jueves. 28.03.2024

Por Cándido Marquesán Millán

Se ha extendido como un auténtico tsunami en estos años recientes, merced a numerosos y poderosos medios de comunicación, la idea de que siempre que la izquierda alcanza el gobierno en nuestra historia nos lleva al desastre y que, gracias a Dios, la derecha impregnada de ese espíritu patriótico, está preparada y dispuesta para sacarnos del pozo y llevarnos al Paraíso Terrenal.

El Sexenio Democrático (1868-1874) fue un auténtico caos, pero allí estaba la monarquía borbónica y Cánovas del Castillo para corregir tal desastre. La II República todavía fue peor, ya que originó la Guerra Civil, mas allí estaban los militares para salvar a la patria. En 1996 el Gobierno de Felipe González, incurso en la podredumbre de la corrupción y una gravísima crisis económica, fue sucedido por el Gobierno del Gran José María Aznar que nos condujo otra vez a la Tierra Prometida. Y ahora más de los mismo, José Luis Rodríguez Zapatero, el peor presidente de la democracia española, nos ha conducido a un desastre todavía mayor, pero ahí está de nuevo la derecha española, con ese profundo sentido patriótico para corregir el rumbo y llevarnos a la prosperidad que nos merecemos. Lo curioso es que estos pensamientos los asumen una mayoría de la ciudadanía con la mayor naturalidad. No voy a remitirme a tiempos tan remotos, pero sí a los gobiernos socialistas más recientes.

Evidentemente el Gobierno de Felipe González cometió los graves errores de la corrupción, del GAL y se vio inmerso en una profunda crisis económica, que en los últimos años Solbes comenzó a corregirla, tal como señala Jesús Mota " es radicalmente falso que el PP heredara en 1996 una situación económica catastrófica", puesto que en aquel año "la tasa de crecimiento económico fue del 2,4%" y "la fase de recesión concluyó en 1993". Aunque "la tasa de paro se resistía a bajar", continúa, "la recuperación estaba en marcha cuando el PP llegó al Gobierno". Con esta base económica y coincidiendo con un excelente momento de la economía internacional, el PP lo tuvo más fácil. Las tasas de crecimiento económico español en el periodo 1996-2004 se explican por: tipos de interés reales negativos, precios bajos de la energía y materias primas, estímulo masivo de las operaciones especulativas, una burbuja inmobiliaria progresiva que los equipos económicos de Aznar se negaron a controlar, enladrillado de las costas, corrupción municipal y cientos de miles de empleos precarios.

Los populares nos recuerdan que con ellos se cumplieron las condiciones del Tratado de Maastricht para entrar en la Unión Monetaria, con la inflación controlada, déficit presupuestario inferior al 3% y deuda por debajo del 60% del PIB. Cierto. Mas se olvidan de los más de 8.000 millones de euros de ayuda anuales provenientes de la Unión Europea, casi el 1% del PIB anual español, conseguidos por el pedigüeño Felipe González; y del producto de las privatizaciones, unos 40.000 millones de euros, que le sirvieron a Aznar para poner al frente de las empresas a sus amigos: González en Argentaria, Villalonga en Telefónica, Alierta en Tabacalera, etc. En 1996 se gastaban 1.904 euros estandarizados por habitante menos que el promedio de la UE-15. En 2004 aumentó a 2.243. Así el gobierno Aznar pudo transferir fondos de las áreas sociales al presupuesto general del Estado para alcanzar el equilibrio de las cuentas públicas. Por cierto, quiero recordar que el Gobierno de González fue el responsable de las pensiones no contributivas, la asistencia sanitaria universal, y la escolarización obligatoria gratuita hasta los 16 años. Como también de la entrada en la Unión Europea y de haber controlado el golpismo militar. Por ello, de desastre nada.

