viernes. 29.03.2024

Hay una cuestión política, en esta España nuestra, que me preocupa extraordinariamente. Y sin embargo, para la mayoría de mis conciudadanos, por lo que estoy observando, no existe o si existe les parece irrelevante. Me estoy refiriendo al problema catalán, o mejor, “problema español”, porque afecta de pleno tanto a Cataluña como al resto del Estado español.

Por ser de tal calado se produjo la repetición de las elecciones generales el 26-J. En muy pocos medios de comunicación a la hora de considerar las causas de tal repetición, la tuvieron en cuenta. De entrada, la repetición de unas elecciones entra en la más estricta normalidad democrática. Se repitieron y no pasó nada. Sin embargo, el discurso dominante fue que la situación sin gobierno, fue por la irresponsabilidad de nuestra clase política incapaz del diálogo y del pacto, distinta a la de la Transición. Siempre recurrimos al mismo discurso, cuando se nos presentan "problemas", una dosis, mejor una sobredosis de Transición con el sobado consenso. La razón de ser de la política es la existencia del conflicto. La democracia auténtica es disenso. Por ello, cuando un grupo político defiende su programa y se reafirma en sus principios --las denostadas líneas rojas--, y decide no pactar con otras fuerzas políticas, no comete un acto de irresponsabilidad política. Todo lo contrario. Ni C's podía admitir el referéndum, ni Podemos podía renunciar a él. Por tanto, fue el problema catalán, lo que imposibilitó que Pedro Sánchez formase gobierno, ya que Podemos no podía apoyar ni abstenerse ante el pacto del PSOE-Cs, en el que no se reconocía la posibilidad de realizar un referéndum en Cataluña.

Además la conversión del catalanismo, anteriormente representado por CIU, al independentismo impidió la formación de un gobierno encabezado por el PP. En las legislaturas anteriores, tanto el PSOE como el PP pudieron hacerlo contando con el partido bisagra de CIU. Si CIU no se hubiera convertido al independentismo, hubiera sido factible un gobierno de PP-Cs y CIU, ya que hubieran sumado 171 escaños, que con PNV y CC hubieran tenido mayoría absoluta.

Igualmente con la Esquerra del 2004, que apoyó la investidura de Rodríguez Zapatero en 2004, se hubiera podido formar un gobierno ya que PSOE-Podemos con mareas y Compromís, Unidad Popular, Esquerra, Bildu hubieran alcanzado 172 diputados, a los que se podrían haber sumado PNV.

Por lo expuesto no parece descabellada la hipótesis expuesta: la repetición de las elecciones para el 26-J se debió al problema catalán. El dato es contundente, cuando el catalanismo ha dejado de serlo, entendido como implicación en el destino de España, el sistema constitucional de 1978 se ha visto sometido a una profunda crisis. Por primera vez en la democracia española los partidos políticos fueron incapaces de formar gobierno. Y tal circunstancia, es curioso, coincidió con el proceso soberanista catalán. Señaló entonces José Antonio Zarzalejos, del que discrepo en muchas cuestiones, pero no en ésta, su profunda sorpresa al constatar la poca preocupación mostrada por los españoles no catalanes con lo que está ocurriendo en Cataluña, como si la cosa no fuera con nosotros, reflejada en un ridículo porcentaje del 1,4% según las encuestas del CIS. Evidentemente tal dato se explica porque los medios de comunicación durante estos 4 meses anteriores al 26-J pasaron de puntillas sobre el problema catalán, e incluso lo ocultaron. Tal actuación refleja una gran irresponsabilidad política, el ocultar un problema de gran enjundia, como es que una parte importante de la población de Cataluña haya realizado un viraje, no sé si irreversible hacia la independencia. Nos guste o no a los españoles, pero la realidad es la que es: “El Estado español no tiene proyecto atractivo para una parte muy numerosa de la ciudadanía catalana”. ¿Cómo es posible que el PP celebre con tanta euforia su reciente Congreso teniendo delante el órdago catalán?

No viene mal hacer la siguiente pregunta, ¿cómo se ha llegado a esta situación en Cataluña? De entrada hay que mirar hacia atrás. Cesar Molinas recurre a Bobbit que analiza el papel de la guerra en la formación de los Estados-nación modernos. Francia, por ejemplo, se ha hecho francesa matando alemanes. Y Alemania alemana matando franceses. España ha estado ausente de este proceso. Nuestras guerras en los últimos dos siglos han sido guerras civiles, que son divisivas en vez de cohesivas. España se ha hecho española matando españoles. El resultado es un Estado-nación a medio cocer, mucho menos cohesionado que el francés, o el alemán. Esta es la realidad. Sobre ese contexto histórico, hace 10 años, solo el 15% de la sociedad catalana deseaba la independencia, con una fuerza similar en el Parlament. Hoy, las fuerzas independentistas llegan al 48% de los votos, ¡tres veces más que hace 10 años! ¿Qué hechos explican tal aumento del independentismo? Existen cinco hechos claves. La sentencia del TC del Estatut. La negativa al pacto fiscal. La crisis económica, que condujo a muchos catalanes a considerar la independencia como solución para superarla. Determinadas medidas del gobierno del PP, como la Ley Wert. Y, por último, el giro soberanista de CDC. Mientras tanto más leña al fuego. A las masivas Díadas, Rajoy las calificó: “España no está para algarabías ni líos, sino para crecer y crear empleo”. Como colofón las conversaciones entre el ministro de Interior, Fernández Díaz, y el director de la Oficina Antifraude de Cataluña, Daniel de Alfonso, en las que el magistrado le dice al ministro jactándose por su condición de patriota español "les hemos destrozado el sistema sanitario". Son una máquina de independentismo.

Hoy mismo José Antonio Zarzalejos en La Vanguardia ha escrito un encomiable artículo, pleno de sentido común, titulado Catalunya como trofeo, que señala de nuevo lo siguiente: “Quien no se sienta, primero, concernido por lo que ocurre en Catalunya, y luego, consternado por la naturaleza de los acontecimientos que le afectan y le van a afectar en el futuro inmediato, es un completo irresponsable cívico. Sólo desde la ignorancia de la historia de España y de la propia Catalunya puede entenderse el alto nivel de majestuosa indiferencia que suscita fuera del Principado –y aun dentro de él– la extrema tensión interna que registra su sociedad y, sobre todo, su relación con el conjunto de España”.

Termino. España hoy tiene un problema político de gran calado. Probablemente el mayor en 100 años. Al que no lo vea se le puede aplicar el calificativo de Zarzalejos. Por ello, me parecen muy actuales las palabras de Manuel Azaña en el Congreso de los Diputados en 1932 en la tramitación del Estatuto de Cataluña: “Todos los problemas políticos, señores diputados, tienen un punto de madurez, antes del cual están ácidos; después, pasado ese punto, se corrompen, se pudren”. Probablemente está pasado de punto.

El problema político más importante que tiene España desde hace 100 años
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