viernes. 29.03.2024

Por Andrés Chaves

1.- He superado todos mis miedos y me he sometido a un análisis. Lo siento por mis enemigos pero estoy bien del todo. Me metieron a la técnico en la cama, prácticamente, sabida mi aversión a que me pinchen. Me trincaron adormilado y ni siquiera me desmayé; y si me hubiera desmayado habría caído a plomo en la mismísima cama. Eso de la analítica a domicilio, como se hacía antes, es muy cómodo. Y si, como fue el caso, te pinchan unas manos bonitas y hábiles, mejor. Pensé que a mi edad, y con lo que uno trasiega, la cosa iba a estar mucho peor. Ahora tendré que girar una visita al urólogo para que indague algo más en mi antígeno prostático específico, pero todo da a entender que tampoco está mal del todo. Esto de contar las enfermedades de uno, o la ausencia de enfermedades en este caso, lo toman los ingleses como algo de muy mala educación. Pero entretiene.

2.- César González-Ruano contaba todas sus enfermedades y sostenía que él tenía una mala salud de hierro. César redactó tantas necrologías que hasta se ha editado un libro con ellas. Cuando escribió sobre cumpleaños de Azorín, que llegaba a los 90, César repitió en ABC, el 31 de mayo de 1963, las palabras del cronista alicantino: "La vejez es falta de curiosidad". Y tenía razón porque mientras haya curiosidad, amor por las cosas e, incluso, sexo, no hay vejez. Sólo cuando el cuerpo se atrofia, se enfría y pierde el interés por la vida comienza la cuenta atrás. Quizá por eso estoy tan contento con mi análisis clínico, ya comentado, y con su danza memorable de triglicéridos y creatininas.

3.- César, en sus delirios del mediodía en cualquier café de Madrid, decía que a él los muertos se le daban como a nadie. Hay una literatura necrológica muy rica, pero yo creo que pocos como él a la hora de contar la muerte de los demás, con todo lujo de detalles y muy literariamente. Fíjense qué belleza (ABC, 19 de noviembre de 1964) de prosa poética, en el aniversario de la muerte de Carmen Amaya: "¿Y no he de recordarte yo, Carmen Amaya, en este diciembre dolorido del penúltimo mes del primer año en que canta tu ausencia entre nosotros y tu cuerpo menudo, casi verde, bailando para nosotros todavía, por quieto que lo manda la honda tierra de Bagur, en la plaza permanente de la memoria que se llama Carmen, del corazón que se llamaba Carmen, del agua de la enagua y de tu pelo el agua que se llamaba Carmen; de ese pozo de la guitarra muda por la noche que se llamaba Carmen, de la Carmen que se llamaba Carmen y era llama de todo lo que Carmen hoy me llama?".

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El análisis
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