viernes. 29.03.2024

Por Cándido Marquesán Millán

Las secuelas derivadas de esta crisis económica, Gran Recesión para Joaquín Estefanía, están sobrepasando el límite de lo razonable. Países enteros empujados hacia el abismo sin remisión. ¡Qué cantidad de sufrimiento acumulado en aquellos que llevan años sin un empleo, con la consiguiente desolación al esfumarse años de esfuerzo, carreras cursadas, y proyectos de futuro! El desencanto de una “generación perdida”, altamente formada, informada e interconectada, que percibe que el sistema económico y político no sólo se ha olvidado de ella sino que es indiferente a sus problemas e ilusiones. Tony Judt en su libro Algo va mal, nos advierte “de lo mucho que a la juventud de hoy le preocupa el mundo que le hemos legado—y los medios tan inadecuados que les hemos proporcionado para mejorarlo—“.

Derechos socio-laborales de los trabajadores, conquistados con grandes esfuerzos por las generaciones precedentes, son arrojados al cubo de la basura de la historia. La reforma de las pensiones aprobada en la anterior legislatura fue ya un auténtico atropello. La ciudadanía no dijo nada. Ahora ha irrumpido “la reforma laboral”, dictada desde las organizaciones empresariales, ya que según el presidente de la CEOE, Juan Rosell "El Gobierno ha cogido el toro por los cuernos y que la reforma va en la buena dirección, y llega en el momento "adecuado". Si el jefe de los empresarios emite tal juicio, los trabajadores ya podemos atarnos los machos. Desde los sindicatos “Es una reforma pactada por el PP con la patronal antes del 20 de noviembre. “Éste era el programa oculto del PP”. Una lectura detenida de su contenido nos muestra cuál es su orientación: a los empresarios se les facilitan los despidos con una reducción de las indemnizaciones; pueden cambiar las condiciones laborales, reducir los salarios indiscriminadamente por causas como la existencia de pérdidas actuales o previstas, o la disminución de ingresos. La negociación colectiva deja de existir.

¿Qué podíamos esperar con un gobierno del PP? Todos, excepto los ingenuos, estábamos advertidos. Entiendo que algunos de los millones de trabajadores españoles que le votaron en las pasadas elecciones, tal reforma laboral tendría que servirles como motivo para una profunda reflexión. Todavía más, cuando Mariano Rajoy señaló que no abarataría el despido y que no subiría los impuestos. Llevar a la práctica lo contrario de lo que se dice, es mentir, aunque esta circunstancia en la crisis económica actual resulta irrelevante. Estimo que los primeros en conocerla deberíamos haber sido los ciudadanos españoles y no las autoridades de la UE. ¿Para qué estamos los españoles? ¿Para llevar el botijo? Cuando se toman decisiones políticas duras, si se cree en ellas, el liderazgo se demuestra dando la cara ante los medios de comunicación o la ciudadanía para explicarlas convenientemente, no enviando a los monaguillos a realizar tal tarea. Por otra parte, una reforma que atañe a las condiciones laborales de los trabajadores, ¡qué menos que la conocieran para negociarla, sus representantes! No en vano, el artículo 37.1 de nuestra Constitución dice “La Ley garantizará el derecho a la negociación colectiva laboral ….” Hacer caso omiso hoy de nuestra Constitución, es también cuestión intrascendente.

Lo grave es que hoy los vencedores nos quieren convencer de que lo moderno es retornar a las condiciones sociolaborales de la clase trabajadora en la Inglaterra de mitad del siglo XIX, tan bien reflejadas en las novelas de Charles Dickens y que propició la aparición del “Manifiesto Comunista” de Marx y Engels., que con un profundo sentido ético trataban de defender los intereses de los parias de la tierra. En contrapartida nos predican que lo antiguo es el siglo XX, cuando se alcanzó el Estado de Bienestar. Es lo nunca visto en la historia de la humanidad. Mas, con esa pasividad, indiferencia y mansedumbre, que nos aqueja a los españoles, sumisos y acongojados asumimos que lo peor está todavía por llegar. Y aquí nadie hace nada. Sálvese quien pueda.

Este sistema económico capitalista vigente, llamado eufemísticamente economía de mercado, en el que se ha impuesto un auténtico fascismo financiero según Boaventura de Sousa Santos, liberado de las izquierdas vuelve a mostrar su vocación antisocial y su voracidad insaciable, ya que nunca se siente satisfecho. Siempre quiere más. Es su esencia ontológica. Rosell ya nos ha advertido de que “habrá que volver a hacer cambios en el futuro” y añade otro deseo a la lista: revisar el derecho de huelga. Con el pretexto de la competitividad-antes se llamaba explotación-, pronto nos impondrán los salarios miserables o las condiciones laborales de algunos países de Extremo Oriente, por lo que nos devolverán no al siglo XIX, sino al régimen feudal, o todavía más al Egipto de los faraones.

Quiero terminar con una reflexión y con un deseo. Si no se produce una contundente reacción de la ciudadanía, tendremos lo que nos merecemos. Si nos están robando todo, solo nos queda defender nuestra dignidad. Por ello, no puede quedar reducida la protesta a unos centenares de jóvenes acampados en la Puerta del Sol, Plaza Cataluña, o la del Pilar, a cuatro manifestaciones convocadas por unos sindicatos desunidos y desorientados, o a alguna interpelación de trámite por la oposición parlamentaria. Confío en que las izquierdas políticas, sindicales y sociales dejen de matarse entre sí, y sean capaces de formar un frente común ante la barbarie que se avecina. ¿Esperamos a que nos pongan grilletes o a que nos azoten?

Es cuestión de dignidad
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