viernes. 29.03.2024

1.- Incluso los abogados que ganan pleitos tienen gestos de humanidad. Esta es la historia de un abogado tinerfeño de buena cuna, Vicente Álvarez Gil , que ganó un pleito en representación de alguien que litigaba contra Antonio Cubillo en el Tribunal Supremo. Las costas del juicio ascendían a más de 20.000 euros que ahora tendría que pagar la familia de Antonio, ya fallecido. Y Vicente va a renunciar a este derecho, como homenaje a su memoria. Además, lo hace por consideración a un colega -Cubillo era abogado en ejercicio, además de político-. Pues creo que este gesto merece ser destacado y yo así lo hago. Porque no muchos letrados actúan de la misma forma (y están en su derecho). Cuando se producen decisiones como éstas uno se alegra de verdad. Lo quiero contar porque muchas veces estas cosas pasan desapercibidas y no sería justo. Vicente Álvarez ha demostrado lo que ya se sabía: que tiene sentimientos y sentido de la amistad.

2.- Tengan cuidado. Y lo digo por experiencia familiar. El otro día, a mi sobrino Jorge le llegó un recibo del plazo del coche a su cuenta en determinada entidad. El recibo era de 180 euros y le faltaban tres euros para llegar a ese importe, porque le habían pasado esas fantasmagóricas cuotas de mantenimiento de las que abusan los bancos y desestabilizado sus previsiones. Le dejaron en la cuenta 177 euros. Por tres euros rechazó su banco el recibo y ahora la financiera del Sabadell le cobra 30 euros por la devolución. Es la ladroniza de los bancos, terrible, que se permite en la más absoluta impunidad. Ni se debe rechazar un recibo por tres euros -vamos, digo yo-, ni se pueden cobrar 30 por la devolución de un pago de 180. Pero se cobra.

3.- El jueves tuve que ir a la oficina de la Agencia Tributaria en el Puerto de la Cruz. Oiga, qué amabilidad, qué buena organización, qué rapidez en la solución del problema y hasta la señorita que me atendió sonreía y daba facilidades para todo. Me quedé gratamente sorprendido de la amabilidad de los funcionarios, desde el seguritas de la entrada hasta la señorita que me atendió. Como siempre se les está machacando, yo tengo que decir aquí lo que he dicho. Nada que ver con ese sobre negro, desagradable, que nos trae el cartero, que ahora viene armado de una maquinita destructora.

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Gesto de humanidad
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