sábado. 20.04.2024

Por J. Lavín

Al contrario de lo que algunos piensan, personalmente creo que las lenguas, cualesquiera sean, no son propiedad ni atributo de nadie en concreto y si de todos a las vez. Las lenguas pertenecen a las personas que las hablan - otra cosa son las reglas de su correcto uso - ora como lenguas maternas o bajo la forma de conocimientos adquiridos, siendo en este último caso conocimientos que contribuyen a enriquecer enormemente a las personas que acceden a ellos.

La condición de políglota abre a la persona el acceso a todo un universo de nuevas ideas y conocimientos; o tal vez a antiguas sabidurías comunes, pero expresadas de otra manera. La lengua es la forma de expresión y comunicación por excelencia. Según un viejo aforismo, una imagen vales más que mil palabras. En algunos aspectos o circunstancias puede que así sea, pero no logro imaginar que clase de imagen, por extensa y prolija que sea, puede condensar y darnos a conocer de un vistazo - o de muchos - toda la variedad de situaciones y lugares, la belleza o la complejidad del alma humana, condensadas en textos inmortales como los surgidos de la pluma de Cervantes, Shakespeare o Dante, por citar solo a tres gigantes de la literatura universal.

Aquel dictador que nos cupo en desgracia durante demasiados lustros, de entre las muchas disposiciones que dictó, una fue la prohibición del uso de otra lengua que no fuese el castellano. “Habla la lengua del Imperio” era la consigna mostrenca en aquellos años de grisalla, impuesta a machamartillo, y con ella flaco favor le hizo a la lengua común que tanto parecía gustar. Aquellos polvos trajeron estos lodos y así podemos ver como algunos están emulando al dictador al tratar de imponer en sus cotarritos aquello mismo de lo que se quejaron amargamente durante la oprobiosa. Si lo de entonces fue u soberano error, al fin y al cabo, se trataba de una dictadura, lo de ahora también lo es, y mas aun si cabe, por estar en una democracia.

El Director General del Libro, Rogelio Blanco, afirma, sin lugar a dudas, que la inteligencia es lingüística y que solo con el lenguaje podemos dirigir nuestra conducta. Será por eso que todas las dictaduras prohíben o fiscalizan la lectura, porque lenguaje es poder, y tratan de tergiversarlo y adaptarlo a sus ruines propósitos. Queda bien claro, a mi modesto entender, que el lenguaje es la herramienta primordial de la convivencia, cuyos problemas, en gran parte, surgen precisamente de la incomunicación. Claro que a ver quien convence de estas elementales ideas o conceptos a los necionalistas - con e - que están procediendo a intensos lavados de cerebro lingüísticos y de otra índole a las mentes infantiles en las galescolas, ikastolas y otros templos de la estulticia y mala fe políticas. Un libro interesante, que ilustra plenamente la manipulación del lenguaje, es “La Lengua del Tercer Imperio”, del filólogo judeo-alemán Victor Klemperer, quien vivió en el infierno nazi. La forma de actuar de algunos servilones del poder mal entendido hacen buena la frase de Saint-Just: nadie gobierna enteramente libre de culpabilidad.

El lenguaje común
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