viernes. 19.04.2024

Me he enterado del inicio, construcción y reciente inauguración del proyecto hidroeléctrico Sopladora, obra emblemática de la actual administración, que según datos de prensa ha tenido un costo de más o menos 755 millones de dólares, pero lo más importante es que permitiría a nuestro Estado un ahorro de 280 millones anuales.

Esto quiere decir que en poco más de tres años, si canalizamos adecuadamente ese ahorro, habremos cancelado la deuda y tendríamos en el haber de nuestro patrimonio una obra que bien podría considerarse de lujo, dada su importancia económica y estratégica. Pero como la alegría del pobre dura poco y lo que se hace con la mano se borra con el codo, la fastuosa obra orgullo de este Gobierno se pondría a la venta, según el ministro Albornoz, pues está valorada en 900 millones de dólares.

En realidad suena atractivo. Si tiene un costo de 755 millones y a lo mejor se alcanzarían los 900 millones por su venta tendríamos una utilidad de 145 millones de dólares.

Pero el proyecto hidroeléctrico Sopladora solo es un montón de concreto, acero y alta tecnología que de nada serviría si no poseyera ese bien maravilloso que es el agua, que baja de nuestros nevados y baña los valles orientales y occidentales de nuestra patria. Por esto y por la ligereza con que se está tratando el tema, debemos ser más cuidadosos en el manejo de este bien, que es patrimonio de cada uno de los ecuatorianos. Es la heredad primigenia y sempiterna, es el patrimonio que no puede negociarse. Vender el agua o su utilización es como cuando el pobre vende su sangre para llevar pan a su hogar. (O)

El proyecto Sopladora
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