jueves. 25.04.2024

Por Cándido Marquesán Millán

La actuación política de la presidenta de la Comunidad de Madrid, doña Esperanza Aguirre me parece curiosísima y que debería ser estudiada por especialistas de la ciencia política. Es una política que haga lo haga recibe de una manera masiva por parte de los diferentes medios de comunicación todo tipo de alabanzas. Tiene a su disposición un poderoso conglomerado mediático tanto público como privado. TeleMadrid podría pasar a la historia como el ejemplo más vergonzoso de falta de pluralismo y de manipulación informativa en un sistema democrático, superando incluso en estos aspectos a los tiempos de la dictadura franquista. Jamás aparece la más mínima crítica a la presidenta. Recientemente para ambientar una noticia del 15-M, una periodista de este medio puso como imágenes de fondo los enfrentamientos violentos de los manifestantes atenienses contra la policía. La ínclita periodista continúa en el ejercicio de su trabajo. En cuanto a los medios de información privados, más de lo mismo. Salvo alguna excepción, todos están a su servicio incondicional, cabe pensar que recibirán no pocas prestaciones económicas, vía contratación de servicios publicitarios. Me estoy refiriendo a: La Razón, ABC, El Mundo, La Gaceta, Intereconomía, la Cope, Antena3, Libertad Digital, etc. Semejante despliegue mediático, con tanta manipulación informativa, en un sentido unidireccional, en buena lógica tiene que ejercer una influencia de gran calado en la ciudadanía madrileña.

Conviene hacer un poco de historia. No deberíamos olvidar que dos diputados socialistas, Sáez y Tamayo, en una sesión de investidura no votaron al socialista Simancas, lo que supuso la repetición de las elecciones, tras las cuales llegó a la presidencia de la Comunidad de Madrid. La mayoría de los medios de comunicación cargaron las tintas contra los diputados socialistas por haberse vendido. Mas es verdad de Perogrullo que si alguien se vende es porque alguien le ha comprado para sacar algún beneficio. Y aquí hubo algún beneficiado. Vaya que si lo hubo.

Recientemente nos hemos visto escandalizados, no sorprendidos, por la expansión de esa lacra indigna de la corrupción del caso Gürtel en numerosos alcaldes, concejales, diputados y otros cargos populares en la Comunidad de Madrid. Parece de sentido común que la máxima dirigente de los populares en esta Comunidad tuviera alguna responsabilidad. Pues, no. Todo ese aparato mediático, trabajando a conciencia, le ha dado la vuelta al calcetín. Y doña Esperanza no solo no es responsable de nada, todavía más, acaba siendo presentada como el adalid contra las prácticas corruptas. Es alucinante.

Sabido es que su ideología es el paradigma del neoliberalismo más puro y contundente. Su idolatría por lo privado es tanta como su animadversión por lo público. Aunque también cae en flagrantes contradicciones, al no privatizar Telemadrid, ya que mientras sea pública la puede tener a su servicio. Reduce los impuestos a las clases pudientes y posteriormente se queja profundamente compungida de no tener suficientes recursos.

Una de las recetas impuestas desde F.M.I., U.E. y B.C.E. para salir de esta crisis económica, es la de controlar el déficit público, mas no por la vía del incremento de los ingresos a través de un sistema impositivo más progresivo, sino por la reducción sobre todo del gasto social, lo que está suponiendo un ataque brutal al Estado de bienestar que hasta hace unos pocos años pensábamos que estaba plenamente consolidado. Esperanza Aguirre está ejecutando esta receta como nadie.

Los destrozos que está llevando a cabo desde su llegada al poder a los servicios públicos es de tal calibre, que será complicado su recuperación algún día. El servicio sanitario se está privatizando cada vez más. Las grandes constructoras además de levantar los hospitales, contratan directamente al personal sanitario y no sanitario, y tienen grandes ganancias con la explotación de los parkings y los restaurantes hospitalarios. También están privatizados los análisis clínicos, como los servicios de ambulancias. Cuando se privatiza un servicio público, aquel que lo ejerce tiene que sacar un beneficio. Por tanto, ese beneficio se tiene que detraer de algún sitio, o reduciendo las prestaciones o las remuneraciones de los trabajadores. La consecuencia es cada vez menos prestaciones a los ciudadanos. Es de cajón.

