viernes. 29.03.2024

Te pones un ajo en el estómago y a partir de ese momento, dejas de comer todo lo que le pueda molestar al ajo. Así se presenta una de las dietas de moda que supuestamente hace que la gente baje de peso, simplemente teniendo en consideración las apetencias o mandatos de un ajo, al que nadie sabe bien quién ha pedido su opinión.

El régimen de los colores también tiene sus adeptos. Se trata de comer cada día cosas que tengan el mismo color. El problema llega cuando te toca el azul, porque básicamente te tienes que nutrir de helados de pitufo.

Aunque parezca mentira, muchas personas creen realmente que la cantante Rosa ha bajado de peso comiendo kilos de longaniza pero tomándose una pastilla o que Rociíto está delgada por ingerir algo relacionado con la alcachofa.

El nutricionista Juan Díaz quiere dejar claro que las dietas no son para tomárselas a broma y que muchas de ellas pueden resultar realmente peligrosas para la salud.

Él las llama “las dietas absurdas y mágicas” y comenta que “son auténticas estafas”. Explica que “aunque a simple vista se comprueba que estas dietas no pueden funcionar, su existencia es posible gracias al seguimiento por parte de mucha gente crédula o cansada de los métodos tradicionales”. Asegura que “son perfectas para todos aquellos que ven que no bajan de peso siguiendo los regímenes tradicionales y se agarran a un clavo ardiendo”.

Piensa que “influye sobremanera el encanto personal del individuo que anuncia o receta el producto en concreto ya que en muchos casos el atractivo personal puede ser más influyente que el sentido común”.

Dice el experto nutricionista que “no se debe pensar que sólo las personas de bajo nivel cultural siguen este tipo de dietas ridículas porque esto no es de gente analfabeta; los hay incluso con conocimientos científicos que se dejan embaucar”.

Asevera que “no hay que olvidarse de que aunque la mayor parte de las dietas sólo buscan que las personas pierdan peso, hay otras que hasta pretenden curar enfermedades incurables a base de unas hierbitas”.

4, 3, 2, 1

Habla Díaz de la dieta “4, 3, 2, 1”, que comenzó en Francia pero que se ha extendido por otros países y que también ha llegado al nuestro. Se vende en farmacias e indica que la personas se tienen que beber el brebaje 4 vasitos diluidos en agua una semana, la posterior serán tres los vasitos y así irá disminuyendo la cantidad. Explica que “muchas personas se piensan que porque lo que estén tomando sean hierbas no van a tener efectos secundarios, sin darse cuenta que la mayor parte de los medicamentos salen de las hierbas”. Como ejemplo, dice que “la aspirina sale del sauce”. Reconoce que “mucha gente piensa que si es algo que se vende en la farmacia tiene que ser bueno para la salud”.

Antes y después

Una de las técnicas de marketing más utilizadas es poner un personaje anzuelo, como en los casos del antes y el después, en el que “lo más normal es que esa persona ni haya tomado el producto ni lo haya visto de cerca pero si encima es famoso, ya cree todo el mundo en la capacidad milagrosa de la dieta en cuestión”.

Precisamente ahora vamos a entrar en la temporada propicia para este tipo de regímenes, la primavera. El verano lo es de las consideradas “dietas desesperadas”. Es ahora cuando se empiezan a notar los excesos gastronómicos del invierno y cuando las mujeres se enfrentan a la temida operación bikini. “En verano la gente ya recurre a medidas desesperadas como la dieta de la manzana o el ayuno absoluto” cuenta.

En su opinión, si estas dietas absurdas funcionan es porque “hay gente obsesionada por perder peso de manera fácil y estos regímenes les prometen resultados inmediatos logrados sin esfuerzo”.

Por ello, insiste en que “lo que hay que saber es que para perder peso es necesario hacer el esfuerzo de comer de forma equilibrada y realizar ejercicio”.

Ejemplos ridículos

Díaz no quiere dejar pasar la oportunidad de hablar de la “dieta del ajo”, a la que considera una auténtica estupidez. Consiste en pelar un ajo grande y colocarlo dentro del ombligo pegado con un esparadrapo para poder llevarlo puesto todo el día. El truco es no molestar al ajo con alimentos que no le gustan; es decir, que se picotee entre horas. “Aquí el ajo no tiene ni voz ni voto”, dice en tono jocoso Díaz, pero se supone que “la gente se acuerda del ajo cuando va a comer entre horas y deja de hacerlo, con lo que consigue perder peso”. Asevera que “es un truco de autosugestión barato e imaginativo porque aquí lo que funciona es la privación del picoteo independientemente de que se lleve el ajo pegado a la tripa”.

La “dieta del limón” se basa en la eliminación de grasas. “Es como cuando se anuncian productos para fregar los platos con efecto limón para disolver la grasa, pero en versión humana”. Lo que implica esta dieta es beber cada mañana en ayunas varios limones porque sus seguidores aseguran que se nota que “disuelve las grasas”. Lo que deberían decir, asegura, es que “hacer eso va a aumentar las caries en los dientes”.

La dieta del pomelo implica comer un día sólo pomelos, aunque el resto de la semana uno se pueda hinchar a papas fritas y tabletas de chocolate.

Son cientos los regímenes ridículos. Como no se puede hablar de todos, por último cita la dieta de los colores, en la que cada día deben tomar comida del mismo color. Eso sí, prepárense para cuando les toque el azul porque sólo van a poder tomar “helados de pitufo”.

El poderoso influjo del ajo en el ombligo
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