viernes. 19.04.2024

1.- Ahora todo el mundo habla del periodismo digital, pero no va a ser fácil -ni creo que deseable- enterrar el papel. ¿Cuánto tiempo durarán los tabloides de papel? No se sabe. Pero a mí me motiva mucho el olor a tinta y el reburujeo de las páginas, aunque valoro mucho a quienes se han pasado con entusiasmo a la red. Un diario digital es barato y un periódico convencional es carísimo de hacer. Yo me hice periodista de periódicos, lo otro llegó después. Llegó la radio, llegó la televisión, llegó el periodismo digital. Ha llegado todo de manera inexorable y cronológica, pero lo más auténtico es el papel, que acaba casi inevitablemente pegado a algún culo en cualquier lugar del mundo. O envolviendo el pescado. A mí el periodismo me ha dado mucha alegría y mucho sufrimiento. Cuando ocupaba cargos de responsabilidad me han llamado para anunciarme averías de rotativas, apagones, invasiones judiciales, la muerte de algún repartidor, el fallecimiento de compañeros de profesión y hasta para revelarme el secuestro de un amigo en una frontera y pedirme que lo sacara de allí. "¿Y cómo coño arreglo yo lo de este tipo?", me preguntaba. Me respondió ChenchoArias , a la sazón director de la Oficina de Información Diplomática: "No hay ningún periodista detenido en una frontera en este momento", fue su respuesta. Mi compañero había mentido.

2.- Y lo bueno es que todo el mundo es periodista, todo el mundo entiende de periodismo, todo el mundo se considera un genio de la comunicación; esta no es una profesión sino una enorme casa de putas, llena de madamas y de maricones palanganeros, noble oficio del que ya casi no se habla. Aquellos andares por los pasillos, aquel contoneo, aquellas toallas de una especie de cretona dobladas en su brazo y aquellos loros que se comían, en el corredor, restos de los bocadillos de los fornicadores, que se los echaban al animal a ver si acababan con él. Al contrario: los loros se ponían enormes con el pan y deslenguados con la pimienta de la mortadela.

3.- Qué tiempos del periodismo libertino, en el piso con loro de Gloria , figura muy recordada por los de mi edad. El periodismo tenía mucho de casa de lenocinio, era más sórdido que el de hoy y ha vivido siempre cerca de un lugar común, como se dice ahora: el tapadillo. Por eso yo me río cuando veo a sesudos hombres de la cosa, tipo Cebrián , discutir de tecnología en los foros, mientras Prisa se arruina y está a punto de volver a los orígenes; es decir, al tapadillo. Ahí no había ordenadores, ni enchaquetados, sólo el loro y la mortadela. Ni siquiera a Pedrojota lo hubiesen dejado entrar en tirantes. Éramos más locales y entrañables.

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El periodismo
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