El ejecutivo de Aguirre recibió en 2009 142 millones de euros para las ayudas a la dependencia y en 2010 más de 160 millones, sin embargo no ha dado respuesta a las necesidades de las personas dependientes. Esperanza Aguirre tiene prácticamente bloqueada la ley y la Comunidad. Madrid es la penúltima de las comunidades en la atención a las personas dependientes que tienen graves problemas: solamente 41.000 de las más de 200.000 personas dependientes en la región reciben alguna prestación.

En el ámbito educativo más de lo mismo. En los Presupuestos de 2011 de la Comunidad de Madrid lo único que se salvó en Educación fue el dinero que Esperanza Aguirre destinó a la Educación privada-concertada, ya que recibió 5,5 millones de euros más, lo que supuso un total de 855 millones. En el resto de los capítulos, desde la Educación Infantil hasta Universitaria, se aplicó un tijeretazo atroz. Por si todavía no fuera bastante, hace unos días, 250 directores de 320 institutos de la Comunidad de Madrid, tras haberse reunido exigieron al Gobierno regional que rectifique las “indignantes” instrucciones de inicio de curso y que aumente el cupo de profesores del que dispondrán los centros. Según la asociación de directores, estas instrucciones suponen una reducción media del profesorado del 12,5% en cada centro, unos 2.500 docentes menos solo en Secundaria, a los que se suman unos 500 entre Escuelas de Idiomas y Primaria. Estos recortes supondrán un empeoramiento, por sobrecarga, de las condiciones de trabajo del profesorado de la enseñanza pública. Menos empleo para menos personas, con menos sueldo, más precariedad y peores condiciones laborales. Con el mismo tiro mata varios pájaros a la vez. La enseñanza pública se empeora al reducir sus recursos, en contrapartida se potencia la privada. Además manda unos miles de trabajadores a la calle, que tampoco viene mal para incrementar las cifras de parados, echándole la culpa a Zapatero.

Así reduce el déficit público, más podía hacerlo de otra manera más justa y solidaria. Esperanza Aguirre ha hecho rebajas fiscales, de las que alardea, a las grandes rentas y patrimonios de la Comunidad. En total se han dejado de ingresar 7.800 millones de euros desde el inicio de la crisis, como consecuencia de unas rebajas fiscales que solo benefician a un 10% de los 3,1 millones de contribuyentes de la Comunidad. En concreto, mientras que la inmensa mayoría de contribuyentes obtiene una rebaja media de 112 euros al año, tan sólo el 7% disfruta de un regalo medio de más de 12.000 euros, que son precisamente los más ricos. Además, la supresión del Impuesto de Sucesiones y Donaciones significa una merma de 2.771 millones euros en 2011, de los que 2.300 millones van en beneficio de los grandes patrimonios de la región. Con ese dinero se podrían haber creado 200.000 puestos de trabajo, aplicar la gratuidad a la escuela pública en la etapa 0-3, la construcción de 55 centros de salud, acabar con las listas de espera en la sanidad y lograr el pleno desarrollo de la Ley de Dependencia.

A pesar de todo cada vez los madrileños son más incondicionales de la gran Esperanza, tal como se constata en las urnas. De verdad, me resulta complicado de entender. A no ser que una buena parte de la ciudadanía esté adormecida. También podría ser porque la sociedad madrileña se está derechizando cada vez más. Un sociólogo reconocido justificaba esta circunstancia con la siguiente frase: los hijos de la socialdemocracia. Lo que quería decir es que muchos de los hijos de aquellos emigrantes que llegaron en los años 60 a Madrid desde Extremadura, Andalucía u otras regiones de España, han accedido a determinados puestos de trabajos públicos o privados bien remunerados, que disponen de un piso en propiedad y una segunda vivienda, y como ya desde la niñez han disfrutado de los servicios del Estado de bienestar ya no los valoran. Por otra parte, les molesta ya que sus hijos compartan pupitre con un emigrante en un instituto público o tener que esperar detrás de una senegalesa en la consulta del servicio sanitario público. Por ello, prefieren llevar a sus hijos a colegios privados de élite o a sus esposas a dar luz a clínicas de pago, y se sienten muy agradecidos con la rebaja de impuestos, aunque ello sea a costa del desmantelamiento de los servicios públicos, que quedarán reservados para sectores marginados de la sociedad. Esta es la sociedad que parece que quieren.

El paradigma de Esperanza Aguirre
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