Por INA
Estado intenso de plena placidez que delata a quién así se encuentra como culpable de portar felicidad, una extrema felicidad, la misma, quizá, que cuando enamorados estamos, incluso puede durar de igual manera eternamente.
Entré una vez allí, dónde la eternidad llega a su fin, y no te encontré porque tú continuabas caminando más allá de los sueños, ahí estabas, de pie, el día que nos encontramos esperando como quién se deja lo mejor para el final. ¿Quién no vendría hasta aquí? Para encontrarse de cara con la vida, con el amor que no ha muerto ni aún haya desapercibo de nuestra imaginación.
Si así pudiera permanecer, lo haría, correría el riesgo de no saber volver porque después de un tiempo en este estado la situación se torna tan duradera como la luz que brilla en nuestros corazones y que nunca se apaga, puede quedar oculta a ojos externos pero bajo ella caldea una pequeña llama proveniente del mismo sol a la espera se abra nuevamente la puerta que hasta aquí te lleva:
“sólo deberás tocar una vez
para mantenerte cerca,
con una palabra basta
si dos veces llamas
a través de sus ojos
verás,
una mirada
y una caricia
suficiente son
y cuando tres golpes des
a su corazón
directamente accederás,
con un beso, un te quiero
y un me quedo la puerta se abrirá
para ya no cerrarse más.”