jueves. 28.03.2024

1.- Se me hace tremendamente difícil escribir el obituario de un amigo que se fue, esta última madrugada. Hace casi 13 años me llamó Pepe Rodríguez al móvil y me dijo: "Vamos a comer, que tengo que proponerte algo". Y me dijo que quería que volviera a colaborar con EL DÍA. Alguien había enturbiado una amistad de treinta años, que había vuelto a recuperar. Siempre me impresionó su honestidad. Y también su pasión por Canarias y por Tenerife. Pero, sobre todo, su honestidad. Yo era de los pocos que tuteaban a Pepe, a pesar de nuestra diferencia de edad. Era como un gesto de confianza entre periodistas de dos generaciones que discrepaban pero que se querían. Los que no conocían bien a este hombre tampoco sabrán que era profundamente demócrata, que su talante plural y tolerante era notorio. Bajo una capa de distancia se escondía un ser bueno, que quiso con locura a su esposa, Mercedes , a la que traté y quise mucho, y a su familia. Un abrazo para sus hijos y para sus nietos.

2.- Siempre se puso al teléfono. Valoró mucho que una vez le pidiera perdón, públicamente, en el periódico que yo dirigía, "La Gaceta de Canarias", por nuestras diferencias pasadas y por mis boutades. Sabía perdonar cuando veía que su adversario obraba con sinceridad. Lector empedernido, en el despacho de su casa de San Lucas queda una pila de libros que iba a devorar. Nuestros últimos encuentros fueron en su casa, en el patio tropical -como yo lo definí-, expresión que tanto le hizo reír. Yo me quedo con esa imagen de Pepe Rodríguez tronchado de la risa, escuchando mis disparates. Sabía que le gustaban los chascarrillos.

3.- Se burlaba de la muerte. Era un valiente, porque ni los años ni las dificultades le asustaban; les hacía frente con gran entereza. Y en el ámbito de la empresa, nadie como él puso un periódico tan arriba. Pepe Rodríguez se va, con EL DÍA a la cabeza de la prensa de Canarias. Nada más y nada menos. Su legado tiene que continuar y en eso estamos todos, como una piña. Porque a él le gustaría que así fuera. Hace unos días se sintió mal, nos confabulamos para que no saliera una línea de su dolencia; pero su cuerpo estaba débil, no su mente, lúcida hasta que entró en el quirófano para ser intervenido. Con José Rodríguez Ramírez se va un patriota, pero queda su honestidad, su hombría de bien y su legado: el periódico EL DÍA, heredero del que fundó su tío, Leoncio Rodríguez , y que él llevó a la cúspide. Le voy a echar mucho de menos, pero él estará en otro patio tropical, con sus risas, sus vivencias y el descanso deseado y no confesado. Ha muerto un gran hombre, al que yo le entregué un día su carné de periodista. Con todos los méritos del mundo.

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Hasta luego, amigo
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