martes. 16.04.2024

El MIAC inauguró en la noche del pasado viernes, con una destacada presencia de gentes de la cultura y sociedad lanzarote y canaria, el primer proyecto de 2010 con la exposición Individuo e identidad, una muestra cedida por el TEA Tenerife Espacio de las Artes, perteneciente a la Colección Ordoñez-Falcón de Fotografía (COFF), depositada en el museo tinerfeño desde el pasado año. Comisariada por Javier González de Durana, director artístico del TEA, con la selección de Zhang Huan, Celine van Balen, Andrés Serrano y Pierre Gonnord, se propone una visión del retrato que no sólo pone de manifiesto al sujeto observado, sino que plantea una lectura en profundidad sobre la identidad y las fisuras que las cuestiones identitarias producen en las sociedades contemporáneas.

Individuo e identidad es una reducida muestra de la amplia Colección Ordóñez-Falcón de Fotografía, que cuenta con más de 1.100 obras, datadas desde los años 20 del siglo pasado hasta la actualidad, en un recorrido por la fotografía universal con autores como Stieglitz, Adams, Sander, Weston, Rodchenko, Abbot, Brassaï, Penn, Avedon, Doisneau, Warhol, Sherman, Ruff, Höffer, Olaf, Fontcuberta y un larguísimo listado de igual relevancia. De ese magnífico conjunto se han seleccionado 21 imágenes, la serie Family Tree, del año 2000, compuesta por nueve fotografías de 230 x 180 cm., de Zhang Huan; 8 fotografías de Céline van Balen, de 1998, de 155 x 125 cm.; dos retratos, Antonio y Eladio, de la serie Utópicos, del francés Pierre Gonnord, y dos personajes de la serie América, del neoyorquino Andrés Serrano, bajo el título América (Boy Scout John Schenieder, Troop 422) y Bello Nock (América's Best Clown), ambas obras de 2003.

El trabajo de Zhang Huan (China, 1965) se compone de una serie de nueve fotografías de gran formato donde aparece un primer plano directo de su rostro. En progresión creciente su cara se va cubriendo con los nombres de sus antepasados, quedando plasmado sobre su cara todo el árbol genealógico familiar; así, cuando los nombres de todos los que hicieron posible la existencia del individuo se hacen patentes, la identidad de la persona queda sepultada e irreconocible.

La artista holandesa Céline Van Balen (Holanda, 1965) presenta ocho retratos de jóvenes musulmanas posando en idéntica actitud y a la misma distancia de la cámara. A pesar de las diferentes procedencias, genealógicas o geográficas, todas se igualan por el pañuelo que cubre sus cabezas, un elemento que las uniformiza, motivado por un imperativo religioso.

Las dos imágenes de Pierre Gonnord (Francia, 1965) -Antonio y Eladio- muestra personajes en toda su miseria física, pero sin buscar en ello el dramatismo. Ancianos vapuleados por la vida que poseen una poderosa personalidad y mantienen la dignidad en situación de indigencia.

Las obras de Andrés Serrano (Nueva York, 1950) incluidas en su serie “América”, retrata los estereotipos americanos de finales del siglo XX a través de personajes “carismáticos” cuya suma de todos configuraría, según Serrano, el retrato de la América actual.

En el texto elaborado por el comisario para la exposición, González de Durana analiza el hecho de coleccionar como la unión de los aspectos intelectual y espiritual, compenetración que sólo se produce “... En opinión de Panza di Biumo cuando se halla madura la primera condición preliminar para la forja de toda colección, que es siempre una condición de índole cultural: “si no se poseen unos conocimientos amplios y profundos de la historia del arte, no hay forma de acostumbrarse intelectualmente a la diversidad de las propuestas y, por tanto, tampoco a comprender cosas distintas, lo cual constituye la capacidad primordial a la hora de elegir entre las ofertas de arte contemporáneo”. Y continúa González de Durana, “la práctica del coleccionismo, para quien la ejerce por amor al arte, mucho más allá de ser una inversión económica o una señal de distinción, es una aventura o, mejor dicho, una experiencia en cuyo desarrollo se producen placeres y pérdidas, encuentros y rupturas, fidelidades y evoluciones. Coleccionar, según Muensterberger, es una de esas opciones, una potenciación del tiempo vivido y proporciona nueva vitalidad porque cada nuevo objeto transmite la noción de una omnipotencia fantaseada”.

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