viernes. 29.03.2024

Por Andrés Chaves

1.- El ex alcalde de San Miguel, Arturo González, entró en los juzgados de Granadilla con grilletes y salió en libertad, sin fianza y con sólo un cargo en su contra: malversación de caudales públicos. Es decir, que probablemente autorizó el cambio de dinero de una partida a otra para atender gastos municipales urgentes, que es lo mismo que hacen casi todos los alcaldes de España. Había entrado en el juzgado acusado de cinco presuntos delitos. Pasó una noche en el calabozo. Es muy probable que un tribunal absuelva al ex alcalde y actual edil y que lo mismo ocurra con los otros tres implicados en la trama de corrupción de San Miguel, que resulta que ni es trama ni probablemente existe corrupción. Una vez más se incumplen las leyes penales que otorgan al imputado la presunción de inocencia y que ordenan que las detenciones se hagan si menoscabar la dignidad de los protagonistas. Y mi pregunta: ¿eran necesarios los grilletes?; ¿no hubiera bastado una citación para que comparecieran con sus abogados?; ¿había riesgo de fuga?; ¿no contribuye todo esto a poner en solfa la honorabilidad de los ciudadanos, de la clase política y de los funcionarios?; ¿por qué ese castigo de una noche en el talego?

2.- Yo pensé que desde la absurda, injusta y desproporcionada detención de Santiago Santana Cazorla las cosas habían cambiado en Canarias. La etapa negra de Narciso Ortega como jefe superior de Policía dejó terribles secuelas en las fuerzas a su mando. Su sustituta, Concepción de Vega, se esfuerza por hacer olvidar aquel mal recuerdo y porque las cosas vuelvan a la normalidad. Pero, ¿por qué la Guardia Civil, una fuerza tan cabal y tan ensalzada por mí siempre, recurre a los mismos grilletes y a las mismas formas? ¿Lo merecía el caso? ¿Merecen esas personas entrar con la cara tapada, las esposas puestas y fuertemente agarradas por los agentes, para luego salir en libertad, media hora después? ¿Qué impacto produce todo esto en ámbitos poblacionales pequeños donde todo el mundo se conoce?

3.- Me está dando mucha pena de Canarias y de cómo la estamos dejando entre todos. Esta era una tierra feliz, en donde se vivía de maravilla antes de que gentes venidas de fuera la acabaran de tumbar. Doy nombres: el propio Ortega, que -me dicen- sigue dirigiendo ciertos tinglados desde donde está; Juan Fernando López Aguilar, que se cree el gran corregidor y no es sino un pobre hombre que se derrite en verborrea inconsistente y que no sabe ni lo que dice ni lo que quiere; y sus secuaces locales -utilizo su propio lenguaje-, incapaces de dar un palo al agua que no sea medrar en los juzgados a ver a quién fastidian. Esos polvos han traído estos lodos.

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Grilletes
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