que tiene en sus manos la Unión Europea, sea incapaz de embridar y poner en su sitio a los mercados. Puede que sea por la falta de liderazgo en la UE. Hoy, los Sarkozy, Merkel, Cameron, Berlusconi, Zapatero son auténticos pigmeos, comparados con los líderes que hemos tenido Europa en épocas relativamente recientes: De Gaulle, Churchill, Mitterrand, Adenauer, Felipe González, etc. La única alternativa para hacer reaccionar a estos gobiernos adormecidos y sumisos es un fuerte movimiento reivindicativo por parte de la sociedad civil. No hay otra opción. De momento es muy limitado, aunque parece se está generando ya en Irlanda, Francia, Portugal y el Reino Unido. Mientras no haya una fuerte respuesta, la voracidad de los mercados es insaciable. No pensemos que van a estar satisfechos alguna vez. Cada vez quieren más. Siempre ha sido así. De lo que debemos tomar buena nota.

De no mediar algún cambio radical, seguirán marcando la hoja de ruta los mercados, cuyas secuelas, salvo algún despistado, todos las conocemos. Políticas de ajustes fiscales: recortes de salarios, despido de funcionarios, congelación de pensiones, reducción de las becas, disminución de las prestaciones sociales, retraso en la edad de jubilación y aumento de los impuestos indirectos. En definitiva, los perjudicados son y serán los ciudadanos, que cada vez sufrirán más recortes al Estado de Bienestar, creado con tanto esfuerzo en la Europa de después de la II Guerra Mundial. Mientras tanto, una oligarquía financiera amasando auténticas fortunas. Mas por lo que nos dicen la situación todavía es susceptible de empeorar. Ya nos están anunciando nuevas políticas de durísimos ajustes fiscales, ya que hay que reducir el déficit para calmar a los mercados. ¿Hasta cuándo?

Quiero acabar con esta cita del gran historiador Josep Fontana, que explica perfectamente lo que está ocurriendo y que a todo ciudadano responsable nos debería servir para una profunda reflexión: Desde 1789 hasta la caída del comunismo en 1989, las clases poderosas europeas han convivido con jacobinos, carbonarios, anarquistas, bolcheviques… que se mostraban capaces de destruir el orden social. Este miedo les llevó a hacer concesiones que hoy, cuando ya no hay ninguna amenaza en el horizonte que les desvele- todo lo que puede ocurrir son pequeñas escaramuzas, que pueden ser controladas sin especiales dificultades.

Hay que calmar a los mercados
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