viernes. 19.04.2024

Fotos: Dory Hernández

En el límite entre Arrecife y Costa Teguise pero aún dentro de la ciudad y en las inmediaciones del Muelle de Los Mármoles se levanta una especie de urbanización a pie de playa. Un conjunto de precarias viviendas residenciales que nada tiene que ver con las lujosas construcciones realizadas en los últimos tiempos en el litoral insular. Algunas, llevan años edificadas de forma irregular y otras son de reciente creación pero todas totalmente al margen del planeamiento urbano. En conjunto suman una decena chabolas y en ellas habitan hasta ocho familias, muchas numerosas con entre tres y cuatro hijos.

Desde la carretera apenas se distingue el contorno de unas edificaciones que se abren paso entre montañas de escombros y desperdicios. Ya en los accesos, los coches abandonados, la falta de contendores de basura y las moscas del lugar indican que hasta ahora no se realizan muchas intervenciones en materia de limpieza en la zona.

Sin embargo, una vez en el interior de las casas-chabolas la situación cambia. Sus propietarios se esmeran, eso sí, unos con mayor éxito que otros, por mantener su espacio habitable e higiénico. Cada quien acondiciona el lugar como mejor considera bien construyendo terrazas ajardinadas o bien levantando una pequeña piscina.

Pero todos los vecinos echan de menos una “ayuda” institucional que alivie su situación. No hablan de dinero sino de un servicio de recogida de basuras permanente, de alumbrado público y de conexiones agua potable. “Se han llevado los contenedores y no los han devuelto. Los vecinos tenemos que quemar la basura cerca de las casas o trasladarla a otros lugares”, cuenta Manuel Acosta, un grancanario que lleva tres años viviendo en la zonA. Además de los inconvenientes propios de la inexistencia de servicios, esta carencia también afecta a la débil economía familiar. Los gastos en cubas de agua o en gasoil para los motores que generan la energía supone una parte importante del presupuesto que manejan los vecinos.

Efectivamente, en las esquinas se observan agrupados y a medio quemar generosas cantidades de basuras e incluso una de las chabolas destruida por las llamas. “Mi marido y yo hemos peinado la zona con bolsas de basura recogiendo suciedad. De hecho, mi esposo ha estado varias veces en el Ayuntamiento solicitando que traigan los contenedores pero no nos hacen caso”, insiste Adelina, propietaria de una de las casas más coquetas de la zona. Para ella y los suyos la limpieza “es fundamental” y organizan recogidas de basuras por la zona pero "no son suficientes".

Lejos de lo que cualquiera pudiera imaginar al pasear por la zona, los vecinos coinciden en señalar que se trata de un lugar tranquilo y ajeno a “los robos, las disputas o peleas”. Y es que al tratarse de uno de los puntos de accesos de pateras las patrulleras de la Guardia Civil circulan con mayor frecuencia.

La intervención del Ayuntamiento

La imagen que se observa en las inmediaciones del Muelle de Los Mármoles choca bastante con la concepción de la capital que tienen la mayoría de sus habitantes e incluso con la que se divulga entre los turistas. Pero las chabolas están ahí y sus moradores llevan varios años esperando una intervención concreta por parte del Ayuntamiento de Arrecife. Hasta ahora el Consistorio sólo ha realizado un censo, a través del área de Servicios Sociales, y se llevó a cabo una operación de desalojo realizada por la Policía Local. El proceso tuvo lugar durante la pasada legislatura y la finalidad del mismo no fue otro que “evitar riesgos entre la población instalada”, tal como explicó la concejal de Urbanismo y Policía Local del Ayuntamiento de Arrecife Nuria Cabrera.

Ahora y de cara a las próximas fechas, el área de Servicios Sociales se tiene previsto continuar con nuevas intervenciones en la zona. La propia titular del departamento, Lolina Curbelo, visitó las chabolas este miércoles acompañada por varios técnicos del Ayuntamiento. “Me he llevado una gran sorpresa y pretendemos reconducir y recuperar estos lugares”, señaló la edil. Curbelo espera contar a corto plazo con un informe que determine el estado de la zona y las medidas que puede ejecutar su departamento.

Nuevos vecinos

Adelina y su familia son nuevos en la zona. Llevan viviendo en el lugar hace tan solo cinco meses. Trasladaron su residencia desde Tinajo a Arrecife por motivos laborales. “Vivíamos en Tinajo pero compramos esta casa porque resulta más cómodo para ir a trabajar”, asegura. Junto a su marido, Adelina, regenta un puesto en la pescadería municipal de Arrecife. Cuando cambió de municipio “jamás” pensó que habitaría junto a la Disa pero ahora está plenamente adaptada. Aunque solicita “mayor limpieza”. “Lo principal es que los alrededores estén limpios. Si se tienen más o menos cosas, eso es secundario”, manifiesta. Recuerda que en más de un ocasión su esposo ha reclamado en el Ayuntamiento que “se vuelvan a colocar los contenedores” pero de momento no tienen respuesta. Adelina, como el resto de sus vecinos, se vale de varias cubas de agua y de un motor para generar energía. Esta situación no sólo complica las tareas de cualquier ama de casa sino que supone un gasto extra para el presupuesto familiar. La terraza de su casa se levanta justo en pleno litoral pero ella y los suyos no temen a la naturaleza. “Hasta ahora no ha pasado nada”, sostiene, aunque la vivienda se encuentra en fase de remodelación.

Manuel llegó desde Gran Canaria en el 2003. Dejó a sus padres y hermanos para trasladarse a Lanzarote. “Cosas de la vida”, como él mismo apunta. Desde entonces comparte su residencia con otros dos compañeros y alterna su estancia en la chabola con trabajos en la construcción o como pintor “según vaya surgiendo”. A pesar de los inconvenientes del lugar, Manuel apunta que “allí se vive tranquilo”. Asegura que la zona está vigilada continuamente por patrullas de la Guardia Civil que circulan por el lugar y que en estos tres años “nunca ha visto un robo”. Pero su comodidad no es total. Manuel requiere mayor implicación por parte de las instituciones. “No tenemos luz ni agua y es complicado vivir así”. A pesar de ello, no se siente solo y se lleva bien con el resto de la comunidad. “Aquí la gente es muy respetuosa, vive un matrimonio con sus hijos pequeños, el pescador y su familia, y Rafael... Todos son muy amables”, asegura respecto al resto de habitantes.

En primera línea de mar
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