viernes. 29.03.2024

En el siglo XVIII la erupción canaria de Timanfaya arrojó lava y escorias durante casi seis años y lanzó un volumen de material, entre 3 y 5 kilómetros cúbicos, comparable al de las erupciones fisurales de Islandia, afirma el geólogo Juan Jesús Coello.

El experto, en una entrevista concedida a la agencia Efe, precisa que en las últimas erupciones de Canarias la cantidad de magma emitido ha sido habitualmente mucho menor.

Juan Jesús Coello señala que la gran erupción de Timanfaya, en el lanzaroteño Parque Nacional, se prolongó entre 1730 y 1736, con un volumen de lava de magnitud comparable al de las grandes erupciones fisurales de Islandia, donde se han producido algunos de los mayores procesos de emisión de lavas registrados en época histórica, como por ejemplo los ocurridos en 934-940 y 1783-1784.

El geólogo explica que hay similitudes entre el vulcanismo canario y el islandés pero la gran diferencia es que este último está situado en el borde de dos placas tectónicas, pues está asociado a la dorsal mesoatlántica, la cadena montañosa submarina que cruza el océano Atlántico de norte a sur.

En cambio el vulcanismo canario está "dentro" de la parte oceánica de la placa africana, explica el geólogo, que es miembro del consejo asesor científico del congreso "Ciudades sobre volcanes", que se celebrará en Tenerife del 31 de mayo al 4 de junio.

Pero el vulcanismo islandés y el canario sí cuentan con procesos parecidos, como las erupciones fisurales, cuando la actividad volcánica se concentra a lo largo de una fisura eruptiva que comienza con muchos "focos" alineados, y luego se concentra sólo en algunos de ellos.

En Canarias y en Islandia ocurren con frecuencia esta clase de erupciones, que también tienen estilos eruptivos parecidos, como actividad de tipo hawaiano o estromboliano, típicas del vulcanismo basáltico, añade Coello.

Sin embargo, en Canarias se genera una cantidad de magma "muchísimo más pequeña y más despacio", y de hecho la última erupción se registró en 1971 en el Teneguía (La Palma), mientras que en Islandia han ocurrido alrededor de una decena desde esa fecha.

Para el geólogo, una erupción volcánica "lo que supone al fin y al cabo es un rejuvenecimiento del paisaje" ya que, aunque se tiende a pensar en los procesos volcánicos como destructivos, en realidad los volcanes "también son constructores de paisaje" y la prueba es que con frecuencia cuando surge uno "se construye una montaña".

Una erupción rejuvenece el paisaje al añadirle material y volumen y luego los procesos erosivos se encargarán de destruir esa forma, pues el agua excavará barrancos y el viento la suavizará, y eso es lo que hizo el Timanfaya en Lanzarote, crear un paisaje volcánico "moderno".

Pero el de Timanfaya fue un hecho muy excepcional dentro del vulcanismo histórico en Canarias ya que lo habitual en las islas es que las erupciones de fecha histórica sean de corta duración, desde unos pocos días a varios meses.

En Tenerife la erupción más larga entre las históricas es la de montaña de Chahorra o Las Narices del Teide, en las faldas del Pico Viejo (3.135 metros de altitud), que se prolongó durante tres meses en 1798.

La última erupción del cráter central del Teide podría haber acontecido a finales del siglo XIV, antes de la Conquista, y formó el cono terminal y dejó lavas negras por las laderas.

Algunos autores creen que esta erupción causó la denominación de Tenerife como "Isla del Infierno" cuando navegantes andaluces y vizcaínos vieron salir fuego y humo de su cumbre.

Históricamente el Teide "ha estado tranquilo" pero podría tener en el futuro erupciones explosivas potencialmente peligrosas, en especial para la zona norte de la isla, apunta el geólogo.

Juan Jesús Coello precisa además que la duración de una erupción depende fundamentalmente de la cantidad de magma "que hay bajo el punto de emisión", pues si la cámara magmática de un volcán es muy grande "y hay mucho material fundido, la erupción durará en general más que si el volcán está alimentado por un pequeño cuerpo magmático de poco volumen".

"Una erupción volcánica es la expresión superficial de algo que está pasando debajo, de que una masa de rocas se funde y genera un magma que eventualmente puede llegar a la superficie", explica.

Respecto a la erupción del volcán islandés Eyjafjallaj”kull, Coello precisa que una particularidad del vulcanismo en esta isla es que, al hecho de estar asociado al borde de placas divergente de la dorsal mesoatlántica, una zona en la que el volcanismo crea corteza oceánica, por lo que las placas se están separando, se suma otro fenómeno, el llamado "punto caliente", que muchos autores defienden como origen del vulcanismo en Canarias.

Un punto caliente es una anomalía térmica en el manto terrestre, una zona más caliente donde se produce una fusión parcial de las rocas, es decir, magmatismo.

Los puntos calientes normalmente no se sitúan en el borde de las placas sino dentro de ellas, como en Canarias, pero en Islandia ocurre lo contrario, punto caliente y borde de placa coinciden en espacio y tiempo.

Por este motivo en Islandia la dorsal mesoatlántica ha llegado a emerger, pues el vulcanismo es tan intenso y se emite tanto material que ha conseguido edificar, no una cordillera submarina, sino una isla, añade Coello.

El Timanfaya arrojó en seis años tanta lava como en las erupciones de Islandia
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