jueves. 28.03.2024

Por Víctor Corcoba Herrero

La ministra de Igualdad inicia un proceso de escucha con organismos y asociaciones para exponer las recomendaciones de los expertos en materia de interrupción voluntaria del embarazo. Responde así a su compromiso de escuchar todas las propuestas. Esto es lo que anuncia en nota de prensa el Ministerio, a fecha 18 de marzo de 2009.

Sin embargo, todo parece estar amañado ya, de cara a la futura norma. Aunque la ministra de Igualdad, Bibiana Aído, nos anunciase que va a poner oído y escuchar todas las proposiciones. Aparentemente resulta incierto. La de los obispos españoles no se manifiesta en la citada nota. En cualquier caso, a mi juicio, es grave que se legislen normas de vida sin consenso, porque sí, y se dé un puntapié a la norma suprema, obviando que la vida humana es un proceso continuo que comienza con la gestación. No es muy democrático que digamos, lo que parece imponerse por motivos ideológicos, donde han de prevalecer motivos humanos que afectan a la humanidad. Se debiera ejercer el diálogo con el vocabulario de las leyes morales sólidas, sin exclusiones, cuestión semántica que graba el respeto a todos. No hay conflicto que se resista a un lenguaje de hondura y de crianza en la ética. Por ello, si el recurso a las armas para dirimir las controversias representa siempre una derrota al raciocinio, no menos cruel es el recurso a imprimir normas de ordeno y mando. Hay una ley de vida que está por encima de una ley humana, por muy poderosa que la gestemos, y como tal debe respetarse.

La voz de la Conferencia Episcopal Española, aunque parece que algunos quisieran ensordecerla, se agranda. El lema, es bien claro y contundente: ¡Protege mi vida! Representa a multitud de ciudadanos, a los que ampara y también cita especialmente la constitución: los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica. Pues eso, que no existe una mejor prueba del progreso de una civilización que aspira a la alianza, que la del progreso de la concurrencia colaboradora. Por otra parte, escuchar solamente lo que halaga a los oídos es un mal remedio para responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente.

Cuando tanto se nos llena la boca de libertades y justicias, proteger la vida de quienes van a nacer y ayudar a la madres, así como prevenir las causas del aborto, debiera ser el deber primero de un Estado que se dice social y de Derecho. Sembrar confusión en el tema de la vida no es lícito, porque no es justo. Para empezar, suelen omitirse verdades que pueden ocultarse, pero no extinguirse. En primer lugar, el aborto marca y produce una grave herida en la madre, sobre todo de carácter psicológico y moral. Y, en segundo lugar, desde que se produce la fecundación mediante la unión del espermatozoide con el óvulo, científicamente está demostrado que surge un nuevo ser humano distinto de todos los que han existido, existen y existirán. En consecuencia, la ministra Bibiana debiera obligarse por sí misma a la escucha de estas gentes, que lo único que pretenden es dar voz a quienes no la tienen, pero sí tienen el derecho a vivir. Yo así lo creo.

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¿Escucha la ministra Bibiana todas las voces?
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