En lo que hace referencia al Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero además de la crisis económica cabe mencionar otros aspectos. La primera legislatura fue positiva con la excepción del fracaso en la negociación con ETA. Hubo un crecimiento económico basado en la burbuja inmobiliaria, en cuya creación participamos muchos: los bajos tipos de interés, la Ley de liberación del suelo de 1998, el Estado, Comunidades Autónomas y Municipios que encontraban pingues beneficios, las entidades financieras que prestaban sin ningún tipo de control, los constructores, las agencias inmobiliarias, y la ciudadanos que nos lanzamos con auténtico frenesí a comprar viviendas. ¿Quién se podía cuestionar este desarrollo insostenible, con la creación de puestos de trabajo, incremento de impuestos y cotizaciones a la Seguridad Social, y enriquecimiento en algunos sectores de la sociedad? Si alguno se lo hubiera planteado hubiera sido acusado de loco e insensato. ¿Quién se atreve en una fiesta a apagar la música y llevarse el carrito de las bebidas?”

Otro aspecto positivo fue la extensión de los derechos civiles: Ley contra la Violencia de Género, la Ley de la Igualdad y el reconocimiento del matrimonio entre los homosexuales. También las nuevas políticas sociales: incremento del salario mínimo interprofesional y las pensiones mínimas, el nuevo permiso de paternidad, el cheque bebé de 2.500 euros y sobre todo la Ley de Dependencia, cuarto pilar del estado del Bienestar, sin su puesta en marcha que ha supuesto la atención de unos 700.000 españoles, es seguro que el déficit público sería mucho menor. La actuación de los populares estuvo siempre condicionada por el 11-M. al considerar que cambió la intención del voto. Al no estar preparados para la derrota hicieron una oposición brutal. En la cuestión del terrorismo, pusieron todas las dificultades para que el intento de solución del Gobierno fracasara. Usaron uno de los problemas más complejos, como es el incardinar Cataluña en el Estado español, acusando a ZP de haberlo generado, al despertar entre la clase política catalana unas expectativas infundadas. En cuanto a la Memoria Histórica, de romper el consenso de la Transición, y abrir heridas ya cicatrizadas, según su versión, tras la Ley de Amnistía de de 1977. Se opusieron a la política de inmigración del Gobierno, a partir de 2005 tras un novedoso proceso de regularización de inmigrantes irregulares; y a la extensión de derechos civiles, como el matrimonio entre personas del mismo sexo. En general, la política económica y social del Gobierno socialista no recibió grandes críticas. Debió ser positiva la actuación de ZP, ya que en el 2008 volvió a ganar.

