viernes. 29.03.2024

La muerte en octubre del año pasado del escritor y periodista Eduardo Haro Tecglen -con él era imposible que coincidiéramos aquellos que no entendemos el mundo como un todo o un nada y aquellos que por la edad no podemos tener rencor hacia una derecha a la que siempre identificaba con un régimen dictatorial desaparecido por fortuna hace años abrió un interesante debate sobre algo tan poco comentado como es la donación de cuerpos a la Ciencia. Es muy común en chistes y chascarrillos de la más variada índole emplear la expresión de “donó lo que sea a la Ciencia” casi siempre para dar a entender que el protagonista de la mofa carece de algún órgano importante -casi siempre el cerebro- por haberlo regalado para el estudio. Y no es correcto, por supuesto, porque la donación, aunque se hace primero en vida, se ejecuta siempre cuando uno está muerto. Sólo faltaba, ¿verdad? Lo cierto es que, con mis lógicas discrepancias, consciente como soy por haber leído infinidad de entrevistas suyas del dolor que sentía por una vida en la que la tragedia siempre revoloteó a su alrededor como el peor de los pájaros del mal agüero, Eduardo Haro Tecglen me parecía un tipo muy interesante, con una gran inteligencia y con una particular forma de interpretar las cosas. Me pasa con muy pocos columnistas: tal vez Juan José Millás, al que admiro profundamente por su ingenio, Carlos Ruíz Zafón, Paco Umbral, Eduardo Mendicutti, Carmen Rigalt y unos pocos más, no demasiados. Este señor tan mayor, al que desde luego costaba bastante entender en sus últimas crónicas radiofónicas, nos dio un ejemplo sensacional tras su muerte, al donar su cuerpo para que lo estudie eso que se conoce como la Ciencia.

Intenté informarme un poco de qué va esto de la donación del cuerpo. Quería averiguar si realmente existe o se trata simplemente de una coña marinera que el propio Haro nos quería legar. Y no, aunque no es muy frecuente, hay personas que donan su cuerpo, que no su alma, a la Ciencia. Vamos, gente que está dispuesta a que le abran en canal de los pies a la cabeza una vez que se va al otro barrio. Todo, por supuesto, con un fin muy concreto, permitir que su organismo ayude a la medicina.

España es un país solidario como pocos. Tal vez por nuestra mayoritaria fe ciega en el Más Allá, en la Otra Vida, tal vez por nuestro cada vez mayor nivel de desapego de las cuestiones terrenales, tal vez también porque las estrictas normas de la superchería religiosa no es una de nuestras prioridades, pensamos muy poco en lo que dejamos aquí una vez muertos. Por eso estamos a la cabeza en la donación de órganos, en la donación de sangre, muy lejos de los niveles recomendados y recomendables para salvar más vidas, pero en un lugar más que aceptable. Ahora, ¿ocurre lo mismo con la donación del cuerpo entero para la Ciencia? Pues no tanto, desde luego.

Buceo en Internet en busca de información al respecto, y me tropiezo con un dato curioso. Los cuerpos que son donados a la Ciencia sirven en la mayoría de los casos para que las facultades de medicina enseñen a sus alumnos cómo somos por dentro. ¿Es esto Ciencia? Pues sí. No hay que olvidar que los estudiantes de medicina de hoy serán los médicos del mañana. Igual que un mecánico necesita que le dejen ver el motor de un coche para aprender a arreglarlo y a entenderlo, un médico necesita que le enseñen el interior de un ser humano. ¿Por qué no utilizan muñecos? Porque no es igual, porque en los gráficos no se ven las cosas que se ven en vivo y en directo, no se aprecian los volúmenes, los pesos, porque no es lo mismo levantar arterias, músculos y huesos de un cadáver que de una vulgar imitación de plástico.

Algunos departamentos de anatomía tienen colgada una singular frase a la entrada de sus salas: “En este lugar es donde la muerte enseña vida”. ¿Es esto la Ciencia con mayúsculas a la que se refiere la frase con la que iniciaba el artículo? Pues sí, en parte sí. La ciencia no es otra cosa que el conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento. Para ello, se necesitan muestras.

¿Estarías dispuesto/a a donar tu cuerpo a la Ciencia? Yo sí, aunque me debato entre pensar si es más útil donarme entero para que me estudien los futuros médicos o en partes para poder salvar unas cuantas vidas, si es que cuando palme, que espero que sea dentro de mucho, tengo algún órgano sano. Creo que me entregaré por partes.

Nota: Llevo tiempo alejado de mi especialización periodística, que no es otra que la política. Algunos seguidores -mi madre y dos o tres más- me reprochan con razón que no analice los muchos acontecimientos que se están produciendo dentro y fuera de la política canaria. Estoy mirando desde la distancia los sucesos, retirado del mundanal ruido a la espera de que encuentre los ánimos suficientes para contar un par de cosas, para aclarar a algún fragilón qué es la libertad de pensamiento y de expresión. Sin embargo, la pereza que da lo que sucede un día sí y otro también me lo impide. Espero que sea esta semana, cuando resuelva además otro importante asunto que tiene que ver con la estupidez de algún iluminado que se acerca a los medios sin tener ni puñetera idea de qué va esta profesión. Luego me comprometo a no desviarme más del camino.

¿Donarías todo tu cuerpo?
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