jueves. 25.04.2024

Por Juan Carlos Rey

Con la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al Gobierno de este país que se llama España -nombre éste tan estúpidamente odiado por los nacionalistas, hasta el punto de que cuando llegan a la administración autonómica de sus particulares feudos lo arrancan de calles y plazas como si tuviera la peste o algo parecido, de tal manera que las plazas de España se pasan a llamar plazas circulares o rectangulares y calles de España se denominan calle de arriba o de abajo- se han producido cambios notables en todo el país, especialmente en lo concerniente a eso que está tan de moda, el talante. Uno de estos cambios afecta de lleno a Televisión Española, donde se está intentando hacer una revolución de los claveles -que no capullos- tendente a apartar todo lo que huele a telebasura de la programación. Como los cambios drásticos conllevan algún que otro sacrificio, los nuevos directivos del ente público están pagando con la audiencia, que desgraciadamente sigue prefiriendo ver el Noche de Fiesta de José Luis Moreno a una buena película. El Gobierno, de forma sensata, parece que está aguantando con el chaparrón de las audiencias, hasta el punto de que de momento, en contra de lo que ocurre en las cadenas privadas donde el pescuezo de sus empleados tiene menos valor que una peseta de Franco, no se ha despedido a nadie. Sin embargo, cambiar a Sánchez Dragó por Javier Rioyo, al Un, dos, tres por el Gran Wyoming o a Parada por Carmen Sevilla -bueno, creo que este cambio lo hizo ya el Partido Popular (PP) después de que al barbudo presentador se le fuera la olla en una minifiesta que montó en un minibarco con la folclórica Marujita Díaz- no parece suficiente. Hace falta mucho más, y para ello se necesita de personas con la mente un poco más despierta de lo que hoy por hoy pulula por los consejos de administración no sólo de Radio Televisión Española sino del resto de cadenas. Comprendo, como ya escribí en su día, que está todo inventado, que es muy difícil dar con un producto nuevo, distinto y que además enganche con las hordas de telespectadores ávidos de carnaza mundana, pero al menos hay que intentarlo. El Mira quien baila -¿se llama así?- es un ejemplo malo de lo que digo, porque me parece un bodrio pero está claro que funciona.

Hecha esta larga introducción, abandono la paja del artículo para ir al grano, el mismo que me sale cada vez que tengo que soportar una retransmisión de fútbol de Televisión Española, de las pocas que se hacen ya. Creo que no soy el único ciudadano de este país que odia a Michel. Es más, alguien me ha propuesto, y pienso que no sería mala idea, crear una asociación de damnificados por el susodicho comentarista, al cual retiraron a tiempo para meterlo con calzador primero como entrenador del Rayo Vallecano -no consiguió nada- y luego del Real Madrid Castilla -pobre filial-.

Entiendo que José Ángel de la Casa, especialista en dar minuto y resultado y en aburrir a las ovejas con su falta de expresividad y de emoción, siendo como es el máximo responsable de los deportes de la cadena no se vaya a cambiar. Eso lo puedo entender, e incluso lo asimilo, puesto que ya nos hemos acostumbrado a ver y escuchar los partidos con su voz de fondo. No aporta nada al espectáculo, pero por lo menos no molesta. Ahora, lo de José Miguel González, más conocido como Míchel, clamaba al cielo.

Cuando era más joven y admiraba a este futbolista del Real Madrid nunca entendí por qué Clemente se negaba sistemáticamente a llevarlo a la selección, cuando estaba claro que era uno de los mejores interiores derecha del mundo. Con el paso de los años lo he comprendido: ¡no lo soportaba, no quería encontrárselo en las concentraciones, no quería aguantar sus aburridas disertaciones balompédicas!

Este malo aprendiz de comentarista se empeñaba en aturdirnos en cada partido con sus constantes patadas al diccionario, las que da además por intentar aparentar que es más culto de lo que en realidad es, embarullando el lenguaje. Se empeñaba, con tono cansino y chulesto, en repetir únicamente lo que todos vemos, sin aportar absolutamente nada al desarrollo del juego. Por eso, y porque no tengo más espacio para explayarme, me limitaré a pedir su destitución inmediata de entrenador por el bien del fútbol y de sus aficionados, como ya conseguimos que hicieran de la tele pública. No hay quien le aguante.

Estoy encantado con su sustitituto, Julen Guerrero. ¿Alguien se da cuenta de que está en los partidos? Yo no, desde luego. Habla tan bajito, tan pausado e interrumpe tan poco al soso de José Ángel de la Casa que uno no sabe si está o no está. Mejor así. Otro Míchel sería demasiado para el cuerpo.

El sustituto de Míchel
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