miércoles. 24.04.2024

1.- Será asunto de la casualidad, pero mi móvil suena con relativa frecuencia cuando estoy meando, o en la ducha. Con ocasión del primer caso, tuve que mandar mi "Vertu" -3.500 euros, en su día, ahora piden más- a Londres para que me lo repararan porque el terminal se me cayó a la taza del váter. Sonó, yo estaba en lo que estaba, me trabuqué entre la oreja, el cogote, las manos y lo que queda de lo otro y ocurrió lo inevitable. El telefonillo, después de dar tres saltos mortales, acabó amerizando en la pequeña piscina de la taza donde yo me aliviaba. Hay que tener en cuenta la falta de agilidad, propia de la edad provecta. En el informe que el sofisticado técnico inglés hizo de la avería se podía leer: "Incomprensiblemente, este móvil huele a pis". Me lo dejaron impoluto y, de nuevo, con olor a teléfono, pero me cobraron 800 euros. Fue, sin duda, la meada más cara de mi vida. La segunda más onerosa, aunque a distancia de la primera, se produjo hace años en el monasterio de Montserrat: los monjes catalanes cobraban entonces cincuenta pesetas por una micción, mucho dinero en aquellos tiempos. No sé a cómo estará ahora la cosa. Y lo peor es que uno no podía orinar en una esquina, que es lo habitual, dada la cantidad de gente que andaba por la vuelta.

2.- No crean que es mentira lo que les digo. Tengo la desgracia de que la gente que me llama lo hace cuando mantengo las manos ocupadas en el menester inevitable del desagüe. Y resulta un coñazo y una mosca responder. Primero, por el riesgo de accidente; segundo, porque a esta edad la próstata no agradece que le cortes la meada; y tercero, por el ruido de fondo. Claro, que siempre tienes el recurso de decir que estás en Iguazú, aunque tampoco haya que exagerar los caudales, que no es para tanto. Queda el recurso de mear sentado, que es a lo que estamos abocados todos, para tener las manos libres, poder contestar la llamada sin riesgo y sin ruido y relajarse uno, que nunca viene mal.

3.- El mago ha resuelto estos menesteres con el famoso agujero negro y los dos posapatas laterales para colocar los ñames y dar rienda suelta a la fisiología. Aún no acierto a entender por qué en el váter del mago la cadena de la cisterna es muy corta y tienes que tomar lecciones de Pinito del Oro para alcanzarla, con los pantalones bajados y el culo manchado de papel de periódico (muy probablemente a la altura de este mismo artículo). Si encima hablas por el móvil te puedes morir: el terminal acabará en aquella profundidad, en la cual no se debe meter la mano por el riesgo de sufrir una septicemia. Porque el mago cuando caga es que caga de verdad.

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Este móvil huele a pis
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