sábado. 20.04.2024

Por Andrés Chaves

1.- Apoyo totalmente al alcalde del Puerto de la Cruz, Marcos Brito , en su cruzada contra el botellón. El botellón es una agresión social y una vulneración de la ley, pues beben sin tino los menores, e irresponsables vendedores de licores expenden a chicos y chicas que no han cumplido los 18 años bebidas alcohólicas. En un país en el que al Gobierno socialista no le importa que jóvenes de 16 años aborten sin el consentimiento de sus padres, el botellón podría considerarse un mal menor. Pero no lo es. ¿Qué pasa con el alcoholismo juvenil, que además de ser un drama personal y familiar cuesta a los españoles millones de euros al año? ¿Y qué con la droga que se consume en esas reuniones estúpidas, en las que no se saca nada en claro? ¿Es esta una manera normal de divertirse: drogándose y consumiendo alcohol? La herencia socialista en el Puerto de la Cruz no fue buena y el botellón da fe de ello. La policía hacía mutis por el foro y nadie estaba interesado en cortar estos desmanes, que tenían en pie de guerra al barrio de La Ranilla. Ahora las cosas van a cambiar.

2.- Es preciso que Marcos Brito dedique los esfuerzos de su Policía Local a identificar y denunciar a quienes venden alcohol a menores y a impedir su consumo público, con el consiguiente estruendo. Y también es labor de la policía hacer que se cumpla la ley. Lo menos que necesita el Puerto de la Cruz es de gente que ensucie la ciudad y que dañe su mobiliario urbano. Lo menos que necesita la ciudad es el menudeo de droga en todas estas concentraciones humanas que no aportan ningún beneficio. El alcalde intenta cortar de raíz un acto ilegal, antes de que pase a mayores. Impedir que niños y niñas borrachos cometan los desmanes de cada fin de semana que son habituales en varias localidades de España.

3.- Confundir la permisividad y la tolerancia con una transgresión social grave es una equivocación. No por salirse de la norma se es más liberal. El liberalismo tiene sus límites y su orden, faltaría más. Aquí se tiende a confundir siempre el liberalismo y la tolerancia con las actitudes desalmadas y desproporcionadas, tomando como normales hechos prohibidos, como son que un menor consuma alcohol y que la gente trafique con droga en plena calle. ¿Pero a dónde íbamos a llegar? Marcos Brito lo que ha hecho es poner orden y esto se lo va a agradecer el Puerto de la Cruz, cuya población está harta de desfiles gays, de cines ecológicos fraudulentos (en cuanto a contenidos) y de rompimiento social, de bandos y de gente subsidiada en empleos municipales, a cambio del voto y del grito. Por eso animo a la corporación portuense a que acabe con todo esto y para siempre.

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El botellón
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