martes. 23.04.2024

Por Andrés Chaves

1.- Para mis biógrafos críticos, que hay legión, diré que uno de mis personajes favoritos de la política actual es Miguel Cabrera Pérez-Camacho . Frente a algún periodo de incomprensión del pasado, diré que este profesor universitario, inspector fiscal en excedencia y letrado en ejercicio, amén de parlamentario sin sueldo, tiene toda mi admiración y toda mi simpatía. Miguel, nombrado portavoz parlamentario del PP, ha revolucionado, en verso y en prosa, el tedio de la cámara y está dando sopas con ondas a esos socialistas rancios que quieren convertir el Parlamento en su fruta del paraíso. Mis biógrafos críticos no me perdonarán mi opinión actual, frente a la de algún pasado, pero Miguel, además de demostrarme su amistad, también ejercita su talla parlamentaria y su afán por librarnos de una nueva tiranía que se quiere adueñar de las voluntades canarias, utilizando sin pudor todos los poderes que da el Estado a los que lo administran. Con Miguel Cabrera ha topado el PSOE, frente a lo apacible de la actitud de Coalición Canaria, que no tiene -sino Barragán , pocas veces- un panzer que ponga en su sitio a la demagogia y al sectarismo.

2.- Y por eso le dedico este artículo; para animarlo, aunque a él no le haga falta ánimo, a que siga aportando poesía, sentido del humor y firmeza en la defensa de lo que cree. En lo que creemos, porque yo pienso que los valores son los mismos, respetando ciertas especificidades. Miguel ha sido acusado de machista por el PSOE, que ya ha desvirtuado tanto el machismo que lo confunde con el sentido del humor y hasta con la inteligencia y la agudeza mental. Los socialistas se han apegado tanto a sus muletillas que han caído en un lenguaje ridículo, timorato, falto de libertad y encorsetado. Ya nadie puede hacer bromas sobre nada, porque los sociatas se han rodeado de una trascendencia patética.

3.- Miguel Cabrera Pérez-Camacho es uno de los parlamentarios más valorados; casi el único. Porque otros que podían hablar, callan; y porque él no percibe ni un euro de la cámara, ya que ha renunciado a cualquier emolumento público. Eso debería ser causa de admiración, porque tantos se privan por cobrar sin trabajar en esa cámara de desencantos. Cada vez que Miguel zurra la badana a sus rivales políticos, yo disfruto. Porque los saca de quicio. Lástima que no estuviera ahora en la sala de plenos el loqueta de López Aguilar, el de la guitarra, para que sucumbiera ante la dialéctica -y los versos asonantes- del protagonista de esta crónica. A por ellos, Miguel, que son muchos, pero cobardes.

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Fruta del paraíso
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