martes. 23.04.2024

Aunque el trabajo de los docentes es uno de los más envidiados por su horario y sus largas vacaciones, la realidad diaria de estos profesionales parece que no es tan gratificante como la pintan, sobre todo si hacemos caso a las estadísticas, que registran cada vez más bajas laborales por depresión, ansiedad y estrés.

Los datos son diferentes según la comunidad autónoma o el centro que se analice, pero en todos los casos, el porcentaje de baja por depresión es más alto de lo que debería y parece que va en aumento. La relación entre la enfermedad y el trabajo está clara para los psicólogos, que han denominado a este fenómeno como “burnout” o síndrome del quemado, y que afecta sobre todo al personal sanitario y a los profesores.

En resumen, el "burnout" es el desgaste profesional al que se ven sometido los profesores tras enfrentarse cada día al alumnado, que cada vez más se presenta como una barrera insalvable a la hora de dar clase. Los reiterados casos de violencia, la falta de respeto al profesor, la imposibilidad de conseguir atención por su parte, y hasta el acoso al que se llegan a ver sometidos, hace que estos profesionales se agoten antes de tiempo y terminen por desmotivarse hasta el punto de la depresión.

“Una profesión de riesgo”

A pesar de que en España no se ha prestado especial atención a este problema, ya hace tiempo que se está analizando por especialistas y colectivos profesionales, que reivindican un mayor cuidado con los encargados de la educación escolar de los niños y jóvenes.

Según las encuestas presentadas por el Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia, los porcentajes de baja por depresión giran en torno a un 12% de docentes que han pedido baja en algún momento por depresión a causa de conflictos escolares, pero también señala que un 15% sufren burnout, aunque no pidan baja por ello.

En el caso de Canarias, no existen estudios concretos sobre la relación del estrés y las bajas laborales de los maestros. El director insular de Educación, Juan Cruz, reconoce que la profesión docente es una “profesión de alto riesgo”, pero cree que “no se puede asegurar que las depresiones de los profesores están en relación directa con su trabajo”. Para él las bajas están más relacionadas con las épocas de gripe, en la que el contacto diario con los niños hace que haya más bajas de profesores, y por las enfermedades relacionadas con la garganta, ya que la voz es su herramienta de trabajo.

En España y particularmente en Canarias es difícil encontrar estudios o estadísticas sobre este tema, que parece no preocupar demasiado desde las instituciones. Pero la realidad es que los verdaderos afectados, los profesores, tienen claro que la relación con el alumno influye muchísimo en la consecución de su trabajo, y aunque no se puede hablar de la mayoría del personal de los centros educativos, todos tienen a su alrededor el caso de algún compañero que se ha visto afectado por los efectos del contacto diario con alumnos conflictivos y todos hablan de un cambio en las aulas que parece estar abriendo cada vez una brecha más ancha entre profesor y alumno.

La realidad del profesorado

La psicóloga Pilar Álvarez Ilarri, especialista en el tema, habla de “síntomas de angustia, impotencia, falta de sentido a su trabajo...” todos causantes del 15% de profesores con diagnosticados de “burnout” que se contabilizan en España.

Violencia, acoso, presión y amenazas por parte de los padres, y una ley excesivamente permisiva, son las que se apuntan como principales causas del agotamiento y la ansiedad.

Juan Cruz utiliza el término “abogados de sus hijos” para definir el papel que algunos padres han tomado frente al profesor, en el que delegan toda la educación de los pequeños, pero a los que exigen una total falta de autoridad, siendo incluso habitual llegar a los tribunales ante lo que ellos consideren una falta. Esto, sumado a una ley que parece no ir nunca a favor de los docentes, crea una presión en estos profesionales que lleva a las situaciones de ansiedad y de poca implicación en muchos profesionales.

En cualquier caso, estamos ante una situación compleja en la que intervienen muchos factores. Los cambios en los valores familiares, que no mantienen una comunicación fluida con los educadores y no transmiten a sus hijos el respeto a la figura del educador, la transformación de los intereses de los alumnos, que no valoran su educación como algo importante, o la multiculturalidad de las aulas, que obliga a reciclar todo el sistema educativo y la formación de los profesores, que tienen que adaptarse a nuevos retos, hacen que hasta los docentes más jóvenes se vean sobrepasados ante “una clase difícil”.

El síndrome del “quemado” obliga cada vez a más profesores a abandonar su trabajo
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