martes. 16.04.2024

Firma su columna “La papelera” con el nombre de Juan Palomo, pero yo sé que detrás de ese seudónimo se esconde Blanca Berasátegui, la directora de la mejor revista de libros que se publica en la prensa nacional (“El Cultural”, suplemento que aparece los jueves en el diario El Mundo, muy superior al “Babelia/Bobelia” del periódico El País). Hace unas semanas hablaba de su congénere y sin embargo enemiga Lucía Etxebarria de la forma que se merece la afamada plagiaria: muy mal, con sobrada, femenina y justificadísima mala uva. En apenas un pequeño y mordaz párrafo resumía el/la tal Juan Paloma su opinión sobre la última bobería de Lucía del alma mía: “Esta noche me voy de fiesta, sin invitación por supuesto, porque Lucía Etxebarria no me cuenta (sniff) entre sus cómplices. Pero, ¿qué quieren?, la presentación de su Cosmofobia promete: un bar, copas y música, y un puñado de amigos (Ouka Lele, Chenoa, Maxim Huerta, Sergio Peris Mencheta, Lluvia Rojo,...) que interpretan escenas de la novela. Y que luego, además, podrán beber para olvidar”.

Suena políticamente incorrecto, ya lo sé, pero queda claro que nada hay más malo que la malicia femenina, sobre todo aplicada a otra fémina. Pero en este caso entiendo y comparto la maldad de las mujeres con las de su género. ¿Cómo se puede hablar bien de alguien que escribe (o copia, tanto monta) tan mal? Razones.

MASCULINA VERDAD

Unas semanas antes de que ganara o ganase la Liga en los últimos minutos el equipo que no jugó nunca a nada, un periódico madrileño le preguntó al actor Juan Diego Botto quién creía que debía y merecía proclamarse campeón de la principal competición futbolística española. El muchacho reconoce que le costó entender la pregunta, que le resultaba casi ociosa y retórica, puesto que hasta los menos entendidos en balompié conocían la respuesta: “Merece ganar el que mejor ha jugado; o sea, el Fútbol Club Barcelona”. Acto seguido, Juan Diego enumeraba las razones de lo obvio: “Los motivos por los que el Barça debe optar al título para mí son tan evidentes que me resulta difícil pensar que lo que me está preguntando este amable periodista sea realmente lo que me está preguntando este amable periodista. Accedo a responder con la promesa de no ser demasiado técnico. 1) Porque un gol como el de Messi se merece un campeonato. 2) Porque esta propuesta futbolística, donde lo que prima es el juego, la voluntad ofensiva, la belleza y la claridad de pensamientos, se merece un premio en este mundo de mediocridades capellísticas. 3) Porque ha sido el más regular de la Liga. 4) Porque en este lugar de prisas y rápidos reemplazos, el Barça aguantó entrenador y jugadores sin polémicas ni ruidos. 5) Por justicia poética”. Al final de la Liga se vio que, en efecto, tampoco hay justicia en el mundo del balón. Y poética, mucho menos.

De las palabras de Botto se deduce e infiere, además, que no todos los actores del cine español hablan siempre a tontas y a locas. Ni todo el cine patrio es desechable, como cree una lectora que yo dejé caer aquí hace unos días. De hecho, algunas de las películas interpretadas por el protagonista de este segundo comentario las podemos salvar de la quema de las hogueras de la noche de San Juan. Pero no rectifico sino que me ratifico en lo escrito sobre los actores y directores mendicantes, que siguen con sus pataletas ante la nueva ley. Lo dice muy bien, en un correo electrónico, José A. Martínez Pons: “Para mí, la mejor ley del cine es la que no existe. Pero regularía la actuación de menores en películas. Y si los del cine quieren recuperar público, que se dediquen a su oficio y busquen argumentos que atraigan, que está claro que los de ahora no interesan; cuiden los diálogos, las sartas de tacos inconexos ya aburren, y dejen de recurrir sólo a la anatomía de las actrices. El público se sabe de memoria hasta los lunares que tienen en salva sea la parte. En suma, hagan buen cine, no aburran. Sólo así, sin subvenciones ni cuotas de pantalla, el público volverá a las salas”. El problema es que algunos que van de artistas sólo dominan el arte de la mendicidad institucional. No hay que salir de Lanzarote para constatarlo, a fe mía. ([email protected]).

Femenina malicia
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