jueves. 18.04.2024

Nunca tuve ni la más remota simpatía monárquica. En esta misma tribuna me he cansado de escribir, desde hace lustros y hasta décadas, sobre lo de la Casa del Rey en Lanzarote, justo a la altura de La Mareta, cuando muchos entendían que no aplaudir todo lo que viniera o viniese de la familia Real era poco menos que herejía. Está escrito, así que no me apunto a darle leña al mono ahora que el mono ya está más que apaleado. Por eso hoy “me llena de orgullo y satisfacción” ver a tanto republicano “de toda la vida” saliendo hasta de debajo de las lajas, y dándole caña al Borbón, con una valentía impostada que recuerda al viejo chiste de mi tocayo Gila, que en paz descanse: “Varios tipos le estaban dando una paliza a uno. No sabía si meterme o no. Al final me metí, y entre todos le dimos una de patadas…”

La de políticos y periodistas que se han sumado, tarde y con sol (a buenas horas mangas verdes), a apalizar al “pobre” Rey de Expaña se cuenta y no se cree. De hecho, yo no me los creo. Apárteme usted más lejos que cerca a esos oportunistas, devenidos ahora en republicanos de cartón y de aluvión. Fíate y no comas de estos que van de muy valientes criticando al Rey o al Rajoy (también te lo regalo), ahora que el PP ya no rasca bola ni reparte caramelos en Lanzarote, y miran hacia otro lado ante los usos y abusos del PSOE y CC en principales instituciones públicas lanzaroteñas, donde se parte y reparte el poco bacalao publicitario que va quedando.

Me retiro de la escandalera y de la “caza del Rey” y me centro en la terrorífica entrevista que le hace esta semana en Interviú Juan José Millás a una tal Isabel Sartorius (una ex del Principito, al parecer). Nunca he visto un desnudo tan grande en esa revista. Aunque ella va vestida o tapada hasta el cuello en las fotos, el entrevistador la deja literalmente en bolas. Le hace un retrato cabal: la muchacha ha publicado dos libros en uno, pero en realidad no hay ninguno dentro. Todo son naderías. Y a Millás se le nota el cabreo por haber perdido el tiempo leyéndolo, por aquello de preparar las preguntas más cabales. Para que no quede duda de la calidad literaria de la “autora” (que reconoce que en realidad le ayudaron dos amigas a escribirlo/corregirlo, porque hay manos que se echan al cuello), en sus respuestas se repiten sus constantes muletillas (“¿Sabes?, ¿me entiendes?, ¿no?, ¿sabes lo que te digo?, es que de verdad, o sea…”). Infumable. Lugares comunes y los inevitables anglicismos pazguatos, pues ella habla incluso de su “coach”. ¿No fumas, inglés?

Para que no quede duda de que el lector no va a encontrar nada interesante en las respuestas de la tal Sartorius, el entrevistador lo avisa de antemano: “He aquí los resultados del encuentro, más bien pobres”. Y es caritativo con la muchacha, visto lo leído después. Y cierra la hueca entrevista de esta guisa:

-Has lanzado un libro como un anzuelo, pero luego si picamos en él sales corriendo.

-Ya, ya, si tienes razón. Pero el libro es lo que es y lo que estás preguntando no es lo que pone ahí.

-¿Podríamos decir que estás haciendo la entrevista con miedo?

-Sí, con miedo.

-Pues aquí lo dejamos.

Los desnudos últimos de la revista Interviú no es que sean buenos ni malos, sino directamente vomitivos, para mi gusto (échenle un vistazo no más a la portada de esta semana, un suponer, donde aparecen dos desconocidas con cuatro repelentes adquisiciones mamarias). Las chinijas de portada no causan atracción alguna (excepto en gente muy desesperada, y hasta lo dudo), sino rechazo, porque todo es plástico y no hay pechos grávidos o cimbreantes, sino toletas hinchadas de siliconas que cantan a la legua, como si fueran o fuesen “felatrices” del cine porno malo (el bueno haberlo haylo, pero cada vez es más escaso o difícil de encontrar en mitad de la espesa selva de la ordinariez plastificada). Este desnudo de la “escritora” de la que les hablo ni siquiera es erótico o sensual, sino directamente pornográfico, pues desnuda desde fuera y desde dentro a la entrevistada sin entrevista. Y eso que dicen que la muchacha de marras es o ha ejercido de periodista. Claro que, tal y como está hoy el oficio…

Juan José Millás, que es un magnífico entrevistador cuando quiere o cuando le interesa de verdad el personaje, sabe que de donde no hay nada, nada puede sacar. Y lo deja bien claro en esa entrevista en donde lo único interesante son las preguntas y los avisos a navegantes del escritor. No le pida nadie peras al olmo ni duraznos a la rama de batatera. ([email protected]).

El mejor desnudo integral de “Interviú”
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