viernes. 29.03.2024

1.- Los índices de popularidad de mí mismo los mido por la cantidad de enemigos que voy dejando en las cunetas umbrías de esta profesión. Y he aquí que ahora aparecen los francotiradores, que se añaden a la lista de agraviados. Vivo un momento profesional enormemente dulce porque noto actividad contestataria a mi alrededor, lo cual agradezco sobremanera. Confidenciales, emisoras de radio, algún que otro periódico y mails dan fe de lo que digo. Jamás soñé con estar presente, con tanta contumacia, en la boca de los demás. Me llaman amanuense, cornudo, mercenario, gordo. Menos mal que a ninguno se le ha ocurrido decirme gordito, diminutivo que me reblandece, como a Superman la criptonita. Así que les confieso que soy enormemente feliz, porque siempre he buscado la confrontación. Si viviéramos en Latinoamérica, el público en general diría que yo soy un individuo controversial, palabro que detesto. Mi ego ha subido y me provoca hablar de mí, algo que, por otra parte, siempre me ha encantado. Imaginen qué hubiera sido de Dalí si no se hubiese vendido a sí mismo con tamaño acierto. Me parece que fue Juanito Padrón , que es un filósofo y un amigo, el que me dijo en cierta ocasión: "Si uno no habla bien de sí mismo, ¿quién lo va a hacer?".

2.- Yo entiendo a los que se meten conmigo. Aparte de no conocerme, existe una serie de leyendas urbanas sobre mí; leyendas que me divierten. Que si soy amigo de mafiosos; que si el Ayuntamiento de Santa Cruz me compraba muchos libros (muy pocos, muchos menos, por ejemplo, que al tal Pomares y que a otros editores y supongo que todos con buen fin: las bibliotecas); que si estoy metido en oscuros pasillos de poder y dinero. Si ustedes supieran. Ya ha investigado la policía socialista las telarañas de mis cuentas corrientes. Con las ganas que me tienen, imagínense si hubieran encontrado lo más mínimo. Mi único pecado ha sido vivir bien y contarlo. Y eso jode mucho, que uno se regodee de su pasada buena vida mientras periodistas robaperas tienen que estar todo el día subidos al peral para llenar la barriga. Yo me la he llenado en "Simpson's", en "Smith and Wollensky" y en el "Oyster Bar" del "Plaza". Y así la tengo, coño.

3.- El único que ha sido capaz de acabar con mi carrera gastronómica y viajera ha sido el tal Zapatero . Me tumbó. Confieso que desde que está él por los alrededores no levanto cabeza. Ni ustedes, supongo. Así que animo a los francotiradores a que continúen disparando sus fusiles de asalto porque eso aumenta mi fama y mi ego. Y me deja de puta madre. Más bonito que un San Luis , gracias a mi chaleco antibalas: el trabajo.

[email protected]

Francotiradores
Comentarios