martes. 23.04.2024

Por Carmen Prieto Ferraro

Me impresiona Juan José Cortés, padre de Mari Luz. ¿Existen en el mundo más personas como él, con ese equilibrio, esa templanza, ese grado de aceptación? Su uso del lenguaje es siempre adecuado y en cuanto a lo no verbal; es decir, a la expresión de su cara, su mirada, el tono de su voz, el movimiento de sus manos, completan el perfil de un ser excepcional: me parece muy difícil conocer a alguien así.

Pero hay algo subyacente en este caso y que difiere de tantos otros que también han conmovido a la población. ¿Por qué ha calado tan hondo?

Desde un primero momento, Juan José Cortés cautivó a los medios con la desaparición de su hija. Quizás fue su potencia comunicativa. O influyó mucho el contexto: la cercanía en el tiempo de los intentos de secuestro vividos por varios niños de Canarias o el caso de Yeremi o de Madeleine McCann. Tal vez impresionó que Mari Luz tuviese cinco años, que fuese la única hija mujer en la familia, graciosa, salada, tan vivaz, como la pudimos ver una y otra vez en los videos caseros emitidos por la tele. El hecho es que muchos sintieron a Mari Luz como si fuese su propia hija.

Echando la vista atrás, recuerdo una concentración de apoyo a la familia que se realizó en Madrid, ya no en su ciudad, Huelva, sino que en Madrid. Fue multitudinaria y profundamente sentida por mucha gente que era capaz de ponerse en el lugar de los Cortés.

Hasta hoy, millones de personas han seguido, prácticamente a diario y con el corazón resonando al unísono, las etapas de este caso. La aparición del cuerpo de la niña, después de 54 días, se vivió como la muerte de un familiar cercano.

¿De dónde saca esa entereza Juan José Cortés? Su primera meta y convicción, era encontrar a su hija con vida: la niña volvería. Y mantuvo su fe en su Dios evangélico. Pero no fue así y a él -no niego en absoluto que haya experimentado un enorme sufrimiento- no se le veía en televisión sintiendo ira contra aquel Dios que le había fallado, como hacemos muchos. Con la serenidad que aún conserva, se planteó un nuevo objetivo, el de encontrar a los culpables, siempre reconociendo que ya nada ni nadie le devolvería a su hija.

Finalmente, éstos aparecieron, siendo Santiago del Valle el presunto autor de la desaparición y muerte de Mari Luz. Desde un primer momento fue el principal sospechoso para la familia y los vecinos.

Se debe sentir una frustración inmensa al saber que esos 54 días de sufrimiento se podrían haber acortado si las cosas se hubiesen hecho de forma diferente. A mi juicio, el dolor y la ira se acrecentaron entonces aún más. Exponencialmente. Pero Juan José Cortés seguía hablando ante las cámaras con mesura, planteándose ahora el propósito de confiar en la justicia, de esperar, porque parte de la base de que ésta hace bien su trabajo.

Posteriormente, ante la llegada de Santiago del Valle al Juzgado de Instrucción Nº 1 de Huelva, el barrio de El Torrejón y más gente de la ciudad descargó su furia. Un entrevistado decía: “necesito verle la cara”; una mujer, que ella le mataría con sus propias manos. Y algunos tiraron ladrillos y piedras, impotentes, rabiosos. Ante la carga policial que se les vino encima, no podían comprender cómo el presunto asesino, tal como dicta la ley, tuviese toda la escolta necesaria para garantizarle sus derechos. Y a la niña, ¿quien la protegió?, se preguntaban en medio de la batalla campal. Es que no todos son como Juan José Cortés quien, el día anterior a estos sucesos, llamaba a mantener la calma.

Cuando se supo de los “errores” judiciales y policiales, parece que el agua hubiese terminado de colmar el vaso, que ya estaba muy lleno.

Juan José Cortés pide que se depuren responsabilidades y reconoce -ante uno de los canales de televisión- que nunca los ha llamado nadie. Ni Zapatero, ni Rajoy, ni nadie, dijo triste, pero entero.

A finales de la semana pasada ya se establecieron nuevos elementos, que dan un giro a los hechos, generando aun una mayor repercusión social. Al descubrirse los fallos judiciales, la descoordinación entre juzgados y entre éstos y la policía, el caso de Mari Luz ha pasado a ser un problema de Estado (como creo que no se ha visto, la Vicepresidenta del Gobierno dio una rueda de prensa para referirse al tema).

No sé bien si por lo que hemos podido conocer o por la fuerza mediática del padre de la niña, se han comenzado a levantar las alfombras para ver todo lo que se ha ocultado debajo de ellas, durante años, escoba mediante.

Paralelamente, la huelga de los funcionarios de la administración de justicia en Madrid pone de manifiesto que hay altos y altos de carpetas esperando una orden de arresto, de busca y captura, de citación a juzgados, de fin de pleitos o lo que sea que tenga que ver con lo judicial. Con todo lo que se ha sabido estos días, a raíz del “caso Mari Luz”, esta huelga ha cobrado un carácter muy diferente. Hoy tiene mucho más cobertura mediática y pone al Gobierno en jaque: creo que está obligado a llegar ya a un acuerdo con aquellos trabajadores.

En definitiva, los hechos del caso Mari Luz y todos los acontecimientos posteriores han generado un fenómeno social, calando profundamente en la indignación de muchos españoles que, o conocen en carne propia, o saben de alguna manera que la justicia es muchas veces ciega.

Es ciega, si se dictaminan atrocidades sin lógica alguna o cuando pasan años y años antes de un juicio, cuya pena parece no tener sentido ahora, porque quien ha sido juzgado, lleva una vida nueva, sin drogas, está casado, tiene hijos, un trabajo estable... pero debe ingresar en prisión por un delito cometido hace ocho o diez años atrás. Es por eso que la desaparición de Mari Luz, con todo lo que ello implica, toca a cada uno de nosotros, despertando malos recuerdos, desconfianza, impotencia, rabia, frustración... Y de eso, más de alguien debe hacerse cargo, porque me parece imprescindible volver a creer en que todo va a salir bien y en que de verdad los ciudadanos honrados estamos protegidos por el tantas veces nombrado Estado de Derecho.

Es de esperar que a raíz del “caso Mari Luz”, estos temas no se olviden ni dejen de ser noticia, porque se requiere profundizar en ellos y buscar las soluciones pertinentes.

Por de pronto, Juan José Cortés, ya un verdadero referente social, recibió el fin de semana una llamada personal del presidente Zapatero. Algo que no muchos logran, sin duda. Este le hizo dos promesas: mantenerle informado sobre las investigaciones que ha abierto el Gobierno y que se depurarían responsabilidades.

Sin duda, todo el país estará pendiente, tanto de las investigaciones que está realizando el Consejo General del Poder Judicial, de las gubernamentales, del juicio contra Santiago del Valle y quienes hayan colaborado con él y de todo lo que está saliendo de debajo de las alfombras.

El caso de Mari Luz ya es un problema de Estado
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