viernes. 19.04.2024

Por Andrés Chaves

1.- Con riesgo de su vida, porque se pudo haber dado un talegazo, alguno que no está de acuerdo conmigo ha destruido la valla que soportaba mi cara y la de mi perra -que a veces se confundían-, cerca del Padre Anchieta. Ha sido una temeridad estéril, porque he recibido más llamadas tras la destrucción de la valla que cuando estaba entera; así que el efecto destructor ha sido, al menos para el programa de radio que anunciaba, nulo, y se ha convertido en un elemento benefactor. De todas maneras, sí lamento que yo y mis circunstancias despertemos tantas fobias (y supongo que debo celebrar que generemos ciertas filias), aunque yo acabe por aceptar esa inmerecida fama de polémico y de mala leche que injustamente se me atribuye. Yo tengo una paciencia infinita y cuando salto es que me han estrujado mucho los bajos y ya me duelen. Si no, siempre espero. Sé esperar y también sé olvidar. Y soy capaz de escribir con mi vida una bella letra de bolero.

2.- Más me duele por "Mentecata", mi perra bulldog inglesa, que no se esperaba tal desmán y que se ha puesto muy triste cuando se lo he contado. Es curiosa esta isla, que a veces funciona con mucho odio. Me dijeron que el otro día me pusieron a parir en una emisora de radio porque en la mía hemos conseguido emitir la publicidad de unos importantes grandes almacenes. Qué culpa tengo yo de que la dirección comercial de esos almacenes estime que su publicidad debe ser radiada donde más le rente. En vez de alegrarse de ello, una señora llamó, indignada, a esa radio (no me dijeron cuál) para protestar. Es como si yo lamentara que un señor fuera rico por yo no serlo; o si me molestara porque determinado medio tuviera mucha publicidad. Yo me alegro muchísimo de que todos sobrevivamos.

3.- Ya sé que este es el país de la envidia. Me parece que fue Miguel Zerolo quien dijo que nosotros nos diferenciábamos de los americanos en esto que les cuento. En un cubo hay diez cangrejos canarios; en otro cubo hay diez cangrejos de los Estados Unidos. Todos luchan por salir de los recipientes, pero mientras los cangrejos canarios se atropellan unos a otros y mueren todos de cansancio y desánimo sin abandonar el cubo, los cangrejos americanos se organizan, forman una torre y van saliendo uno a uno. Cuando los que quedan no llegan al borde del cubo organizan una torre al revés y los sacan. Esto es verdad, vivimos en el país de la envidia, donde quien consigue llegar arriba por su esfuerzo personal tiene que ser derribado. Si no se puede por métodos convencionales, entonces llaman al fiscal anticorrupción o a la Inspección de Hacienda. O te ponen una multa por ser tan feliz.

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Han roto mi valla
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