viernes. 29.03.2024

Reconozco que está muy mal alegrarse del mal ajeno. Pero qué quieren que les diga, disfruté como un enano el domingo cuando el inexperto, inocente y picado Hamilton se salió de la pista y provocó que su reluciente Mc Laren se quedara parado. Estoy seguro de que no fui el único. De hecho, estoy convencido de que fuimos millones las personas que nos alegramos. Tanto es así, que estoy empezando a desarrollar una teoría sobre el poder de la mente de los españoles. Somos capaces de gafar cualquier cosa. Cuando juega la selección de fútbol, todos miramos a la pantalla convencidos de que va a perder en cuartos de final de cualquier campeonato, ¿y qué ocurre?, pues que pierde. Lo mismo ha pasado este fin de semana pero en sentido contrario; todos sabíamos que a Hamilton le iban a traicionar los nervios, ¿y qué pasó?, que le traicionaron. ¿Qué pasa cuando corre Carlos Sáinz? Que no preguntamos si ha ganado, preguntamos qué le ha pasado... En fin, volviendo a lo del domingo en Brasil, tengo que insistir en la tremenda alegría que me produjo ver que ganaba la razón, que Ron Dennis y su pupilo recibían una tremenda cura de humildad y que la todopoderosa Mercedes y su vicepresidente, Norbert Haug (cómo se parece este tío al actor John Goodman, el de Roxane), debían reflexionar sobre quién tendría que haber sido el principal piloto de la escudería y a quién desde luego no habría que dejar marchar.

A lo largo de la temporada se ha estado discutiendo sobre un absurdo. No existe una sola escudería en el mundo en la que los dos pilotos compitan por igual, entre otras cosas porque es matemáticamente imposible que ganen los dos. Al final hay que apostar por uno, aunque hay que hacerlo sin trampas y desde el principio hasta el final. Mc Laren apostó por el suyo, pero se equivocó. Eso sí, lo ha pagado muy caro, se ha quedado nuevamente sin campeonato de pilotos, sin campeonato de constructores, ha tenido que pagar una multimillonaria sanción por tramposos y encima van a perder en días a la persona que consiguió que este año tuvieran un coche campeón, con el permiso de Pedro Martínez de la Rosa.

Una cosa que me tiene realmente perplejo es lo ocurrido durante la retransmisión de la carrera y después, en los medios: ¿alguien ha visto imágenes de Ron Dennis o de Hamilton, alguien puede explicar por qué la realización del Gran Premio de Brasil no enfocó una sola vez al jefe de Mc Laren, alguien puede decir qué pasó después de la carrera, por qué apenas hay imágenes de lo sucedido en el equipo perdedor? Como diría Papuchi, raro, raro, raro...

Es evidente que Kimi Raikonnen no habría ganado jamás un campeonato sin que los españoles, que en nuestro subconsciente odiamos todo lo que tiene que ver con la Pérfida Albión (todavía no nos hemos recuperado del trauma que supuso que Felipe II enviara a la Armada Invencible a invadir Inglaterra y la Madre Naturaleza se pusiera de su parte), le echáramos una mano. Este Kimi, muy amigo del ron (no el dennis precisamente) y de las fiestas, es un gran piloto, y a todos nos cae muy bien, pero no es un campeón; en todo caso es un subcampeón. El único campeón que tiene en estos momentos en activo el circo este de la Fórmula Uno es español y se llama Fernando Alonso.

Mucha gente se pregunta qué es lo que pudo pasar en la carrera de Brasil, cómo sucedió el milagro para Ferrari. El milagro tuvo un ejecutor, y era asturiano. No hay un piloto en estos momentos capaz de hacer el adelantamiento que hizo Alonso, limpio, impresionante, cuando había sido superado por dos corredores. Eso fue lo que cambió la carrera, su destreza, el alucine que sintió Hamilton cuando se vio cerrado por Raikonnen y no supo que por la izquierda venía su compañero de equipo como un rayo.

No me extraña que el dueño de Ferrari, Luca Cordero di Montezemolo, elogiara el comportamiento del piloto español “dentro y fuera de la pista”. Alonso no lo dijo, pero el domingo estaba contento. Bastaba con verle en el podio, bastaba con verle la cara en la rueda de prensa. No era la cara de un hombre que acaba de perder un campeonato del mundo por un solo punto. Era la cara de alguien a quien el tiempo y las circunstancias le han dado la razón. Reaccionó además a lo grande, como un campeón, reconociendo el mérito de Raikonnen y de su equipo, que fueron eso, un equipo. ¿Se imagina alguien si en lugar de Raikonnen estuviera Alonso y en lugar de Massa estuviera Hamilton, si en el box estuviera Ron Dennis en lugar de Jean Todt? Sí, seguramente le habrían echado más gasolina a Hamilton y no habrían permitido que el ovetense ganara el campeonato.

Lo de Mc Laren de este año ha sido de juzgado de guardia, insisto. No me voy a extender demasiado. El ejemplo de lo cutres que son y parece que seguirán siendo fue la reclamación que presentaron a última hora contra BMW y Williams para intentar que Hamilton ganara en los despachos lo que no había sido capaz de ganar en la pista. Menos mal que Ferrari todavía tiene algo que decir en este tinglado y la FIA no se plegó esta vez a los caprichos de Ron Dennis.

Toda la gente se pregunta ahora por el futuro de Fernando Alonso. Se da por hecho que va a fichar por Renault, y yo creo que es la opción más válida. También se habla de una multimillonaria oferta de Toyota, más de 135 millones de euros (¿cuánto es eso en pesetas?), aunque algunos, los menos, ven incluso posibilidad de que se quede en Mc Laren si Dennis y su pupilo se marchan a un equipo nuevo que creo que están haciendo. Imposible. Lo de Ferrari parecía cerrado con la renovación de Massa. Y digo parecía porque este viernes uno de los lectores de esta columna en la edición digital dejó un curioso mensaje en el que desarrollaba una más que interesante y documentada teoría sobre las posibilidades de que Fernando Alonso fiche por Ferrari. Según este lector, la estrategia de la escuadra italiana habría sido la de jugar al despiste con su mayor y más tramposo enemigo, haciéndoles ver que no les interesa el bicampeón del mundo para luego, una vez liberado de su leonino contrato con los ingleses, anunciar su fichaje. ¿Posible? No lo sé, pero a mí me encantaría. Si Alonso fichara por Ferrari se volvería a repetir un ciclo similar al que ya vivieron con Michael Schumacher. Con un bólido de esas características entre sus manos no habría nadie que le hiciera sombra. Ahora, también creo que este genio es capaz de ganar a cualquiera con un Renault o con un Toyota. ¿Se apuesta alguien algo?

El mal ajeno y el futuro de Alonso
Comentarios