martes. 16.04.2024

Por Alejandro Maroño

España es un caos políticamente hablando, sí. Algunos eruditos decían, sigue siendo un clásico, que del caos sale el orden, la organización y el equilibrio. Por un lado tenemos una Democracia que nos permite elegir al ganador de unas elecciones, pero no decidimos quien nos gobierna; por otro, una Constitución que articula la manera en la que convivimos pero quien nos gobierna nos impone la forma de vivir o su forma de ver la vida.

Entremedias contemplamos una España dividida entre vencedores y vencidos de una guerra entre hermanos de la que muchos de nosotros no fuimos testigos; medios de comunicación enfrentados por un puñado de teleadictos; periodistas insultándose ideológicamente en debates televisivos para ver quién tiene más razón; políticos y corresponsales tirándose los trastos en directo para no se sabe qué tanto por ciento de audiencia obtener y así enganchar al televidente a un canal de televisión concreto; políticos instalados en la filosofía del “yoismo” ( creerse el centro del universo ) siendo el santo y seña de su modus vivendi; y expolíticos escribiendo libros biográficos justificando hechos que no fueron capaces de explicar cuando estaban en activo, además de decir lo contrario de lo que en su día dijeron.

En este siglo XXI España presume de tener las generaciones más formadas de su historia, pero también en este aspecto tenemos que salir del caos. Desde la joven democracia instalada en nuestras vidas a finales de los 70 se han sucedido reformas educativas según el gobierno de turno, dando como resultado que jóvenes de 25 años tengan una formación teórica ejemplar, aunque con detalles ideológicos erróneos como resultado de tantos cambios de datos en los libros de textos. En el lado opuesto hombres de 45 a 60 años con menos, o escasa, formación pero con amplia experiencia laboral y en plena actividad física y mental para desarrollarse laboralmente. El diagnóstico para ambos es el mismo: DESEMPLEO, PARO.

Como escribía antes; la filosofía del yoismo en este país nuestro unido a la envidia, que parece ser el deporte nacional más seguido, encontró la simbiosis perfecta para instalarse en nuestras vidas. Podemos darnos cuenta sin salir de nuestras casas, encendiendo la tele y/o escuchando cualquier emisora de radio: el culto al mejor cuerpo, el premio a la más bella, la tan manida frase de “ yo soy como soy y punto “, la adquisición del último y mejor Smartphone, el NO a negociar con los adversarios ( como si éstos no tuvieran derecho a vivir en este planeta ), la imposición de una gobernabilidad frente a las ideas del otro, mi sillón estratégico por encima de la butaca del de enfrente y lo más curioso: la disputa del primer puesto de la corrupción. Hasta en esto último este bendito país es único y diferente. Y ahí estamos instalados. Vivimos tiempos de autodeterminación, de falsedad dialéctica, de incertidumbre, de “tú ahí y yo aquí”.

Soy de los que piensan que cuando esto ocurre hay que comenzar por analizar qué nos une y dejar de lado qué nos separa, porque sólo hay un método en la vida para conseguir orden, organización y equilibrio y es construyendo desde la unidad. Este principio y valor es lo que consiguieron Juan Carlos I, Suárez, González, Fraga, Carrillo, entre otros. Habrá que esperar a Felipe VI, Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera. Caos o Unidad. ¡ España es así, y lo sabes !

España es un caos. ¡Y lo sabes!
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