viernes. 29.03.2024

1.- Jornada de sol y moscas en Garachico, con tres amigos. Saboreamos los manjares de Casa Gaspar (se los recomiendo). Burgados como soles, con un poquito de aceite y pimienta de la puta de la madre. Don José María Segovia , 91 años; Carlos Acosta , 82; y Lorenzo Dorta , 73. Los jóvenes que lean esto (yo tengo 65) dirán: "Vaya panda de carcamales". Bueno, que digan lo que quieran. El día estaba radiante y la memoria, fresca. Pero hablamos poco del pasado y mucho del presente. Don José María y Carlos nos deleitan, de vez en vez, con sus artículos en este periódico. Uno cuenta las cosas del ayer; el otro nos ilustra en el idioma y no nos deja pasar una a los escribidores de todos los días. Y mira que es difícil que los cronistas del puto folio diario no la metamos. La metemos constantemente, más que nada por las prisas y por confiar en el corrector automático del ordenata. Carlos y yo estamos empeñados en acentuar Abréu (sea Aurelio , sea Javier , sea Abréu y Galindo ). Y don José María, que es ingeniero de Minas pero sabe mucho de ortografía y de gramática, dice que es innecesario. Lorenzo se lo tomó a la coña.

2.- Para completar el elenco me telefonea mi madre (91, casi), a la mitad de la comida, para decirme que no la llamo. Le explico el por qué. Vodafone, que finalmente ha sido muy amable conmigo, no se explica por qué yo puedo llamar por mi móvil, pero no puedo recibir llamadas. Así que he iniciado un proceso técnico impensable para no tener que renunciar a mi número de teléfono y espero ganarle la batalla a la técnica. Garachico resplandecía, ahora con calesas; el trote de los caballos rememora los tiempos de mi pregón de hace dos años: la historia de la novicia rescatada del convento de clausura por el caballero amante. Era el mismo ruido de cascos que yo quise atribuir a los caballos que llegaron hasta la puerta trasera del convento de clausura, donde está el torno. Era también la noche de los tiempos.

3.- Y aquélla (¿lo acentúo, Carlos?) fue una comida pantagruélica en la que tuvimos que renunciar al segundo plato para podernos comer un mus de chocolate, recién hecho, que haría temblar a mi endocrina. A la que le debo una visita. Al salir, una escala -para el café- en el hotel "San Roque", donde fuimos espléndidamente agasajados con malvasía. Atención, Dani , el famoso cocinero, da de comer por encargo en este bello establecimiento de la Villa y Puerto. Es noticia gastronómica de primera, Belín . Salimos contentos, don José María y yo rumbo a Santa Cruz, y Carlos y Lorenzo, a sus respectivos domicilios. Una jornada muy interesante.

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En Garachico, con tres amigos
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