viernes. 29.03.2024

(Por Pepa González -mpepaphoto.blogspot.com-)

Ayer, desde la oscuridad de la madrugada, un quejido sordo me empujo hacia fuera del país de los sueños.

Espero que no fueras tú, madre.

Ayer, con el sonido hondo y penumbroso de un lamento audible, te imaginé a mi vera, mirándome y lamentándote aún por la partida.

Espero que no fueras tú, madre.

Ayer, mientras el duermevela reinaba en toda tu casa y las sombras se entregaban al descanso, te sentí deambular nerviosa como queriendo poner orden en el caos reinante. Espero que no fueras tú, madre.

Hoy día martes, once de octubre, soplaríamos velas si anduvieras por casa. Te compraría los bizcochos lustrados con azúcar o te haría un keke de sabores a vainilla. Habría botellas de refrescos de sabor a naranja o mejor, con aromas a limones. Te llevaría algún brillante broche que portara perlas o quizás, un suave foulard de los tonos de la tierra.

Hoy, tu cumpleaños, se celebraría con alegría, con cariño, con algún que otro rifi y rafe y con risas. Siempre rememorando risas.

Hoy, en el mes de las hojas amarillentas y las ramas desnudas del otoño, cumplirías y no diré cuantos, descuida, sé que no te gustaría. Quince. Volverás a festejar los quince y nos, los tuyos, seguiremos solicitándote el paso a los dieciséis.

Quince. Dejémoslo en quince - dirías con sonrisa socarrona.

Ayer escuché un gemido, un sollozo profundo, ahogado, sufrido, como queriendo mostrar una pena, un No Quiero, un Me Quedo.

Sólo espero que no fueras tú, madre.

Que fuera yo, madre.

Que tú no fueras.

Felicidades madre
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