viernes. 29.03.2024

Por Andrés Chaves

1.- Un tal Cristóbal de la Rosa , que se ocupa en el Cabildo de "su" cultura, tiene exasperado al director del TEA (el nuevo museo dedicado en gran parte a Óscar Domínguez ). Javier González Durana ha estado dos veces a punto de dimitir. Incluso, De la Rosa le prohibió intervenir en el acto de inauguración del museo, lo que debe agradecer el director porque los cientos de invitados maleducados que asistieron al guirigay se pusieron a hablar entre ellos, mandando a tomar por el culo a los oradores, a ninguno de los cuales se le entendía una palabra. Fíjense que durante su disertación, y ostensiblemente enfadado, Miguel Zerolo , alcalde de la ciudad, acusó al público de comportarse de manera "bulliciosa". La entrada en el museo es excesivamente cara: 5 euros. Con la crisis, muy pocos santacruceros irán a ver la obra expuesta. Si lo que se pretende es que los chicharreros no vean aquello, pues, vale, que el sabio Cristóbal mantenga el precio. Hace tiempo que quería hablarles de este personaje, al que no sé de dónde sacó José Manuel Bermúdez , y que vive pegado al vicepresidente como una lapa. Nadie lo puede soportar, sino su coro de culichichis, y tiene mosqueado a eso tan etéreo que llaman "mundo de la cultura", del que el ilustre forma parte, conjunto de vanidosos que se creen descendientes de la pata de El Greco y que siempre hablan bien unos de otros por delante y se ponen a parir por detrás; y que están convencidos de que después de ellos se acaba el mundo. Por cierto, que los que acudan a la biblioteca del museo podrán ir ellas en biquini, ellos en meyba, porque los rayos de sol tan abundantes que entran allí y la blancura de los libros dan al lugar un aspecto de playa que asusta. Pongan una persiana, hombre.

2.- Si González Durana ganó el puesto por oposición, si no le regalaron nada, lo mejor es que lo dejen trabajar. Ya que algunos se arrogan los méritos culturales que no tienen con respecto al museo, lo lógico sería ejercer la mínima tutela sobre el director; pero la mínima, no la máxima, y no creerse ellos los mandamases. El TEA es una maravilla para una ciudad como Santa Cruz. Un edificio espectacular, diseñado por el estudio Herzog y ejecutado con fondos de los tinerfeños. Pues ábranlo a Tenerife, que en seis meses no se pague entrada, que los isleños todos lo disfruten gratis durante ese tiempo; y no lo conviertan en un coto cerrado, porque el arte es -o debería ser- universal, abierto, tolerante y, si es posible, de exhibición barata. Esta isla, con su endogamia, se cree el esfínter del mundo. Y no lo es. El mundo es muy grande y nosotros muy pequeños. Estoy convencido de que mi amigo Ricardo Melchior , a pesar de que es tozudo y de que con la edad se ha vuelto más alemán, va a recoger mi ruego y lo va a trasladar a quien corresponda. Y no digo nada de mi también dilecto amigo Bermúdez, al que ruego abra la abultada carpeta de quejas contra De la Rosa y lo ponga en su sitio de una puñetera vez, para que no se le siga subiendo a la peta. Luego, si quieren, váyanse los dos al Buda a tomarse unos guacarnacos.

3.- Ya que se ha hecho un esfuerzo tan encomiable para que el TEA (antes llamado IODACC, o algo así, algo muy complicado) abra sus puertas, no la jodan más. Por cierto: el acto de inauguración fue un desastre. Los invitados, con muy mala educación, se dedicaron a hablar entre ellos durante los discursos. No respetaron a los oradores. Les importaba tres pitos lo que los actuantes decían sobre el museo. Aquello parecía un evento -qué horror de palabra- organizado en un suburbio de una república bananera. Qué vergüenza. La próxima vez revisen la lista de invitados y no les den a los mismos otra oportunidad de airear su mala educación y su horterismo rampante. He esperado hasta ahora para ocuparme del museo porque necesitaba confirmar el cabreo de su director y lo he hecho, aunque no hablando con él, que no lo conozco, sino con gente del entorno, que le dicen. El TEA es un lujo, pero los lujos sería bueno racionalizarlos. Y revisen la cultura del Cabildo, para que no se convierta en la cultura del señor De la Rosa. Si no me creen a mí, pregunten a González Durana, que espero sea sincero y no me deje con aquello al aire.

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El TEA
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