martes. 16.04.2024

Por Andrés Chaves

1.- Un breve viaje a Barcelona, desde Madrid, con mi hija, me sirvió para probar las bondades del AVE, que por otra parte conocía de otros trayectos ferroviarios a Sevilla y Córdoba. Nunca entendí la torpeza y la ceguera de la tal Magdalena Álvarez , ni de su negativa contumaz a colaborar con el proyecto de tren al sur de esta isla; negativa aplaudida con extraño entusiasmo -como si no fueran tinerfeños- por el PSOE local. Los sociatas locales son muy tercos y supeditan los intereses de su isla a los intereses de su partido, lo que les otorga la condición de idiotas inmisericordes. Supongo que un día, eso que llaman el electorado se lo va a demandar. Tienen el no por bandera y se les ve crispados, como con estreñimiento democrático. Lo peor que puede haber para un demócrata es el estreñimiento democrático, el constreñir las ideas, sin soltarlas, sin ampliar las miras, sin valorar adecuadamente las anchas fronteras del mundo, creyendo que son sólo el partido y sus designios y sus fines y sus miserias los que deben triunfar sobre el resto. No es así, queridos hermanos.

2.- Los sociatas, en suma, tan de capa caída como ZP , tienen gente estupenda y extrañamente arrimada, como Saavedra, Spínola, Trujillo, Abreu , gente socialdemócrata que, igual de extrañamente, se ha plegado a mentes políticamente tan retorcidas e inválidas como las de Pérez (Santiaguito) y Aguilar (Juanfer) . A estos dos no los vota ni la familia y lo de Aguilar de las pasadas elecciones fue un espejismo. Y se lo digo yo a ustedes, que nunca me equivoco cuando hablo de las cosas de la política. Aunque la política me dé tres patadas en el culo. Me enteré en Madrid, por cierto, de que ZP sufre ya, con fiebre alta, el llamado síndrome de La Moncloa, enfermedad incurable que ataca a los presidentes. Los síntomas son: cara de memo, incapacidad manifiesta para solucionar los problemas y recluirse en el recinto más de la cuenta.

3.- Bueno, pues en el tren mucho ejecutivo -y ejecutiva- de ordenador incorporado, mucha corbata y chaqueta y mucho ceceo de godo, pero buena pinta en general. Superpuntual el AVE, que transcurre por un paisaje impersonal -es difícil que un paisaje lo sea- y feo de esa España horizontal de campos enormes y ciudades invisibles. Cinco horas de conversación con mi hija, alternada con alguna cabezada y un paseo por la España de la crisis, sin dejar hablar a los taxistas y con el agotamiento de veinticuatro horas de tren/avión, que acabaron con un sueño de ocho horas en mi cama tinerfeña. Me dijeron, por cierto, que Paulino estuvo bien en el Parlamento. En cuanto se salió del guión.

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El tren
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