En la segunda irrumpió una crisis económica, la más profunda en los últimos 100 años. Por la explosión de la burbuja inmobiliaria, además de factores internacionales, comenzó a incrementarse el paro, el Gobierno sorprendido por su virulencia trató de paliarlo con medidas de tipo keynesiano como el Plan de Empleo de los Ayuntamientos o las subvenciones para la compra de los coches. Acudió también al rescate del sector financiero, capital que este utilizó para sanear sus balances, poniendo muchas más trabas a los préstamos de las empresas o de los particulares. Mas el empleo seguía cayendo con una intensidad que sorprendía al Gobierno, por lo que tuvo que incrementar el gasto público para pagar las prestaciones del desempleo, en un momento que se reducían los ingresos, vía impuestos o cotizaciones. De ahí el incremento del déficit, lo que obligó a ZP a una durísima política de ajuste en mayo de 2010 impuesta desde las instituciones del FMI, BCE, la Comisión Europea, que recayó sobre los empleados públicos, pensionistas, personas dependientes y el Tercer Mundo. Luego llegaron otra serie de reformas: del sistema financiero, laboral, negociación colectiva, de las pensiones. Estas políticas de corte neoliberal le obligaron a rectificar sus principios socialdemócratas, por lo que se generó un traumático desconcierto en muchos de sus antiguos votantes. Los populares dirigieron toda su artillería a la “crisis económica”. Primero adujeron que ZP negaba su existencia. Luego que no tomaba medidas. Cuando las tomaba que llegaban tarde. Y cuando llegaban que no había suficiente coraje a la hora de aplicarlas. No obstante, a pesar de ponerlas en marcha, los mercados no han dado un respiro a la economía española que no remonta, por lo que al final ha claudicado. ZP ha sido devorado por la crisis económica y toda su obra política va a ser olvidada. Esta crisis económica actual, repito, la más traumática de los últimos 100 años, la mayoría de los economistas y políticos no supieron preverla- Rodrigo Rato al frente del FMI ni se enteró- ni saben cómo atajarla. La excepción la representan los dirigentes políticos del PP, ya que oyéndoles, al culpabilizar exclusivamente de la crisis a ZP, todos los españoles deberíamos pensar que de haber estado ellos en el poder no se hubiera producido. Aquí las subprime, la crisis financiera, la explosión de la burbuja inmobiliaria, el paro hubieran pasado de largo. Mas aunque la crisis hubiera llegado, no hay problema, debíamos todos estar tranquilos, especialmente los trabajadores, los pensionistas y los inmigrantes, ya que para los Rajoy, o los Montoro, la solución era clara y fácil. Se rebajan los impuestos, se eliminan algunos ministerios, se despiden a cientos de miles de empleados públicos, se expulsan miles de inmigrantes, se reduce el déficit público, y cual bálsamo de Fierabrás los 4 o 5 millones de parados pasarán a mejor vida. No acostumbraban a dar más detalles, ni les hacía falta, tal como les iban las previsiones electorales. Y si alguno los solicitaba, le replicaban con el argumento de que ya sacaron a España de la crisis en 1996, contraponiendo los gobiernos de Felipe González y Rodríguez Zapatero con el de Aznar entre 1.996 a 2.004. González destrozó la España heredada de los gobiernos anteriores y Aznar la tuvo que recomponer; posteriormente ZP la volvió a dilapidar. Más Rajoy era la solución: las políticas económicas de 1996-2004. Tratar de poner en práctica ante la crisis económica actual las mismas medidas de antaño, es como pretender curar una enfermedad grave con una aspirina. Los tiempos son muy diferentes, por lo que las soluciones deben serlo también. Ni un solo acierto en el haber de los socialistas, ni un solo error en el suyo. Y esto lo repiten una y otra vez. Una mentira repetida mil veces, al final se convierte en una verdad.

Los populares acusaron a ZP de no tener un Plan para salir de la crisis. Vamos a fijarnos en los sucesivos Planes que Rajoy ha ido estableciendo en los últimos años, siguiendo algunos posibles modelos económicos a imitar. Y los ha ido modificando sobre la marcha. Antes de las elecciones de 2008 era el de la Irlanda, que crecía por encima del 4%. Cuando el milagro irlandés entró en recesión, lo olvidó. Poco después, fue el de Francia, mas cuando Sarkozy empezó a hablar de "reinventar el capitalismo", defendiendo un intervencionismo fuerte e incluso planteando un nuevo impuesto para las grandes fortunas, le dejó de interesar. Llegó el de Ángela Merkel al prometer propuestas de bajadas de impuestos en plena campaña. Cuando con la crisis griega Merkel, lejos de bajar impuestos, subió algunos le sobrevino un nuevo olvido. Apareció el de Inglaterra, pero al darse cuenta que los durísimos recortes de 500.000 funcionarios y tasas universitarias triplicadas provocaban críticas en España, empezó a citar menos a Cameron.

Con la llegada de la campaña electoral del 20-N, Rajoy nos ha obsequiado con el “depende”, “ya veremos”, “quizás”. Mas, a veces, nos proporcionaba nuevos y sustanciosos detalles: para combatir el paro, hay que crear empleo; para crear empleo, hay que poner en práctica la política del sentido común; y la política del sentido común, es hacer lo que Dios manda. Y así con ese programa ha ganado las elecciones. Tiene bemoles.

Y ahora estamos en las mismas, sigue sin decirnos cuáles son sus intenciones, salvo reunirse con los banqueros, todo un detalle de intenciones. Mas lo tiene muy fácil, mucho más que para llegar a la Moncloa, diga lo que diga, haga lo que haga, que serán recortes en políticas sociales con la excusa de combatir el déficit público, la justificación no hace haber pasado por la Universidad de Harvard para conocerla: la herencia recibida.

Falsas verdades
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