sábado. 20.04.2024

Definitiva y decididamente, no tenemos memoria. Ni siquiera quienes, al ganarnos los garbanzos en los medios de comunicación, deberíamos hacer de la misma una de nuestras principales herramientas de trabajo (la primera, el idioma y su buen uso, que ya vemos también cómo lo tratamos en los medios: a la patada). Gracias a esa amnesia selectiva o interesada que parece afectarnos a todos no recordamos que hace ahora justo un año andábamos hablando o escribiendo en la prensa local de lo mismito que ahora: la inminencia de una nueva crisis en el pacto de gobierno en distintas instituciones públicas lanzaroteñas. La única diferencia es que a finales de 2006 no sólo había una crisis institucional -otra más de las mil y una que coparon el anterior mandato-, sino que además andaban a su vez sumidos en sus respectivas crisis internas casi todos los partidos políticos con implantación en esta pobre islita rica sin gobierno conocido. A perro flaco todo son pulgas, como es triste fama.

Les refresco la memoria a los más desmemoriados: hace hoy justo un año, en vísperas electorales (como ahora; ayer las locales, hoy las generales), aparte de la enésima crisis de gobierno en el Cabildo y en el Ayuntamiento de Arrecife, la caos-pital lanzaroteña (las mismas corporaciones que andan ahora en lo mismo), era inocultable la otra crisis para-lela intramuros o en el seno de los distintos y distantes partidos asentados en la isla: PSOE, PP, PIL, APL, CC y Alternativa Ciudadana 25de des-mayo. No se libraba nadie de eso que los adictos al eufemismo llaman “desencuentros puntuales” o “sensibilidades distintas”, para no mentar así la bicha o la soga en casa del ahorcado, que queda muy feo. No exageraba un ápice el gran Winston Churchill cuando repetía, con toda la razón del mundo y parte del extranjero, que en esta vida existen pequeños enemigos, enemigos medianos, grandes enemigos... y compañeros de partido, que son los peores y más temibles de todos los enemigos habidos o por haber. Tal parece que todos los actores de la cosa pública insular, integrantes e intrigantes de siglas sólo teóricamente distintas y distantes, tienen más que asumida la sentencia de Garibaldi, aunque ni siquiera sepan ellos quién fue Garibaldi o crean que es el último fichaje del Atlético de Madrid: “Cuantos menos seamos [a repartir], mayor será nuestra gloria”. En el caso de los partidos/rajados (véase la que vuelven a tener montada en el PSOE conejero o conejo a cuenta del cuento de las listas electorales para los inminentes comicios), también todos parecen tener un mismo lema, cuya filosofía se aplican siempre al pie de la letra: “Un político no puede perdonar ni siquiera a su mejor amigo el hecho de que sea feliz. A su mejor amigo menos que a nadie”.

Verdad es también, puestos a contarlo todo, que el grueso de la prensa vive convencida de que estas traquinas o matraquillas les quita el sueño a los conejeros que no tienen arte ni parte en ese disparate, y da por hecho que en la calle no se habla de otra cosa. Prueba empírica de que el grueso de la prensa no pisa la calle... excepto para seguirle los pasos errados y erráticos a esta clase política que nos ha tocado en suerte. Como mínimo, hay un 50% del electorado potencial insular que deja bien claro cuánto le interesa esta guerra de guerrillas cada vez que llaman a las urnas: absolutamente nada. O les trae sin cuidado la que se traen montada los políticos lugareños, o directamente les asquea el solo hecho de escuchar sus nombres.

Salió el hombre duro de prisión apenas por un ratito y la política lugareña volvió por sus andadas. Recuérdese la fábula del escorpión y la rana. Es la naturaleza de cada cual lo que finalmente se impone. Ley de vida. Aunque, en hablando de escorpiones, tanto como la fábula de marras nos vale también aquella anécdota que se produjo durante el rodaje de “Centauros del desierto”, una de las mejores películas de toda la historia del cine. También su director, el duro/durísimo John Ford, está considerado como el mejor que ha dado el séptimo arte hasta hoy. Éste había sufrido la picadura de un escorpión de los tantísimos que hay en aquel bellísimo desierto norteamericano en el que se desarrollaba la acción. Al momento cundió la alarma. Los productores de Hollywood llamaron al protagonista de la cinta, el también duro/durísimo John Wayne, para interesarse por el estado del mítico director. La respuesta del actor constituye toda una definición de caracteres: “Ford se encuentra muy bien. El que ha muerto ha sido el escorpión”. ([email protected]).

El suicidio del escorpión
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