jueves. 18.04.2024

Por Cándido Marquesán Millán

Con motivo de la caída del Muro de Berlín se están sucediendo todo un conjunto de acciones variadas para recordar tal evento: publicación de numerosos libros y artículos, conferencias y mesas redondas, programas de televisión, conciertos de música…

Es incuestionable la trascendencia histórica de aquel hecho producido un día 9 de noviembre de 1989, que supuso el fin de la Guerra Fría, lo que llevó al gran historiador marxista Eric Hobswan a mantener la tesis de que el siglo XX es un siglo “corto”, que abarcaría desde 1914, inicio de la 1ª Guerra Mundial, hasta 1991, año del derrumbe y desmembración de la Unión Soviética. Desde otra vertiente historiográfica, Francis Fukuyama afirmó que a partir de 1989, se había acabado la historia, y que la evolución posterior iba a ser el triunfo inexorable e indiscutible del sistema capitalista y la democracia liberal.

A la mayor parte de los que nos dedicamos a las ciencias sociales nos cogió desprevenidos. Hoy, ya podemos explicarlo en parte. Se ha dicho que a Juan Pablo II, a la guerra de las galaxias de Reagan, a Bin Laden y los muyahidines (apoyados por la CIA) habría que apuntar la victoria en la Guerra Fría por parte de USA. Todas esas razones hay que tenerlas en cuenta, pero la principal fue el desistimiento de Gorbachov, seguido de los despropósitos de Yeltsin, empeñado en apartar a aquel del poder como fuera. Nadie ganó la Guerra Fría, fue Rusia quien la perdió. Si Gorbachov hubiese enviado los tanques a Varsovia o a Berlín, como sus antecesores en 1956 a Budapest o en 1968 a Praga, ni Juan Pablo II, ni la guerra la de las galaxias de Reagan, ni los efectos de la derrota soviética en Afganistán habrían prevalecido. Por ende, todo lo que pasó ese importante año de 1989 y los acontecimientos posteriores, no hubieran sido posibles sin el protagonismo de Mijail Gorbachov, que llegó a la secretaría del PCUS. el 11 de marzo de 1985. Le habían precedido, tras un largo período Breznez, muerto el 10 de noviembre de 1982. Y a continuación Andropov y Chernenko. La rápida serie de defunciones de estos tres viejos comunistas, todos ellos nacidos antes de la 1ª Guerra Mundial, eran todo un síntoma, ya que estaban desapareciendo la generación de los líderes que recordaba el origen bolchevique de la URSS. Gorbachov tenía sólo 54 años, cuando alcanza el poder... Él se apercibió y reconoció que en la URSS el sistema político estaba agotado, y que no se podía seguir mintiendo a la población con la excusa de estar en camino hacia una sociedad comunista, llamada como el futuro luminoso de la humanidad. Que no podía construirse un sistema político coartando las libertades y los derechos humanos de la ciudadanía. Igualmente que la economía planificada se había vuelto inviable con una deuda externa en 1989 de 54.000 millones de dólares, por una burocracia anquilosada, por el creciente gasto militar, por la apatía de la población, y por un desastre ecológico incuestionable (Chernobil, Cheliabinski-40 o el mar de Aral). Para corregir estas deficiencias Gorbachow, puso en práctica la perestroika (reestructuracion)) y la gladsnost (transparencia y apertura), que supuso una ruptura en relación a la política llevada a cabo por aquellos secretarios del partido comunista soviético, que le habían precedido. Tuvo muy claro desde el primer momento que debían realizarse profundos cambios políticos, sociales y económicos en la URSS, y en consecuencia por contagio en el resto de los países socialistas del este. Lo que ya no parece tan claro es saber el alcance de las reformas que bullían en la mente de Gorbachov al principio de llegar al poder, cuando declaraba que el comunismo leninista seguía siendo un ideal excelente. Todo lo ocurrido con posterioridad, como el capitalismo salvaje en Rusia, no entraba en sus previsiones.

En los países del bloque socialista se daban los mismos problemas que en la URSS, y por ello las mismas aspiraciones de democracia y cambios económicos, incluso en mayor grado. Lo novedoso con respecto a épocas anteriores es que ahora se iban a encauzar, al no ser sofocadas violentamente desde Moscú como había ocurrido en anteriores ocasione. Desde 1985, con Gorbachov la URSS había comenzado a abandonar paulatinamente la supervisión directa de los países socialistas del Este. En este sentido resulta esclarecedor el discurso de Gorbachov, con fecha de 6 de julio de 1989, dirigido en Estrasburgo al Consejo de Europa, en el que informó de que la URSS no obstaculizaría las reformas en Europa oriental, ya que éstas eran “por completo un asunto de los propios pueblos”. El 7 de octubre de 1989, Gorbachov acudió a la Alemania del Este para rendir homenaje al 40 aniversario de la fundación de la RDA, y dijo con palabras memorables a Honecker, de que “la vida castiga a los que la posponen”. Poco después, en un camarote del buque Maximo Gorki, atracado en Malta, señaló a Bush que no usaría la fuerza para mantener en el poder los regímenes comunistas en la Europa del Este.

Todos los acontecimientos ocurridos en torno a esta fecha de 1989, levantaron grandes expectativas para construir un mundo mejor. Con la desaparición de la Guerra Fría, y con la lógica disminución de los conflictos, se produciría una reducción del gasto en armamento. Con el triunfo indiscutido del sistema capitalista se irían borrando paulatinamente las grandes diferencias entre ricos y pobres, y sería posible un mundo más justo y solidario. Se iría construyendo un mundo ecológicamente más sostenible. Contemplando el mundo que nos rodea, queda suficiente claro que aquellas expectativas eran totalmente infundadas.

En torno al veinte aniversario de la caída del Muro de Berlín
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